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El Telégrafo
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Un médico visita a sus pacientes a lomo de yegua

El médico italiano, de 63 años, llega a la casa de Ignazio Fortino para atenderlo. Sus pacientes comparan al médico con el personaje ‘Don Quijote’.
El médico italiano, de 63 años, llega a la casa de Ignazio Fortino para atenderlo. Sus pacientes comparan al médico con el personaje ‘Don Quijote’.
Foto: AFP
19 de febrero de 2018 - 00:00 - AFP

Entre viñedos y una espesa niebla galopa un hombre a lomo de su yegua. Parece la escena de una película del siglo XIX, pero todo es real: el doctor Roberto Anfosso salió a visitar a sus pacientes.

Durante la última década, este médico de 63 años, ha salido a caballo a las casas de sus pacientes, con los que ha establecido una  relación particular.

En la zona rural de Verduno, en Piamonte, al norte de Italia, conocida por sus vinos y nueces, la población envejece y se le dificulta cada vez más ir al consultorio del médico.

“Es uno de los lugares donde hay más longevos. Mis pacientes tienen más de 70 años, el mayor tenía 104”, afirma el galeno.

La vida social se desarrolla en torno a las cascine, la persona con discapacidad es atendido por la familia entera.

“Tienes que visitar a los ancianos en sus casas porque no se desplazan fácilmente. Por lo general, se trata de asuntos de rutina, que no son urgentes, pero que se deben tratar para controlar diabetes, presión, corazón”, relata.

Después de que monta a Ambra, su yegua de 4 años, el médico carga dos bolsas, entre ellas una con todo lo necesario para su labor: estetoscopio, monitor de presión arterial y más.

“Cada semana monto entre 80 a 100 kilómetros a caballo. Durante los primeros tres años hice 1.000 visitas andando con Ambra. Desde entonces dejé de contarlas”, sonríe.

Una relación especial
El médico va a caballo tanto en verano como en invierno, con barro como con nieve.

“Los paisajes de mi país son increíbles, esta es una región bendita”.

Nieto de un oficial de caballería, comenzó a cabalgar a los 14 años, debido a que el asma lo obligó a dejar el fútbol. Pelo gris y bigote, gafas pequeñas, el doctor es un hombre sociable.

La fusta de montar que carga la compró en un sex shop de París, cerca al Moulin Rouge, durante un viaje con su esposa y amigos.

La primera vez que llegó a visitar un paciente a caballo fue por casualidad: estaba por salir para un paseo ecuestre, cuando recibió una llamada y entonces decidió matar dos pájaros de un solo tiro.

“Cuando llegué, el paciente me miró extrañado y no me dejó entrar, estaba realmente sorprendido”, recuerda el médico, que desde entonces combina su pasión por la equitación con su trabajo.

Distracción y recuerdos
El contacto con el caballo es a menudo una ventana abierta al mundo exterior para los pacientes mayores, asegura.

“Los ancianos a menudo hablan solo de sus patologías. El caballo los distrae de su situación personal y buena parte de la visita se habla del animal, de los recuerdos que tienen, de otros temas”, reconoce.

“A menudo le tienen comida al caballo, ofrecen vino... Es que muchos son productores, por lo que abren una botella y al final no puedo negarme porque sería como rechazar la hospitalidad y el fruto de su trabajo” explicó Anfosso, a quien no le gusta conducir automóvil.

Cuando desde las granjas ven su caballo, no pierden la ocasión para llamarlo: las piernas del abuelo están hinchadas, el niño tiene fiebre, le duele un brazo, etcétera.

“A veces es como la cadena de San Antonio, programo una visita, pero al final realizo 10”, comenta entusiasmado.

Ignazio Fortino, de 70 años, es uno de sus pacientes y amigo. “Es un buen médico, siempre está cuando lo necesitamos”, resume.

“Estamos acostumbrados a verlo a caballo, para nosotros no es extraño, genera una relación hermosa, la sensación de que no tiene prisa y que nos va a atender mejor”. (I)

Antecedentes

Las emergencias

→El doctor, que bordea la tercera edad, recuerda que años atrás tuvo una emergencia cerca de La Morra y llegó a tiempo gracias a su caballo, lo cual no lo habría hecho en su auto. Él llega hasta las aldeas que están en las colinas.

2 mil habitantes tiene La Morra, una de las zonas más visitadas por el médico que llega a caballo.

La experiencia

Para el médico de 62 años es un placer poder subir y bajar por los campos y las colinas, cruzando los diferentes viñedos. La vida de Roberto se ha vuelto muy similar a la de los vaqueros del viejo oeste.

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