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El Telégrafo
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La zona tiene una historia que se remonta hasta muy atrás en la época aborigen del Ecuador

Conocoto pasó de proveedora de alimentos para Quito a una zona dormitorio

El parque central de la parroquia y su antigua iglesia están entre los principales atractivos que ofrece Conocoto (suroriente) a las personas que quieren visitar la zona. Foto: John Guevara/ El Telégrafo
El parque central de la parroquia y su antigua iglesia están entre los principales atractivos que ofrece Conocoto (suroriente) a las personas que quieren visitar la zona. Foto: John Guevara/ El Telégrafo
15 de noviembre de 2015 - 00:00 - Redacción Quito

La parroquia Conocoto está ubicada en el valle de Los Chillos, zona del suroriente de Quito que hasta hace aproximadamente 40 años constituía uno de los llamados ‘graneros de Quito’; área donde se producía la mayor parte de los alimentos que consumían los capitalinos.

Hoy la realidad es distinta. El sector, junto con el resto de los valles aledaños al Quito urbano, está lleno de ‘ciudades satélite’ que funcionan, en muchos casos, como sitios dormitorio.

Las estadísticas que maneja el Municipio de Quito señalan que unos 70 mil vehículos circulan a diario por la autopista General Rumiñahui, la principal conexión entre Los Chillos y la ciudad. Una cifra importante si se considera que el área (incluido el vecino cantón Rumiñahui) cuenta con unos 300 mil habitantes.

El reciente proceso de urbanización esconde, sin embargo, una historia que se remonta a varias centurias atrás. El actual territorio de Conocoto se habría poblado hace unos 12 mil años, aunque solo hay evidencia certera de asentamientos del pueblo Cara entre el 550 d.C. y 1140 d.C.

Ese mismo territorio habría sido poblado posteriormente por la cultura Panzaleo para, al final de la época aborigen, permanecer algunas décadas bajo el poder Inca. Este terminó con la conquista Española en el siglo XVI.

Después de la fundación ibérica de Quito el 6 de diciembre de 1534, se empiezan a crear pequeños pueblos en sus alrededores; entre ellos, el pueblo de Conocoto.

DATOS

La zona de Conocoto se encuentra aproximadamente a 2.530 metros sobre el nivel del mar; unos 300 metros más abajo que el Quito urbano.

Su altitud le provee de un clima más cálido que el quiteño, lo que lo hace propicio para la producción agrícola, que incluye algunos tipos de fruta. Además de que es un atractivo para los turistas.

La economía de la parroquia se basa sobre todo en el comercio microempresarial; en la parroquia hay muchos negocios pequeños tales como: ferreterías, panaderías, talleres de muebles, elementos electrónicos, etc.

El Parque Metropolitano La Armenia (48 hectáreas), la hacienda San José y el parque La Moya son los principales espacios verdes de una zona que, a pesar de la expansión urbanística, conserva su aspecto rural.
Aproximadamente en 1560 se empieza la construcción; se escoge la planicie asentada entre la quebrada de Pungu Huaicu y el camino a Píntag. Se construyen 5 calles longitudinales de sur a norte y 7 transversales de este a oeste, con límites en las actuales calles Juan Montalvo al sur, Bolívar al norte, Ascázubi al este y la quebrada Pungu Huaicu al oeste. El pueblo se estableció con una población inicial de aproximadamente 700 habitantes.

Respecto al nombre, la versión más aceptada es que el significado responde a la conjunción de 2 vocablos kichwas: cunug (loma) y cutug (abrigado), lo que deriva en la frase ‘loma abrigada’, que se corresponde con su cálido clima.

En la cabecera parroquial, el diseño moderno de algunas casas y conjuntos habitacionales construidos durante los últimos años, contrasta con la actual arquitectura de su iglesia, construida en 1923 por el arquitecto y religioso alemán Pedro Bruning a uno de los costados del parque central.

La plaza central se convierte los meses de junio y julio en escenario para que decenas de familias que celebran las fiestas de parroquialización, en las que predominan los eventos de corte religioso.

Agustina Moncayo, originaria de Conocoto, asegura que “el sector conserva un espíritu comunitario popular por donde se lo mire. Las calles empedradas han soportado la llegada de la modernidad y han sido, desde siempre, testigos silentes de nuestras creencias y prácticas sociales”.

Mucho antes de convertirse en una zona residencial, Conocoto se dividía en haciendas, las cuales estaban dedicadas a la crianza de ganado y a la producción de frutas y verduras, las que eran comercializadas en la capital y en poblaciones aledañas.

Así lo recuerda León Anchundia, otro de los antiguos moradores, quien a su avanzada edad, reconoce que, “aunque la mayoría de gente ha cambiado su modo de producción, ninguno está dispuesto a cambiar su tierra por nada”.

Su ubicación a unos 15 minutos de la parte urbana del Distrito y la tranquilidad que aún se respira convirtieron a la parroquia en un sitio cotizado como sitio de vivienda.

El área es servida por varias compañías de transporte; sin embargo, la acumulación de vehículos en las horas pico en la avenida Rumiñahui y en la antigua vía a Puengasí complican el traslado de quienes trabajan o estudian en la urbe.

El Conocoto original, el que fue establecido como la mayoría de los pueblos serranos alrededor de la plaza central, está bien atendido desde hace años con servicios.

La mayor preocupación de sus vecinos es el tema de la seguridad. Afirman que la delincuencia ha avanzado de manera casi incontenible en los últimos años.

Rosa Puma pide a las autoridades, como una alternativa, “que aumenten el número de policías que cuidan la zona y que los patrullajes sean permanentes”.

No obstante, en algunas zonas surgidas al compás del crecimiento poblacional y urbanístico, los habitantes tienen, además, otras carencias. Ese es el caso de la cooperativa de vivienda Servidores de la Salud. Sus moradores se muestran indignados por las malas condiciones de la red vial de la zona.

Mario Velasteguí dice que todas las calles presentan desniveles, piedras y maleza acumulada en los costados, lo que dificulta la circulación peatonal y vehicular. “Compré mi lote hace 6 años, pero ahora me arrepiento, porque las calles no han mejorado”, señala.

Edit Nole, gerente de la cooperativa, añade: “Hemos presentado varios oficios a las autoridades, pero todavía estamos a la espera. El barrio tiene 40 años y han sido los mismos vecinos los que han hecho algunas obras. Los habitantes están dispuestos a reparar las calles a través de la autogestión, pero el dinero ya no les alcanza”. Otro reclamo es la situación de las áreas verdes. (I)

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