Ecuador / Domingo, 19 Octubre 2025

Cristian Castro y la nostalgia de una generación que aprendió a amar con la radio

Foto: Cortesía @gabrielgarciam__
La Plaza de Toros Quito fue el escenario en el que el cantante mexicano, Cristian Castro, cantó como si los noventa jamás hubieran terminado.

Entre voces quebradas, bufandas y recuerdos, la capital volvió a ser adolescente por una noche.
Dicen que recordar es volver a vivir

Recuerdo que la primera vez que escuché a Cristian Castro fue en la radio con casetera de mi hermana mayor. Ella era adolescente y yo una niña curiosa que espiaba desde la puerta cuando rebobinaba la cinta con un lápiz. Su cuarto olía a esmalte y a revistas ‘Eres’ y en el aire sonaba ‘No podrás’. En ese entonces no entendía de amores imposibles, pero intuía que algo se rompía y se curaba al mismo tiempo con esa voz.

Décadas después, lo vi aparecer, por primera vez, en el escenario de la Plaza de Toros, bajo el cielo helado de Quito. Tenía el mismo timbre de voz, aunque con un hilo de cansancio y tiempo. Su brillo dorado seguía ahí, pero más humano. Había quienes llegaron con sus hijos, otros con los amores de entonces. Todos buscábamos algo que no sabíamos que habíamos perdido.

Una espera con cerveza, frío y memoria

Antes de que apareciera el mexicano, Tercer Mundo encendió la noche. Los gritos y coros fueron un eco de otras épocas, cuando las guitarras eléctricas y los jeans rotos eran sinónimo de libertad. Cantaron ‘Si te fijaras’ y mi preferida: ‘Duérmete junto a mí’ y el público se levantó de sus asientos como si la juventud hubiera regresado con la primera nota.

Cristian tardó una hora en salir. El público se abrazaba, se calentaba con cerveza en vasos plásticos y con canciones compartidas. A las 22:00, un popurrí instrumental con sus temas más conocidos marcó el inicio del viaje: ‘Lloran las rosas’, ‘Volver a amar’, ‘No hace falta’, todas en una sola bocanada de memoria.

Cuando por fin apareció, con su esmoquin blanco y sonrisa de galán eterno, la gente gritó como si el tiempo no existiera. ‘Mañana’, ‘Si me ves llorar por ti’, ‘Por amarte así’… fueron coreadas con una devoción que ya no se ve en los conciertos modernos.

Entre lo cursi y lo eterno

En un momento, Castro desapareció del escenario. Volvió con un traje oscuro, más sobrio, menos cincuentón, como él mismo diría. Cantó ‘Azul’, y el público explotó. Esa canción fue una máquina del tiempo: los brazos se alzaron, las luces de los celulares dibujaron constelaciones sobre la Plaza de Toros, y en el coro todos volvimos a los años donde el amor dolía bonito.

El cantante, que el 16 de octubre lanzó su nuevo tema junto a Matisse, ‘Conmigo sin ti’, terminó su repertorio pasadas las 23:00. Al salir de la plaza caminé por la Avenida Amazonas con las manos heladas y el corazón tibio. Pensé en mi hermana, en su casetera, en la niña que fui, en la mujer que ahora entiende de amores imposibles y canciones que no envejecen.

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