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Entrevista / Marco León Calarcá / Delegado de la misión negociadora de las FARC (I Parte)

“El uribismo concibe la paz como el arrasamiento a sangre de toda oposición”

Marco León Calarcá, delegado de la misión negociadora de las FARC.
Marco León Calarcá, delegado de la misión negociadora de las FARC.
08 de julio de 2014 - 00:00 - Redacción Mundo

Colombia

El delegado de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), Marco León Calarcá, en una entrevista exclusiva con diario EL TELÉGRAFO, revela detalles sobre los avances del proceso de negociación de paz con el gobierno de Juan Manuel Santos.

Se tiene la certeza de que el triunfo de Juan Manuel Santos tuvo mucho que ver con la legitimación política de las negociaciones de paz con ustedes en La Habana. ¿Se sienten responsables del discurso que sostuvo la campaña de Santos durante la segunda vuelta?
Este proceso adelantado en La Habana es legítimo de nacimiento. El pueblo colombiano y sus organizaciones, entre las cuales nos contamos, ejerce su derecho a la resistencia ante las agresiones del Estado y sus diferentes gobiernos. Más de 80 años de violencia antipopular no solo legitiman sino que hacen necesaria la búsqueda de la paz con justicia social a través de los diálogos.

Si bien Santos es reelegido presidente, ¿qué mensaje entienden ustedes que conllevan los 7 millones de votos que obtuvo el uribismo?, ¿qué está diciendo, según la lectura de las FARC, esa parte de la sociedad colombiana?
El excluyente sistema electoral colombiano tiene todos los vicios y más. Es esencialmente antidemocrático, se caracteriza, entre otras, por la corrupción, el dolo, el fraude y el uso del terrorismo, por eso sus resultados no son confiables, es una denuncia histórica del movimiento popular y su cambio una exigencia permanente e ineludible y figura en las propuestas mínimas presentadas por las FARC-EP.
Las mayorías colombianas estamos por la construcción de la paz con justicia social y soberanía, democracia plena y vida digna, producto del trabajo. Los únicos enemigos de la paz son quienes se lucran de la guerra, en lo económico y lo político, y le aseguro que no son esos 7 millones.
Además, aunque hubo avance en la participación en las elecciones, la abstención, la gente impedida para votar, los votos en blanco y los votos nulos superan esas cifras y no se tienen en cuenta.
Miremos las cifras de ese nada confiable ente electoral, la Registraduría Nacional. Universo de votantes: 32’975.158, del cual sufragaron 15’794.940 (47,89%), ahí ya queda una minoría eligiendo. Pero de estos solo fueron válidos 15’341.383 (97,12%). Votos nulos, 403.405 (2,55%) o no marcados 50.152 (0,31%) y ya tenemos otro 2,86%; y el voto en blanco obtuvo 616.396 (4,03%); es decir, el voto por los candidatos fue de 14’721.987 (95,96), por tanto a la abstención se suma ese 4,04% y ya vamos por el 57%, que de una u otra manera, y no necesariamente consciente, no participa o lo hace para rechazar, como es el voto en blanco y falta agregar los millones que no están cedulados. Es necesario insistir en las dudas sobre esas cifras, pero es bueno el análisis para hacerse a la idea.

Teniendo como marco lo anterior, ¿cuáles serían, según ustedes, los cambios que podrían derivarse de esta especie de medición de la temperatura política de los colombianos?, ¿hubo también una medición de los grupos de poder?
Al combinar elementos de la realidad colombiana y de nuestra América, en busca de un correcto análisis y conocedores que es imposible la objetividad, ratificamos nuestra convicción ya expresada. Colombia y su gente anhelan la paz y esta hace parte de la paz y proyección de la Patria Grande. Los medios desinforman tratando de satisfacer intereses de sus propietarios, los grandes grupos económicos, pero no se logra desvirtuar esa realidad de la resistencia popular.
Por eso agitamos la bandera de la solución dialogada y reiteramos nuestra demostrada voluntad de construir acuerdos que la permitan. Entendemos que hacer parte de la unión de todas esas corrientes populares en un inatajable torrente de cambio, transformación y renovación.

Para ampliar las preguntas anteriores, ¿nos podrían explicar qué hubo atrás de esta aparente disputa entre el santismo y el uribismo?
Lo entendemos como una diferencia a nivel de la oligarquía, de modelos de expoliación y entrega de la soberanía. Por ninguna parte se ve sentimiento patrio, bienestar, justicia social y ánimo democrático como objetivos a lograr.
El santismo pretende limpiar la cara al régimen; su pretensión es la paz que permita la explotación tranquila de los recursos naturales por parte de las transnacionales; por eso el gran debate, la gran contradicción a superar es cuál es la paz que vamos a construir, y para eso es necesaria la participación de las mayorías con sus propuestas.
El uribismo concibe la paz como el arrasamiento a sangre y fuego de toda oposición a su proyecto explotador; basa su poder en el dinero del narcotráfico, las armas del paramilitarismo y la manipulación politiquera de los poderes; es una forma de fascismo. Pero son diferencias que habían logrado conciliar.
El grave riesgo de nuestra América es que la extrema derecha, en cabeza de Uribe, se abra paso en Colombia y se arrecie el ataque a los procesos revolucionarios, democráticos y progresistas vividos en el vecindario; sin desconocer el carácter del santismo, que no tiene nada de revolucionario ni de progresista. Por eso insistimos en la necesaria solidaridad para con la Mesa de Conversaciones en La Habana.

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