Ecuador / Domingo, 23 Noviembre 2025

Sofía Salvador, la ecuatoriana que puso sus manos al servicio del show de Shakira

Del estadio al consultorio: la historia de la quiteña que fue soporte físico del show de Shakira
Foto: Sofía Salvador
Horas antes de que Shakira hiciera vibrar a Quito, en una sala pequeña detrás del escenario otra ecuatoriana afinaba su propio “show”: camilla lista, vendas, cremas y hielo. Era Sofía Salvador, fisioterapeuta y terapeuta de mano, encargada de cuidar los cuerpos que sostienen el espectáculo de una de las artistas más grandes del mundo.

Horas antes de que las luces del Estadio Olímpico Atahualpa se encendieran para otra noche de “Las Mujeres Ya No Lloran World Tour”, mientras afuera se acomodaban las filas de fans con pelucas moradas y carteles, en una sala discreta detrás del escenario una ecuatoriana afinaba otro tipo de preparación: vendas, crema, camilla, hielo. Ahí estaba Sofía Salvador, fisioterapeuta y terapeuta de mano, lista para cuidar los cuerpos que sostienen el show de Shakira.

Sofía no llegó ahí por casualidad. Parte del equipo de producción nacional ya conocía su trabajo en Quito y fueron ellos quienes pensaron en ella cuando el equipo de Shakira pidió apoyo local. “El equipo de Shakira viaja siempre con su propio fisioterapeuta, pero para cada país suelen buscar apoyo local para cubrir mejor las necesidades de todo el grupo”, cuenta. Producción nacional se contactó con ella, revisó su experiencia y el tipo de demandas físicas del tour, y la invitó a sumarse como soporte local durante las presentaciones en la capital.

Su rol fue claro desde el primer día: trabajar en conjunto con el fisioterapeuta del tour, atendiendo no solo temas específicos de mano —su especialidad—, sino también a bailarines, músicos y parte del staff que requiriera fisioterapia. “Para mí fue un honor poder aportar desde mi profesión a un proyecto de ese nivel”, resume.

Entre ensayo y ensayo, mientras en el escenario se ajustaban luces, pantallas y cambios de vestuario para un espectáculo de casi 30 canciones por noche, del otro lado Sofía veía de cerca el desgaste que no se ve desde la grada: espaldas cargadas, rodillas golpeadas, tobillos al límite, manos sobreexigidas por instrumentos y equipos. El tour de Shakira recorre América con decenas de fechas, grandes estadios y exigencias físicas que no dan tregua.

“Sí, el equipo en general necesitó de mis servicios”, explica. Aunque la estrella viaja con su propio fisioterapeuta, en Quito Sofía se encargó principalmente de bailarines y músicos. Con ellos trabajó tanto en lesiones específicas como en descargas musculares, para que pudieran recuperarse rápido entre los ensayos y cada show. En un montaje de esa magnitud, un dolor mal manejado puede cambiar una coreografía o un solo de guitarra; su trabajo era evitar que eso ocurriera.

Con los asistentes personales, en cambio, pudo desplegar con más detalle su especialidad: la terapia de mano. Atendió molestias, sobrecargas y pequeñas lesiones derivadas de jornadas largas de trabajo, cuidando la funcionalidad para que pudieran seguir cumpliendo sus tareas sin tanto dolor. “Me sentí muy feliz porque tanto los bailarines, como los músicos y parte del staff me expresaron que estaban muy contentos con mi trabajo, y para mí eso es lo más importante como profesional”, dice.

La pregunta inevitable es cómo se vive, emocionalmente, tener tan cerca a una artista que ha acompañado distintas etapas de la vida de millones de personas. Sofía no lo niega: “Es inevitable sentir nervios y emoción al tener al frente a una artista que has visto durante tantos años”. Pero esa emoción se ordena rápido cuando empieza la jornada. “Al final, más allá de la fama, uno como profesional recuerda que está ahí para cuidar personas: ella, sus bailarines, sus músicos, su staff. Sentí mucha responsabilidad, pero sobre todo gratitud por poder representar a los fisioterapeutas y terapeutas de mano de mi país en un entorno tan exigente”.

Desde la camilla, también pudo mirar algo que el público pocas veces ve: la disciplina detrás del brillo. Ensayos cronometrados, repeticiones, ajustes de último minuto, equipos técnicos que casi no paran. Para Sofía, esa mirada de cerca fue tan impactante como el nombre que estaba en el cartel del estadio. “Ha sido una experiencia muy especial, no solo por el nombre que hay detrás, sino por ver de cerca el esfuerzo, la disciplina y todo lo que hay físicamente detrás de un show”, reflexiona.

Si se le pregunta si alguna vez imaginó formar parte del cuidado físico de un equipo artístico internacional de este tamaño, la respuesta es clara: “La verdad, no”. Su sueño, dice, siempre fue que su trabajo como fisioterapeuta y terapeuta de mano le permitiera ayudar a muchas personas, pero no se veía —al menos no de forma tan concreta— en un backstage de gira mundial. “Para mí es una confirmación de que cuando haces tu trabajo con ética, calidad y cariño, las oportunidades llegan”.

Entre sesión y sesión, también hubo espacio para recordar a la fan que fue y sigue siendo. Cuando habla de sus canciones favoritas, Sofía elige tres que cuentan, de alguna forma, su propia historia con Shakira: “Antología”, “por la letra, que me parece muy profunda y honesta”; “Pies descalzos, sueños blancos”, porque le recuerda a la Shakira de sus inicios como fan, y “Hips Don’t Lie”, porque “es imposible no moverse cuando suena”. Entre esas canciones y las más recientes, que ella valora “por la fuerza con la que cuenta su historia y cómo conecta con tantas personas”, se dibuja un arco que va de la adolescencia al presente… y que ahora incluye también la experiencia de haber sido parte, aunque sea por unos días, del engranaje que hace posible que la artista salga al escenario cada noche.

Cuando las luces del Atahualpa se apagaban y el eco de los coros se quedaba atrapado un momento más entre las gradas, el trabajo para Sofía no terminaba. Tocaba revisar nuevas molestias, preparar el cuerpo para el siguiente show, asegurarse de que cada músculo llegara lo mejor posible al día siguiente. Y en ese ir y venir silencioso, mientras la ciudad hablaba de récords de asistencia y de “shakimanía” en Quito, una fisioterapeuta ecuatoriana se llevaba a casa algo más íntimo: la certeza de que su profesión también tiene lugar en las grandes ligas del espectáculo mundial.

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