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Los integrantes viajan por diversas ciudades del país y se ganan la vida gracias a sus habilidades

‘Tribus urbanas’ buscan un espacio en Latacunga

Los malabaristas consiguen, en un buen día de trabajo, hasta $ 20 que les sirven para comer y continuar con sus viajes por el país. Fotos: Janeth Osorio│El Telégrafo
Los malabaristas consiguen, en un buen día de trabajo, hasta $ 20 que les sirven para comer y continuar con sus viajes por el país. Fotos: Janeth Osorio│El Telégrafo
24 de abril de 2014 - 00:00 - Redacción Regional Centro

Ante la mirada impávida de unos y la indiferencia de otros, Erik y Javier hacen malabares circenses en mitad de las calles periféricas de Latacunga.  Ambos jóvenes ven en la filosofía hippie su modelo de vida.

Según ellos, “viven lejos de las imposiciones y convencionalismos sociales que consideran obsoletos”.

Son ambateños y estudian en el colegio Stephen Hawking. Visitan Latacunga regularmente, pues tienen amigos con los que comparten experiencias, salen de ‘farra’ y de viaje por diferentes ciudades del Ecuador. Frecuentan Baños de Agua Santa, Montañita y Quito.

Su grupo está formado por 8 integrantes a quienes la sociología moderna denomina ‘tribus urbanas’, pues comparten gustos musicales, estilos de ropa y distracciones similares.

Erik Cunalata, de 19 años, aprendió malabarismo en 2012. Dice que sus padres lo apoyan, pero se contradice al relatar que cuando aún era menor de edad tuvo un problema con la Dirección Nacional de Policía Especializada para Niños (Dinapen) por “fugarse de la casa”.

Si trabaja por lo menos 5 horas, puede ganar hasta $ 20 diarios, que le sirven para sus gastos extras porque sus padres aún lo mantienen y no tiene necesidades urgentes.

Los jóvenes integran grupos donde comparten gustos, tipo de música y estilos de vestir.

No ocurre lo mismo con ‘Tomás’, de 18 años. Este latacungueño debe trabajar para vivir y también es parte de la misma tribu.

Solo que él prefiere permanecer más en Quito y llega 2 veces por semana a Latacunga. Se escapó de su casa en 2011 porque su madre se casó nuevamente y tuvo otro hijo. Su padrastro lo maltrataba.

Por eso, ‘Tomás’ no revela su verdadero nombre y esquiva las fotos. Con sus amigos se siente comprendido, aceptado. Usa el cabello corto, pantalón llano, camiseta de colores vivos, una cadena de tagua cuelga en su cuello y un olor a ‘pachulí’ (fragancia de esencia cannabis) impregna su ropa.

En Quito labora en la avenida Amazonas y la calle Foch. Regresa a Latacunga cuando tiene ‘tope’ (cita) con sus pares. Dice que en la ciudad aún no se formalizan los colectivos por la mirada recelosa que tiene la sociedad sobre su ‘pinta’ (ropa), música que escuchan y demás.

Y no se equivoca. Para la ciudadana Narcisa Bastidas, estos jóvenes “son mala influencia” y evita hablarles.

Rockeros, emos y skaters (patinadores) son los grupos identificados en Latacunga, pues según la socióloga Mary Guijarro, una tribu urbana es una subcultura en la que  todos tienen una creencia,  forma de ser y estilo de vestir. “Paulatinamente seguirán en aumento, pues la familia tiende a desintegrarse por la migración y el divorcio”, aseguró.

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