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La danza y la música se unen en mundo andino

Los músicos y los danzantes de la zona andina interpretan melodías de tipo guerrero, festivo, funerario y artístico, como esta celebración en Cochasquí.
Los músicos y los danzantes de la zona andina interpretan melodías de tipo guerrero, festivo, funerario y artístico, como esta celebración en Cochasquí.
Foto: César Muñoz / ET
11 de enero de 2020 - 00:00 - Redacción El Tiempo

“De los sonidos de la naturaleza, el hombre derivó el ritmo musical”. Así lo señala la etnomusicóloga Patricia Pauta, a través de amplios estudios sobre la música y la cosmovisión andina.

Sostiene que en los pueblos prehispánicos de América, la danza y la música eran conceptos inseparables; ello explica que la mayoría de instrumentos indígenas estén asociados a la danza.

Y es que las celebraciones en los pueblos originarios eran verdaderos ritos de integración del hombre con la Madre Tierra, que le proporciona todo lo necesario para su sobrevivencia y le brinda variedad de materiales para la fabricación de los instrumentos.

“La música andina está vigente y en constante innovación (…), desde épocas prehispánicas fue parte de la cotidianidad, sin embargo, no se conoce el real alcance que llegó a tener en las funciones rituales, religiosas o festivas”, indica Pauta en su libro La música y las formas: un recorrido por la cosmovisión andina.

Los indígenas consideran que los instrumentos musicales son un regalo de los dioses y son un medio de acercamiento con la divinidad. Entre los pueblos que conservan sus costumbres ancestrales están los cañaris, que atesoran sus instrumentos musicales, así como su indumentaria.

Tayta Pedro Solano, de la comunidad Quilloac, de la provincia de Cañar, relata que cada uno de los cuatro raymikuna tienen una música propia.

“A través de la música damos a entender nuestra profunda relación con la Pachamama, está dedicada en diferentes espacios a los raymis y aquello no puede ser tocado en otro momento”, explica Solano.

Festividades
En la celebración del Inti Raymi se cantan los haways y se ejecutan melodías con instrumentos como el pinkullu, el tambor y la quipa, mientras los trabajadores recolectan los frutos al son de la música.

El Pawkar Raymi se caracteriza por la entonación de la caja cañari, que se considera el “alma” que acompaña al Tayta Carnaval.

En el Killa Raymi, que se celebra en septiembre, se rinde honor a la fecundidad con la música del violín y el bombo.

Mientras que en el Kapac Raymi se interpreta la música que se llama la jubaleña. Es un ritmo autóctono cañari que alterna la voz y el instrumento.

Carlos Freire, experto en instrucción musical, señala que, para el indígena andino, en general, todo es música, desde el murmullo del pajonal hasta el llanto, que es una nota de tristeza y melancolía propia de la música andina.

Por restos arqueológicos encontrados, se sabe que los cañaris practicaban la música desde sus inicios, entonaban caracoles en forma de quipa, bocinas de cuernos de animal y ocarinas que representaban a personajes y animales de gran valor para su etnia. Los danzantes portaban cascabeles a manera de sonajas.

Los pitos, vasijas-silbato, flautas de diferentes materiales (hueso, caña, barro), rondadores, zumbambicos... todo este arte estaba ligado al ciclo agrícola, ciclo humano y religioso.

Los músicos y danzantes interpretaban diferentes melodías y pasos de tipo guerrero, festivo, funerario y artístico, entre otros.

Cambios con la Conquista
La poesía mítica de los incas vivió y vive consustanciada con la Pachamama, el tayta Urku, el tayta Inti, la mama Killa; en general con la naturaleza y el cosmos.

“Pero la Conquista y la influencia española introdujeron la enculturación, con costumbres hispanas como religión, fiestas, instrumentos musicales y la música popular europea, que poco a poco se fueron fusionando con el carácter alegre de los pueblos”, señala Carlos Freire, en una de sus publicaciones sobre la música cañari.

También los conquistadores introdujeron influencias africanas diezmando a la población indígena, surgiendo mezclas de culturas en todo sentido como mezcla de razas, creándose nuevas formas musicales, instrumentos y danzas.

Desde entonces, todos los pueblos andinos han sufrido cambios. La introducción de los instrumentos occidentales implicó, por un lado, la mutilación y, por otro, la alteración del espíritu, la forma y pérdida de vitalidad de la canción autóctona que, no obstante, no ha desaparecido debido al sincretismo. (I)   

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