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Actualmente la adolescente vive en Birmingham, inglaterra, y se teme por su vida cuando regresE a pakistán

La Nobel de la Paz más joven de la historia (Galerías)

La paquistaní Malala Yousafzai fue atacada por los talibanes por rehusarse a abandonar la escuela. Foto: AFP.
La paquistaní Malala Yousafzai fue atacada por los talibanes por rehusarse a abandonar la escuela. Foto: AFP.
11 de octubre de 2014 - 00:00 - Redacción y Agencias

Tiene su cabello semicubierto en señal de respeto a las costumbres religiosas del Islam. Sus ojos color miel completan el rostro de un símbolo de lucha por la educación en Pakistán. Se estima que al menos 3 millones de niñas pakistaníes no van a la escuela. El clero del Talibán se los prohíbe y atemoriza a los pequeños pueblos en las afueras de Islamabad.

Pero el Talibán no logró amedrentar a Malala Yousafzai. En 2007 su vida cambió para siempre. Ese año los talibanes  impusieron su ley en el valle del Swat, hasta entonces una tranquila zona turística conocida como la ‘Suiza de Pakistán’. Con solo 11 años, Malala, hija de un director de escuela de convicciones pacifistas, y de una madre iletrada, se animó a escribir un blog en la página de la BBC en urdú, la lengua nacional.

Bajo el seudónimo de Gul Makai, describe el miedo que reina en el valle y la imposibilidad de asistir a las clases. Malala escribió el 5 de enero de 2012: “Me estaba vistiendo para ir a la escuela y me iba a poner el uniforme, pero me acordé de que la directora nos había dicho que no usáramos el uniforme sino nuestra ropa habitual. Así que me puse mi vestido rosa favorito. (…) Más tarde, en la escuela, nos dijeron que no usáramos ropa de colores porque el Talibán no estaría de acuerdo”.

Los escritos de Malala, en ese entonces de 14 años, se multiplican por la web. Ella, sin pensarlo, se convierte en figura popular, pero menos para los talibanes. El grupo radical la ve como un  instrumento de la ‘propaganda occidental’.

Fue así que el 9 de octubre de 2012, Malala salió de la escuela como cualquier otro día y se subió al autobús que la esperaba a la salida. Iba conversando con su amiga Moniba, pensando en los exámenes que debía dar. Casi en la mitad del trayecto 2 hombres armados paran el bus y se suben. Preguntan: ¿Quién es Malala? Luego le disparan un balazo a quemarropa en la cabeza y otro en el cuerpo.

Los proyectiles no acabaron con su vida. Tras una serie de operaciones para restituir su capacidad auditiva en uno de sus oídos y para reconectar un nervio facial que le devolviese el movimiento a una parte de su rostro, Malala superó el incidente. “Lo único que sabía era que Alá me había bendecido al concederme una nueva vida”, cuenta la adolescente en su autobiografía, ‘Yo, Malala’, un best-seller internacional que tuvo una acogida discreta en su Pakistán natal.

Luego vino su discurso en las Naciones Unidas, justamente cuando cumplía 16 años. “La mejor forma de resolver los problemas y luchar contra la guerra es a través del diálogo... Eso no es un tema para mí, es el trabajo del gobierno… y es también el trabajo de Estados Unidos”, mencionó la adolescente.

Ella vive hoy en Birmingham, centro de Inglaterra, donde el viernes se enteró de que había ganado el premio Nobel de la Paz. “Ahora siento que es mi responsabilidad seguir trabajando por la educación”.

Siempre ha dicho a los medios que la educación es la única forma de superación, por muy repititivo que suene. “Quiero aprender de política, de derechos humanos y leyes. Quiero aprender cómo traer justicia al mundo. Además de cómo debería trabajar por la felicidad y educación de más niñas”, dijo la joven en su momento.

La BBC también le preguntó en octubre de 2013 qué pensaba de quienes le habían disparado: “Creo que estarán arrepentidos. Ahora ella (refiriéndo a sí misma en tercera persona) la escuchan en cada rincón del mundo”.

El otro Nobel

Malala no está sola en su lucha por la paz. La Comisión del Nobel decidió que comparte el premio con el presidente de la Marcha Global contra el Trabajo Infantil, el indio Kailash Satyarthi.

Este activista, de 60 años, mantuvo la tradición de Mahatma Gandhi y dirigió diversas formas de protesta pacíficas “centrándose en la grave explotación de los niños con fines económicos’’.

El diario de España contó en una entrevista a Satyarthi que este ingeniero eléctrico tenía un buen trabajo, pero decidió dejarlo para ayudar a los niños víctimas de la explotación laboral. “Desde que era niño me llenaba de rabia e impotencia ver que otros niños de mi edad tuvieran que trabajar y no pudieran ir a la escuela como yo”, dijo en una entrevista.  La ONG de ese hombre, Bachpan Bachao Andolan (BBA), que significa Movimiento por la Salvación de la Infancia en hindi, ha cambiado la vida de 80.000 pequeños trabajadores en la India.

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