Andrés Montaño, flamante campeón panamericano de lucha grecorromana en la categoría 59 kilos, es un hombre que sigue sus sueños.  Va tras ellos como puede, pero no los deja escapar. Por eso, cuando su entrenador, César Carracedo, se mudó a Portoviejo, no lo pensó dos veces y salió tras él.   

Sabía que César guardaba la sabiduría que lo llevaría a ser uno de los mejores luchadores del país.

La adaptación fue dura, recuerda César. Andrés era un adolescente que dejaba su familia y su natal Esmeraldas para continuar bajo su tutela técnica. El instructor cubano no tardó en darse cuenta de que en el joven no solo había un alumno, sino que también estaba un hijo.      

No era de sorprenderse, el atleta tiene padre, pero no vivían bajo el mismo techo. Santa, su mamá, como suele decirse, fue madre y padre para él y sus 2 hermanos menores. La pobreza y las necesidades convivieron siempre con Montaño y su familia. Por eso, Carracedo fue una suerte de ‘boya de auxilio’ a la que se aferró para sobresalir.    

Desde que conoció a César, Andrés vio en la lucha grecorromana el pasaje hacia el éxito. Su potencial era innato, pero había que depurarlo. El atleta comenzó la práctica a los 15 años y en 2008 se trasladó a Portoviejo para continuar bajo las enseñanzas del isleño.  

Hubo mucho respeto, cuenta el adiestrador, la Federación Deportiva de Manabí, para la cual pasó a trabajar, jamás le exigió a Montaño federarse por esta provincia. Él continuó y sigue hasta ahora como luchador de su amada Esmeraldas.  

Lo que sí conoció en tierras manabitas fue al amor de su vida: Leonela Mieles, luchadora libre de la categoría 46 kilos, con la que procreó al segundo de sus hijos: Leandro, de un año y 5 meses, otra de sus adoraciones. El primer retoño de Andrés es Andrews, de 2 años y medio, quien reside en Quevedo con su progenitora.   

Leonela revela que su esposo es un hombre extrovertido, bromista y muy responsable con su hogar y toda su familia. Le gusta mucho comer pescado, por lo que cuando regrese le tendrá listo su platillo favorito: encocado.  

En sus ratos libres, al campeón le agrada viajar, bailar salsa, ir al cine o ver películas de comedia en la casa. Uno de los temas que más le gustan es el fútbol, sobre todo de su amado Barcelona, al que alienta desde que era niño. “Yo diría que no es hincha, es fanático. Se compró un edredón enorme de Barcelona al que gusta admirar cada vez que puede”, cuenta Leonela.

Chistoso y molestoso, César Carracedo lo cataloga de la misma manera, aunque en medio de su alegría se toma su trabajo muy en serio. Si por él fuera pasaría noche y día sobre el colchón de lucha. Antes de las competencias suele informarse bien sobre sus rivales.

Este detalle lo corroboró el mismo Andrés en una entrevista posterior a la final de los Juegos Panamericanos en Toronto, donde dijo haber estudiado a todos sus adversarios, así que sabía cómo cuidarse de ellos y cuándo atacarlos.

Los puntajes que consiguió confirman aquello. En la primera ronda derrotó 7-6 al dominicano Jansel Ramírez, en las semifinales 9-1 al estadounidense Spencer Mango y en la final 11-0 al mexicano Alí Soto. El combate con Ramírez tuvo tintes de revancha, pues en los Juegos Panamericanos de 2011, el caribeño lo derrotó y le privó de seguir en la competencia.

Pero un luchador es más que un deportista peleando sobre el tapiz. Para ser buenos en esta disciplina hay que formar dureza de carácter. Beatriz Gómez, coordinadora de alto rendimiento de la Federación Ecuatoriana de Lucha Amateur, recuerda cuando en abril pasado tuvo que recoger a Andrés del aeropuerto de Guayaquil luego de que el exponente no pudo continuar en una base de entrenamiento en Buenos Aires, Argentina, debido a una luxación en su tobillo izquierdo.

“Estaba muy preocupado, pensaba que era algo más grave y en la posibilidad de no poder acudir a los Juegos Panamericanos. Por fortuna, era algo de lo que podría recuperarse. Él puso todo de su parte y se rehabilitó antes de lo previsto”, reseña la directiva.

Lo mismo ocurrió cuando, en pleno lance por el oro continental el pasado miércoles, se abrió la ceja derecha y prosiguió el pleito con una venda en la cabeza. “Mi hijo no estaba dispuesto a perder. Antes de la pelea me dijo que a este tipo de eventos hay que ir para ganar”, expresa Santa.

Así fue desde chico, sacrificó su vida familiar y se autoexilió de Esmeraldas para hacer lo que creía correcto. Hoy, gracias a sus triunfos, es el sostén de sus 2 hogares. Ni a sus hijos ni a sus hermanos, Nínive (20 años) y Ariel (16 años), les falta nada. Su proyección es clasificar a los Juegos Olímpicos de 2016 y bregar por un lugar en el podio. (I)

Datos

Andrés Montaño nació en Esmeraldas el 6 de abril de 1990. Su infancia la vivió en el barrio Venecia (al norte). Jugaba fútbol y no le gustaban los deportes de combate.

Santa Montaño, madre del deportista, cuenta que desde niño Andrés aprendió a lavar su ropa, planchar, limpiar y cocinar, por eso, cuando se fue a Portoviejo, supo defenderse y cubrir estas necesidades.

Si se le puede mencionar algún defecto, son los celos. Santa pronuncia que siempre está pendiente de ella y de su hermana en cuanto al tipo de novios que tengan. No desea que sufran por quien no vale la pena.

Según Beatriz Gómez, directiva de la Federación Ecuatoriana de Lucha Amateur, la presea de oro que obtuvo Montaño es la primera que Ecuador obtiene en el estilo grecorromano a nivel de Juegos Panamericanos.

En el presente ciclo olímpico, el desempeño de Andrés Montaño es ideal. Ganó oro en los Juegos Bolivarianos de 2013, oro en los Juegos Sudamericanos de 2014 y hace 2 días recibió el oro de los Juegos Panamericanos.