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La banca es la ‘gran protagonista’ de la economía, pero su mano es invisible

La banca es la ‘gran protagonista’ de la economía, pero su mano es invisible
08 de septiembre de 2016 - 00:00 - Alfredo Serrano. Director del Centro Estratégico Latinoamericano Geopolítico

Frente a la tormenta económica que afecta a los países latinoamericanos, se habla mucho de precios, estructuras de costes, salarios, relaciones comerciales, tipo de cambio. Poco se dice sobre el papel del sistema financiero en la economía real. La banca es el gran actor invisible en el debate sobre la estabilidad.

Hace décadas que la misma se sumerge en las profundidades cada vez que viene una gran tormenta económica. Se esconde para evitar responsabilidades.

La hegemonía neoliberal se impuso incluso en aquellos países que reman a contracorriente. La banca nunca aparece en la foto cada vez que se habla de política económica. Parece existir una suerte de veda para preguntarse por ciertos asuntos claves de la política financiera. Y no me estoy refiriendo a temas de justicia ni democratización financiera. No, la preocupación es por su ineficacia. Pero ni en ese sentido se cuestiona acerca del sector financiero.

Nadie puede discutir sobre el uso del dinero de la banca. Dinero, por cierto, que procede en gran medida del ahorro de la ciudadanía. Queda prohibido cuestionar la creciente burbuja crediticia dirigida al consumo a tasas de interés altísimas. Los créditos al consumo, en la región, llegaron a crecer cerca de 20% anual durante la última década. Imposible abrir la boca sobre este tema. Ni tampoco sobre el mal uso de las carteras productivas; ni del exceso de exigencias en garantías que ahuyentan a los pequeños y medianos productores; ni de las condiciones de retornabilidad en plazos e interés. También está prohibido debatir sobre el diferencial entre tasa de interés activa (préstamos) y pasiva (depósitos). No se puede poner el ojo tampoco en el excesivo encaje legal que inmovilizan ingentes cantidades de dinero que dejan de ser utilizados a favor de la economía real. Mucho menos revisar qué sucede en las elevadísimas reservas excedentarias líquidas bancarias, utilizadas con gran opacidad en operaciones de corto plazo con alta rentabilidad. Y que a nadie se le ocurra interrogar sobre la creación de dinero de la banca mediante ajustes contables.

La banca debería obtener su ganancia mediante una intermediación eficaz entre ahorradores y prestatarios.

Por ejemplo: el 90% del dinero mundial es creado por 28 bancos; solo el 10% es responsabilidad de los bancos centrales.

El miedo y la amenaza son sus principales argumentos para evitar explicaciones sobre lo que sucede en la banca pues siempre amedrentan con la corrida de dinero. Sus defensores dicen que la buena salud financiera asegura estabilidad macroeconómica. Eso es cierto siempre y cuando no sea a costa de la mala salud de la ciudadanía.

Nadie duda que este sector es el gran ganador en este siglo XXI en Latinoamérica. Al respecto del sector bancario, Claudio Loser, exdirector para América Latina del FMI, expresó que “la ganancia, debo decir, es un poco sorprendente”.

Por ejemplo, en Brasil, en plena recesión económica, los beneficios conjuntos de los cuatro bancos principales aumentaron en un 46% en el primer semestre de 2015; en México, se incrementaron las ganancias casi un 14% y en Venezuela, durante el primer semestre de 2016, las utilidades de la banca crecieron un 57%. Es como si se fuese por un carril diferente al resto de la economía.

¿Eso es positivo? No, la banca debería obtener su ganancia mediante una intermediación eficaz entre ahorradores y prestatarios. Los bancos recogen dinero de los agentes económicos y lo prestan nuevamente a esos mismos agentes. Esa es su verdadera función y no otra.

Todos los recursos disponibles deberían usarse en función de una mayor inversión productiva. Necesitamos una nueva política financiera que impida el uso especulativo y ocioso de la riqueza.

No queremos una banca creadora de burbujas. Esta se ha especializado en futuros y derivados que multiplican en 126 veces el dinero actual en circulación. En América Latina, ese sistema financiero es ineficiente para la economía real. (O)

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