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Médicos voluntarios se organizan para asistir a refugiados de Puerto Rico

Puerto Rico es un territorio de Estados Unidos con 3,4 millones de habitantes. Desde el paso del huracán, los boricuas culpan a Washington de haber demorado la respuesta, mientras el presidente Donald Trump se defiende acusando a líderes locales de ineficiencia.
Puerto Rico es un territorio de Estados Unidos con 3,4 millones de habitantes. Desde el paso del huracán, los boricuas culpan a Washington de haber demorado la respuesta, mientras el presidente Donald Trump se defiende acusando a líderes locales de ineficiencia.
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Un puñado de médicos y enfermeros entra a un refugio en Humacao, un pueblo en el sur de Puerto Rico destruido por el huracán María. Preguntan cuáles son las necesidades sanitarias más urgentes. "¡Agua!", dice un grupo de refugiados.

Pero los voluntarios quieren identificar las necesidades médicas y psicológicas para atender a los pacientes con las donaciones privadas y de ONGs recibidas del exterior.

Ni ellos, ni los encargados de el refugio Juan Ponce de León, ni ninguno de los 24 albergados en esta escuela ha recibido apoyo estatal o federal a 12 días del ataque de María, que destruyó el sistema eléctrico y las comunicaciones de la isla.

Entre los refugiados está Kaila Ocajo una joven de 21 años con un bebé, nacido el 8 de septiembre, dos días después del paso del huracán Irma, que azotó la isla dos semanas antes que María.

"Ha sido horrible. Uno no se siente uno. Uno no tiene el aseo que quiere tener porque no hay agua ni luz, es horrible", dice la joven, con su bebé Leonardo en el regazo. Luce cansada y tiene la piel pringosa por el calor y la humedad. Su casa se inundó y ahora está llena de lodo. "Yo nunca pensé que iba a pasarme algo así", dice.

Los voluntarios bajan tres cajas con medicinas. Limpian la herida de un hombre que tiene el pie ulcerado por una complicación debida a la diabetes.

"Las farmacias están cerradas por la falta de electricidad y tengo insulina sólo para una semana, o sea que en cambio de ponérmela dos veces al día me la pongo una vez", dice Alberto Ramos, de 52 años, mientras le quitan la venda.

La endocrinóloga Horidell Febo, una de las voluntarias, le recomienda que guarde la insulina en bolsas plásticas llenas de agua, para tratar de mantenerla lo más fresca posible. No hay electricidad ni generador de energía y el calor tropical es sofocante.

"Necesitamos mucha insulina para los pacientes, y glucómetros, porque muchos al perder sus casas perdieron sus tirillas para medir el azúcar", pide la doctora.

"Lo más urgente es la electricidad o por lo menos diésel para que funcionen los generadores. Y vacunas. Y agua limpia. Eso ahora es muy importante por el riesgo de epidemias".(I)

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