Ecuador, 17 de Abril de 2024
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El Telégrafo
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Cine en construcción

La cinta póstuma de Orson Welles, Al otro lado del viento (2018), filmada entre 1970 y 1976, abandonada por líos legales, ve la luz de la pantalla. Es una obra descomunal y experimental como una reflexión sobre el arte de hacer cine.

Filmada como falso documental, trata sobre un director de cine, Jake Hannaford, que retorna a Hollywood para realizar una película simbolista para representar las relaciones interculturales: una mujer indígena y un hombre caucásico se encuentran y desencuentran, exponen sus cuerpos, para revelar la tensión entre fondo y contenido de la convivencia humana.

Si bien esta trama habla del cine, donde Welles retoma sus planos imposibles, sus trucos visuales, sus profundidades de campo, típicas de sus célebres películas (Ciudadano Kane, 1941), contrasta con esa otra que sostiene a Al otro lado del viento, sobre el hacer cine. Cuando aún faltan fondos para terminarla, Hannaford hace una fiesta para convencer a los financistas.

Entonces Welles usa la cámara como la de un etnógrafo, explora rostros, comportamientos y a un grupo humano expectante del resultado de la filmación. Su intención es hacer un homenaje al cine europeo del 60. Hay un tono en el manejo de escenario y personajes que se aproxima al estilo de Federico Fellini, y un trabajo de cámara, de hacer durar más el tiempo del plano, que hace pensar en la obra de Michelangelo Antonioni.

Y es con todos estos ingredientes que Welles pareciera preguntarse si en Hollywood se podía hacer, en la década del 70, un cine al estilo de los vanguardistas de la nueva ola europea de los años 60. Él mismo se ve viejo (representado por otro ícono del cine norteamericano, John Huston), que no estructura bien el cine que quisiera hacer. En Al otro lado del viento aparece, como si fuera su protegido, un joven cineasta proveniente de la TV, Peter Bogdanovich, que intenta hacer un cine “fresco”.

Pone entre su grupo de fiesteros a cineastas como Claude Chabrol, Paul Mazursky y parodia a críticos de cine, a periodistas, a biógrafos, incluso a personas que pareciera tuvieron algún rol problemático con Welles. La película, en este contexto, se desborda, se deshilvana, tiene muchas referencias y su reflexión sobre hacer cine nuevo, en tiempos del cine comercial, queda reducida. (O)

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