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El Telégrafo
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Japón reanuda la caza comercial de ballenas después de 30 años

Una pequeña cría salta durante el avistamiento de ballenas en Okinawa. En invierno los animales visitan las islas para parir y alimentar sus crías.
Una pequeña cría salta durante el avistamiento de ballenas en Okinawa. En invierno los animales visitan las islas para parir y alimentar sus crías.
Tomada: periodistasviajeros.com
02 de julio de 2019 - 00:00 - Agencia VOA

El pasado diciembre Japón anunció su retirada de la Comisión Ballenera Internacional (CBI). Un preludio de lo que empezó ayer, día en que los barcos pesqueros nipones zarparon de los puertos en busca de la carne de estos cetáceos después de más de 30 años sin practicar la caza comercial de ballenas.

Desde ayer hasta final de año, los buques que salieron  de Hokkaido capturarán con fines comerciales 227 ballenas. Por primera vez desde 1988, las aguas territoriales de Japón serán testigos de la caza anual de 52 ballenas de la especie minke, así como 150 de rorcual bryde y 25 de rorcual común.

La información de la cifra se aplazó para no estimular las protestas durante la cumbre de los líderes del G20 que, el pasado fin de semana, se celebró en Osaka.

Según la agencia pesquera, organismo regulador japonés, la cuota fue calculada para que la población de estos animales no sea perjudicada y se mantenga este ritmo de pesca durante 100 años.

“Pondremos en práctica la caza comercial de ballenas conforme a cálculos científicos y siguiendo una apropiada gestión de recursos”, aseguró el subsecretario jefe del gabinete, Yasutoshi Nishimura, en rueda de prensa.

“Esperamos recuperar la normalidad cuanto antes, rejuvenecer la comunidad y transmitir nuestra rica cultura ballenera a la siguiente generación”, añadió.

Sin embargo, el tema generó las previsibles reacciones opuestas de los defensores de animales y ambientalistas.

Nicola Beynon, activista de Humane Society International, indicó que ayer fue “un día triste para la protección global de las ballenas” y acusó a Japón de entrar en “una nueva y desgraciada era de piratería ballenera”.

Según GreenPeace, observador de la Comisión Ballenera Internacional, entre 1997 y 2017 Japón capturó  10.000 ballenas. Cuando Tokio anunció su retiro de la CBI, suscitó críticas por parte de gobiernos y organizaciones de bienestar animal.

La ONG añadió que hace más de un año, durante su expedición anual a la Antártida, los pescadores japoneses mataron 333 ballenas minke, incluidas 122 embarazadas.

Las autoridades de Japón sostuvieron que el consumo de carne de ballena forma parte de su cultura y que la mayor parte de las especies no corren peligro.

“Comía ballena cuando era joven, pero es muy cara últimamente”, afirmó Sachiko Sakai, de 66 años, taxista en Kushiro, ciudad portuaria de la isla norteña de Hokkaido, donde ayer zarparon los barcos balleneros.

El primer ministro japonés, Shinzo Abe, en cuyo distrito de origen se encuentra el centro ballenero de Shimonoseki, apostó por retomar la caza, pero el futuro de la industria aún no resulta claro, señaló elperiodico.com.

Unas 300 personas en Japón trabajan directamente en la caza y provisión anual de carne de ballena (5.000 toneladas), apenas supone una ingesta de 40 o 50 gramos por japonés al año.

Peligro de extinción
Al abandonar la moratoria, Japón no podrá capturar ballenas “con fines científicos”, como lo hacía hasta ahora en aguas del océano Antártico y del hemisferio sur pese a la oposición internacional y la sentencia de la Corte Internacional de Justicia que la consideraba ilegal por no ajustarse a esos fines, sino a propósitos comerciales.

La revista National Geographic, por su parte, señaló en un artículo, que bajo el pretexto de su Programa de Investigación de Ballenas, Japón caza cada año 850 rorcuales aliblancos y 50 comunes y ballenas jorobadas, según cifras del Tribunal Superior de Justicia de las Naciones Unidas.

El pasado año el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés) denunció que Japón cazó más de 50 ballenas en áreas protegidas de la Antártida, como el Mar de Ross, aprovechándose de los vacíos legales.

“La moratoria sobre la caza comercial de ballenas promulgada por la CBI salvó a varias especies de ballenas de la extinción y que algunas poblaciones se recuperaran”, afirmaron autores del informe de la WWF.

“Pero más de tres décadas después, las grandes ballenas y sus primos cetáceos, delfines y marsopas, se enfrentan al crecimiento de amenazas de una serie de actividades humanas, que provocan desde el cambio climático hasta la contaminación”, concluye el documento.

Junto con Japón, Islandia y Noruega se mostraron a favor en la última década de levantar la moratoria en la caza de ballenas. (I)  

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