Con el Año Viejo se queman los pesares y se renueva la esperanza de conseguir un mejor futuro.

El ‘viejo’ se marcha acompañado de un cortejo funerario que pide limosna, supuestamente, para cubrir los gastos del funeral.

Es una tradición que todavía se mantiene en el país y que se ha adaptado a los cambios sociales y económicos, pero ¿dónde empezó?

La respuesta no es sencilla, ya que los ritos con fuego datan de los orígenes más remotos de la humanidad.

Sin embargo, en un intento por entender esta tradición en el Ecuador, en el libro Los años viejos, de Ángel Emilio Hidalgo, se menciona que hay algunas referencias de muñecos grotescos rellenos con pajas, virutas, cohetes y pólvora que eran confeccionados por misioneros españoles durante la época de La Colonia.

Los personajes que acompañan al ‘viejo’ son las viudas y otros disfrazados que se visten de acuerdo con su creencia o en base a los personajes que han hecho noticia durante el año que fenece.

En la actualidad, el deseo de despedir al ‘viejo’ y esperar tiempos mejores motiva a la gente a creer en cábalas.

Algunos amarran el ‘viejo’ al chasis del carro para evitar accidentes de tránsito en el futuro. Otros, le dan el nombre y apellido al monigote de una persona que está viva para que su suerte cambie o deje de actuar de una forma inapropiada, según los familiares.

A esto último se le añaden rótulos o anuncios con los ‘defectos’ de ese individuo. “El año pasado representaron a mi hermano porque tomaba mucho, perdió el trabajo y se iba a divorciar de su mujer.

Ahora se enderezó un poco y este 31 de diciembre le harán una segunda quema”, explicó Luis Rosero de la parroquia Atahualpa, situada al noroccidente de Ambato.