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El Telégrafo
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La fundación de una ciudad soñada...

La fundación de la ciudad de Cuenca se dio un lunes santo y en ese entonces se le conoció como la Nueva Cuenca del Perú. Este hecho histórico se registró un 12 de abril de 1557. FOTO: CORTESÍA.
La fundación de la ciudad de Cuenca se dio un lunes santo y en ese entonces se le conoció como la Nueva Cuenca del Perú. Este hecho histórico se registró un 12 de abril de 1557. FOTO: CORTESÍA.
13 de abril de 2014 - 00:00 - Ángeles Martínez, cátedra Abierta de Historia. U. Cuenca

Nuestros primeros pobladores: los cañaris, afamados guerreros, después de las cruentas batallas contra los incas, y frente a la táctica del desplazamiento de mitimaes hacia Perú o Bolivia, entre otros lugares, se rebelaron contra los opresores cusqueños, colaborando, en muchos casos, con la conquista española y convirtiéndose en un as bajo la manga para momentos claves de la historia; tal es el caso del apoyo que brindaron a Sebastián de Benalcázar para la conquista de Quito, una nada desdeñable saga de soldados y espías.

Para los españoles las Indias fueron el sueño, nunca mejor dicho ‘dorado’ (por la fiebre de oro y otros metales preciosos); esta ambición se plasmó en los primeros saqueos y, posteriormente, en un interés poco sano por la minería. Como bien estudia Luis Miguel Glave: La ley reconoció, luego de muchos años de negociaciones y pactos, que las tierras eran propiedad de los indígenas naturales y caciques, pero a pesar de esto muchas fueron dadas a los españoles, junto con mano de obra indígena, en el sistema de encomienda, como premio a los servicios prestados al Rey. Se trata de una primera explotación de la tierra que encendió en los Andes una lucha por derechos de protección plasmados en las leyes: normas y ordenanzas dictadas en España pero que en la práctica no se cumplían.

Ahora bien, Tomebamba, la antes Guapondelig, había despertado pasiones desde que se supo de su existencia, tanto así que en el año de 1529 se emite una cédula real que permitía a Francisco Pizarro fundar una ciudad española en esas tierras y para la que se designa a sus autoridades: regidores españoles para administrarla. “En los archivos de Indias todavía existen las viejas páginas del expediente de las capitulaciones que entregaron Tomebamba al conquistador”. La ciudad cañari-inca encarnó en su momento el sueño del conquistador, tanto así que “los monarcas hicieron española a una ciudad desconocida”. Pizarro se demoró demasiado entre la burocracia, sus ocupaciones y la guerra civil, cuando llegó nuevamente a Tumbes para iniciar la conquista de Perú en 1532, se enteró de que Tomebamba había sido destruida. “Pizarro se dirigió a Cajamarca para encontrarse con Atahualpa y su destino. Jamás estuvo en Tomebamba ni quiso ver su ruinas”. Para cuando se fundó la ciudad, él había muerto asesinado [véase: Martínez Espinosa, Gerardo (2009). Historias de Cuenca].

Pero, ¿sobre qué se funda Cuenca? Los hermosos aposentos que esperaban encontrar habían sido destruidos por Atahualpa, algo que sucedió también en Quito, pero que en el caso de la provincia de Tomebamba, no por el miedo de que cayera en manos colonizadoras, sino como el precio –a decir de los cronistas–, que pagaron sus pobladores por haberse aliado a Huáscar (el vencido) en la guerra civil que vivieron nuestros pueblos. De ahí la leyenda: “Arranquen y siembren el corazón de los cañaris para ver qué nace del corazón de los traidores”.

De todas formas, no quedaron abandonadas tan interesantes y bellas tierras, ya se habían asentado españoles, y no sabemos qué pesó más, o si fue una suma de factores, la ‘amabilidad cañari’ o las zonas de las que se podía extraer oro (aunque esas empresas fracasaron tempranamente, por falta de mano de obra, tecnología, capitales y por el poco rendimiento de las minas).

Fundación de Cuenca

En el año de 1538 Pizarro, conquistador del Perú, había entregado a Rodrigo Núñez de Bonilla, como encomendero de la Provincia de los Cañaris o Tomebamba, tierras de “pan sembrar”, es decir, para el cultivo del trigo, su asentamiento lleva el nombre de Santa Ana de los Ríos (si se preguntan ustedes el porqué del nombre católico de nuestra ciudad). El primer molino construido en la ciudad por don Rodrigo, tuvo una interesante peculiaridad: fue construido con piedras cañaris e incas (sí, con esas piedras que los incas decían que había traído arriándolas con látigo desde el Cuzco, y que la arqueología reconoció en su recorrido). En ese territorio existían también casas con techos de paja, una zapatería, y buenos pastos para los animales recién introducidos. Pasaron diecinueve años desde entonces, el castellano Marqués de Cañete Andrés Hurtado de Mendoza, virrey de Perú, ordenó fundar Cuenca, nombre de su ciudad amada, al hidalgo Gil Ramírez Dávalos, quien anduvo previamente en líos con las revueltas de los encomenderos (cada vez más tiránicos y poderosos), y que luego fue absuelto en un juicio en Lima quedando con su honra intacta, no así su fortuna que se había esfumado. Y así funda, tal cual se le encargó, un lunes santo, el 12 de abril de 1557 una ciudad que sería conocida como Nueva Cuenca del Perú.

Reflexión final…

Juan Cordero Iñiguez, en la tercera parte de su Historia de Cuenca, nos recuerda que en su tiempo Julio Matovelle dijo que Cuenca no ha sido muy agradecida con Andrés Hurtado de Mendoza, considerado el verdadero fundador de la ciudad (quien mandó incluso a realizar el escudo de armas para Cuenca, por los mismos “reyes de armas” que habían trabajado desde la edad media para su región). Gil Ramírez Dávalos fue solo el ejecutor de sus planes, nos dice Cordero, y cuenta que el Dr. Luis Cordero Crespo, alcalde de la ciudad, inauguró “un gran monumento en el inicio de la Av. España, integrado por este personaje en un lado y por una mujer cañari devenida en chola cuencana al otro lado”. Lastimosamente, el monumento de Hurtado de Mendoza ahora se encuentra en la zona de Milchichig, bastante olvidado al norte de la avenida España. Y el parque de San Blas que en 1919 fuera bautizado por Ordenanza Municipal con su nombre, ha perdido su nominación. Así también parece que hemos olvidado la cercana relación con la Cuenca Castellana, que en 1950 cuenta mi abuelo, quien fuera a representar al alcalde Arízaga Toral, en las festividades conquenses, se hacía un homenaje a Cuenca. En la tumba del Marqués de Cañete, se celebró una misa a petición nuestra por el alma del fundador..

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