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El Telégrafo
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Aproximadamente 500 visitantes al mes llegan al poblado para disfrutar de sus tradiciones y paisajes

Hilanderas y telares antiguos figuran en la lista de atractivos turísticos en Salasaca

Las hilanderas de Salasaca realizan su ancestral labor en diversos puntos como el parque y la plaza del pueblo. Foto: Roberto Chávez / El Telégrafo
Las hilanderas de Salasaca realizan su ancestral labor en diversos puntos como el parque y la plaza del pueblo. Foto: Roberto Chávez / El Telégrafo
13 de septiembre de 2014 - 00:00 - Redacción Regional Centro

El ancestral y afamado pueblo de Salasaca, parroquia rural del cantón Pelileo, en Tungurahua, posee atractivos turísticos que convocan cada mes a cientos de visitantes.

Entre los más destacados se pueden mencionar al museo etnográfico, la feria permanente de textiles autóctonos, la gastronomía local, los viveros agroecológicos y los paisajes andinos.

A estos se suman dos elementos que, además de ser llamativos para el turismo, son actividades económicas en las que laboran los lugareños hace más de 500 años, y poseen un alto valor cultural y folclórico.

Se trata de los antiguos telares artesanales, en los que se confecciona toda clase de prendas de vestir de diferentes materiales; y de las hilanderas, grupo de mujeres de la etnia que se encargan de convertir fibras naturales en hilo fino. Estos dos oficios han dado fama al lugar y son su carta presentación.

Una actividad ancestral

Roberto Chasipanta, anciano Salasaca y propietario de un telar, señaló que ambas ocupaciones se han venido transmitiendo por generaciones de forma oral.

“Los saberes y conocimientos de nuestro trabajo, gastronomía, vestimenta y demás aspectos culturales, están íntimamente ligados a la comunicación hablada. Desde antes de la conquista española, nuestro pueblo, cuyo origen se ubica en los páramos andinos de Bolivia, ya se dedicaba a estos dos oficios, pues siempre hemos habitado en lugares fríos y hemos criado ovejas y llamas, de las cuales se obtienen las fibras para la elaboración de nuestras prendas de vestir”, explicó.

Los abuelos y padres de familia, añadió, eran los encargados de enseñar a los varones jóvenes a montar un telar con madera de la localidad. El objetivo era enseñar el valor que tiene el taller en el que se elaboran los ponchos, sombreros, camisas, blusas, faldas y anacos de toda la comunidad.

“Aunque ahora esta tradición ya se está perdiendo, los abuelos del pueblo se esfuerzan por inculcar a los más jóvenes la importancia que tiene este oficio, pues además de ser una actividad económica, es un espacio donde los varones podemos compartir experiencias y recibir el sabio consejo de nuestros ancianos padres, abuelos y tíos”, dijo Santiago Chasipanta, hijo de Roberto.

Las madres y ancianas de la comunidad, por su parte, enseñan a las niñas y jóvenes el arte de convertir lana de borrego y llama en hilo fino. “Primero les enseñamos a lavar la lana, pues por su contextura la fibra suele asimilar con facilidad la humedad y el polvo. La siguiente lección es hilar, tomar una madeja de lana limpia y enredarla en una vara muy fina, con la finalidad de entretejer la fibra y transformarla en una hebra muy delgada”, manifestó Tránsito Toala.

Esta actividad no se limita a espacios cerrados, pues las hilanderas son capaces de realizar su trabajo mientras caminan, conversan y viajan en bus. “Esto es algo curioso y novedoso, por lo que los turistas no pierden la oportunidad de hacerse fotos con ellas. Esperamos que las jóvenes Salasacas no dejen morir esta tradición”, dijo Ana Pérez, antropóloga ambateña residente en el lugar.

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