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El Telégrafo
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El temor por compartir la vida con estos aparatos se va reduciendo, según especialistas

Los humanos y los robots, una frontera que se vuelve tenue

Los robots humanoides masculinos y femeninos llamados Actroid F fueron producidos por el Instituto Nacional de Ciencia Industrial Avanzada y Tecnología (AIST). Foto: AFP
Los robots humanoides masculinos y femeninos llamados Actroid F fueron producidos por el Instituto Nacional de Ciencia Industrial Avanzada y Tecnología (AIST). Foto: AFP
22 de julio de 2014 - 00:00 - Agencia AFP

Tokio.-

La imposibilidad de diferenciar a un hombre de una máquina está cada vez más cerca, dicen los científicos, tras los recientes avances en robótica en Japón, donde los androides podrían convertirse en un miembro más de la familia.

“Los ordenadores superaron ya las capacidades humanas. Los robots también serán más inteligentes dentro de poco”, asegura a la AFP Hiroshi Ishiguro, uno de los grandes especialistas nipones de este sector, que incluso cuenta con una copia robótica de sí mismo.

El doble de Ishiguro da conferencias en el extranjero en sustitución de su gemelo de carne y hueso. “Me hace ganar tiempo”, afirma el investigador.
“La parte superior del cuerpo y la inferior caben en 2 grandes maletas, pero la cabeza es muy frágil. Va como equipaje de mano”, explica.

Los robots cumplen ya con varias tareas en el país asiático: cocinan fideos, participan en sesiones de psicoterapia con pacientes e incluso se sumaron a las tareas de limpieza tras la catástrofe nuclear de Fukushima en 2011.

El primer ministro, Shinzo Abe, quiere organizar unas olimpiadas de robots en 2020, en paralelo a los Juegos Olímpicos de Tokio, y unas 300 empresas se asociaron para crear antes de esa fecha robots amigos o asistentes ultrasofisticados.

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¿Humanos vs. replicantes?              

Pero estas réplicas, ¿parecen realmente personas?

Ishiguro creó su doble con sistemas electrónicos complejos, partes móviles, caucho de silicona y pelo proveniente de su propio cuero cabelludo.

“Si tenemos suficientes conocimientos sobre los humanos, podremos crear más robots de aspecto humano”, explica este profesor de la universidad de Osaka, para quien si los humanos y los robots llegan a ser amigos, la frontera entre ambos desaparecerá.

El desvanecimiento de esta frontera ha sido durante mucho tiempo una fuente de estremecimientos futuristas, a menudo reflejados en la cultura popular o en los clásicos de ciencia ficción.

La película de culto “Blade Runner” (1982), ambientada en 2019, es uno de sus mejores exponentes.

En este largometraje de Hollywood, el protagonista, interpretado por Harrison Ford, debe matar a los replicantes: robots visualmente idénticos a las personas, pero físicamente superiores y capaces de soportar el dolor.

Esta visión catastrófica de la vida en común entre humanos y androides también tiene sus contrapuntos cinematográficos.

En un reciente filme ‘hollywoodiense’ aclamado por la crítica, Her (2013), el protagonista, encarnado por Joaquin Phoenix, se enamora de un sistema operativo informático con voz de mujer (prestada por Scarlett Johansson).

Actualmente, los robots antropomórficos aún pueden diferenciarse de las personas, como es el caso de Pepper, un humanoide creado por la empresa de telecomunicaciones SoftBank, que asegura que puede comprender las emociones humanas y participar de un 70% a un 80% de las conversaciones espontáneas.

Pepper, que saldrá a la venta en febrero por $ 2.000  (unos 1.500 euros), tiene rasgos humanos como cabeza y brazos, pero en un antiséptico cuerpo de plástico blanco creado expresamente para poner de relieve su naturaleza robótica.

Desde su presentación en sociedad hace un mes en Japón, Pepper, un ocurrente robot humanoide de 1,20 metros con capacidad de ‘leer’ las emociones humanas, sorprende por sus variadas respuestas sobre temas que van de la depilación del vello al sentido de la vida.

Valle inquietante

Para Masahiro Mori, otro especialista japonés, cuanto más se parece la máquina al hombre, más cómodas se sienten las personas, pero hasta cierto punto, denominado ‘el valle inquietante’, en el cual los robots se vuelven tan parecidos a los humanos que generan rechazo.

El instituto japonés de Ciencias y Tecnologías Avanzadas (AIST) estudia este fenómeno. Sus investigadores analizan las reacciones de las personas ante una réplica antropomórfica y los resultados son muy positivos.

“Utilizamos androides en sesiones con niños que padecen trastornos del espectro autista”, dijo Yoshio Matumoto, jefe del departamento de robótica del AIST. “Solo 4 individuos de 85 dijeron que tenían miedo” de los robots, precisó.

Para Ishiguro, ‘padre orgulloso’ de sus 2 hijas androides -Kodomoroid y Otonaroid-, futuras trabajadoras del Museo Nacional de Ciencias y la Tecnología de Tokio (Miraikan), no hay lugar a dudas: en un futuro, que no precisa, todo el mundo tendrá en Japón un androide como hoy tiene un teléfono móvil.

“Todos tendrán un androide”, predice. “Las personas con discapacidad [física] necesitarán otro cuerpo. Tendremos más opciones”.

Según el profesor de la universidad de Osaka, a medida que las personas desarrollen una relación con sus robots, estos serán uno más de la familia, si bien esto puede plantear problemas éticos y morales.

“Dudaremos si desconectarlos”, dice Ishiguro, quien va todavía más allá: “Imaginad que perdéis a vuestra hija en un accidente de tráfico y que yo creo una androide a su imagen y semejanza. Seguramente la querréis y la aceptaréis como a un ser humano”.

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