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Violencia escolar revela falta de ética en la sociedad, según expertos

Los malos tratos y la exclusión entre estudiantes se genera por la carencia de valores. Recientemente se originó el ataque a una niña que resultó muerta.
Los malos tratos y la exclusión entre estudiantes se genera por la carencia de valores. Recientemente se originó el ataque a una niña que resultó muerta.
Fotos: Rodolfo Párraga / EL TELÉGRAFO
21 de mayo de 2018 - 00:00 - Fausto Segovia

La opinión pública reaccionó ante casos  anteriores y recientes de violencia en los centros educativos del país, como el de la niña Brithany Morán, de 11 años, quien murió tras un ataque de sus compañeros de aula.

Indignación, denuncias y marchas, en algunas ciudades de Ecuador, e indiferencia en ciertos estratos sociales reflejan esta situación.

La judicialización es uno de los caminos, las investigaciones y modelos de atención con protocolos y reglamentos afinados a última hora irradian procesos reactivos antes que proactivos o preventivos por parte del Estado.

¿Cuál es el origen de la violencia escolar? ¿La familia y la escuela -dos instituciones básicas- están en declive? ¿Qué está sucediendo con la ética? ¿Está secuestrada o “domesticada”? ¿Hay un vacío ético?

Nuevas políticas públicas

De 2012 a 2016, las autoridades reportaron 343 denuncias por delitos sexuales perpetrados en las aulas o detectados allí, en el país. El problema de la violencia es estructural, dicen los expertos. Pero esta declaración -aunque valedera- no alude a las causas de este fenómeno que se expande en la familia y la escuela, dos instituciones básicas de la sociedad donde se forman y practican valores humanos.

La violencia en las aulas es un efecto, y al mismo tiempo una causa de un conflicto global, que delata en síntoma de una enfermedad mayor: el relativismo moral o anarquismo ético, que asuela el mundo por la caída creciente de los referentes que consiste en el “decaimiento” de los valores que antes se consideraban inmutables o inamovibles, y que ahora impactan en los hábitos y comportamientos en todos los escenarios de la vida humana.

Padres, profesores y estudiantes son partes constitutivas de una misma sociedad, que vemos con preocupación el ascenso vertiginoso de diversos tipos de violencia, en las familias y en las aulas escolares.

Los dogmas en decadencia

Frente al derrumbe -no de los valores humanos sino de sus prácticas-, caben nuevas visiones de sociedad y de educación, que perfilen una transformación integral del sistema educativo. Porque -en realidad- el tema del acoso escolar, por ejemplo -que es una forma sutil de corrupción-, ha rebasado las fronteras del currículo o del marco de la escuela y las familias. O como una cuestión exclusiva de los profesores de psicología o religiosos.

Los malos tratos entre iguales y la exclusión social en las escuelas son inaceptables, y tienen ahora nuevas fachadas y contenidos diferentes, y a veces divergentes de los cánones o normas instaladas otrora por los dogmas, o por el laicismo difundido en la retórica, pero no en las actitudes y comportamientos.

El caos ético es entonces caldo de cultivo que se incuba en las familias -donde se descubrieron casos de abuso sexual-, y en los espacios escolares centrados en enseñar contenidos y no a pensar, sentir y actuar como iguales, y a respetar la integridad de niños y jóvenes. Causa grima constatar la existencia de ciertos docentes -muy poco decentes- acusados de abusos sexuales en las aulas escolares. Ante lo cual un proceso de depuración -no solo reglamentario- es urgente.

Educación de las emociones

Una carencia enorme en la formación de los seres humanos es la educación emocional. Y esta carencia no se cura con cursos o posgrados.

Adela Cortina, investigadora española, autora de “La Ética de los Mínimos”, reconoce “la existencia de una dimensión ética en el ser humano, a la que ninguno puede renunciar. Esto es innegable. Pero algunos neurocientíficos aseguran que se puede fundamentar una ética universal desde el cerebro. Y eso es lo que está por ver”.

Sostiene -con Apel y Habermas- que “la racionalidad del ámbito práctico, el carácter necesariamente universalista de la ética, la diferenciación entre lo justo y lo bueno, la presentación de un procedimiento legitimador de las normas y la fundamentación de la universalización de las normas correctas mediante el diálogo”.

Mínimos morales

Un punto de partida para sostener una propuesta viable -según Cortina- serían los derechos humanos (ámbito ético de tales derechos), como marco de la promulgación de los códigos jurídicos vigentes. Al respecto, un criterio válido para promulgar dichas normas sería contemplar la variedad de creencias que se encuentran en las distintas culturas a las que los hombres pertenecen.

“Así -dice la escritora- los derechos humanos son un tipo de exigencias cuya satisfacción debe ser obligada legalmente, y por tanto protegida por los organismos correspondientes, y el respeto por estos derechos es la condición de posibilidad para poder hablar de hombres y mujeres con sentido”.

El tema de fondo es “que en una sociedad democrática y pluralista tiene sentido no inculcar en los jóvenes la imagen o modelo del hombre ideal, pero tampoco la sociedad debe renunciar a transmitirles actitudes sin las que es imposible la convivencia democrática.

De allí la importancia de explicitar los mínimos morales que una sociedad democrática debe transmitir: los principios, valores, actitudes y hábitos a los que no se pueden renunciar, pues hacerlo sería renunciar a la vez a la propia humanidad”, afirma Cortina.

La propuesta se inscribiría en una ética civil, anclada a los derechos humanos. (O)

Antecedentes

→  Familias previenen. La estrategia Escuela de Familia,  impulsada por el Ministerio de Inclusión Económica y Social , ha permitido que 225.250 familias del país reconozcan conductas violentas y denunciarlas. La meta es llegar a 400.000 hogares.

→ 4 módulos recibirán los padres  de familia sobre  la violencia y el autocuidado en los hogares.

→ Capacitaciones constantes. Técnicos de atención a grupos prioritarios de organizaciones sociales reciben talleres para detectar y prevenir el maltrato. Posteriormente lo replican en las comunidades que cubren. (I)

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