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La presidenta argentina dejará la casa rosada con una aprobación que ronda los 50 puntos

El "kirchnerismo": El poder de reinventarse a sí mismo

La presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner (izq.), junto al gobernador de Buenos Aires y candidato presidencial oficialista, Daniel Scioli (der.). Foto: AFP
La presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner (izq.), junto al gobernador de Buenos Aires y candidato presidencial oficialista, Daniel Scioli (der.). Foto: AFP
23 de octubre de 2015 - 00:00 - Marcelo Izquierdo, corresponsal en Buenos Aires

El “fin de ciclo” vaticinado hasta el hartazgo en los últimos años en la Argentina se prepara para chocar, por enésima vez, con un “kirchnerismo” que llega a las elecciones presidenciales del domingo fortalecido y como favorito para extender a 16 años su gestión de gobierno. Aunque esta vez sin el apellido que le dio su impronta: Kirchner, que gobierna en forma consecutiva desde el 2003, primero con Néstor Kirchner y luego con su esposa, la actual mandataria Cristina Fernández de Kirchner.

Algunos lo llaman “audacia”. Otros, simplemente hablan de una innata capacidad de reinventarse ante cada adversidad. Lo cierto es que cada vez que el “kirchnerismo” dio un paso hacia atrás y la oposición vaticinó un inminente “fin de ciclo”, el gobierno argentino huyó hacia adelante y volvió a enderezar el rumbo.

Tal vez quien mejor definió esta realidad política que vive el país austral fue el más encarnizado periodista opositor, Jorge Lanata, figura estelar del Grupo Clarín, el emporio mediático más poderoso de la Argentina.

“El gobierno kirchnerista tiene una característica muy buena, y muy difícil de manejar, que es la audacia. Cuanto más arrinconados están, más doblan la apuesta. Y eso es realmente positivo para hacer política, porque te permite crecer de todas maneras”, dijo Lanata en un reportaje al diario El País, de Madrid.

El “fin de ciclo” no es algo nuevo. Se viene hablando desde antes que Néstor Kirchner asumiera su presidencia el 25 de mayo del 2003. Había conseguido solo el 22 por ciento de los votos en los comicios de aquel año, dos puntos menos que el exmandatario Carlos Menem, que decidió no participar del balotaje porque los sondeos le pronosticaban una derrota contundente.

LOGROS DEL KIRCHNERISMO

Durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, entre 2003 y 2015, se anularon las leyes de perdón por crímenes de la dictadura (1976-1983) y se reabrieron los juicios por violaciones a los derechos humanos. Hay 592 militares y policías condenados. El exdictador Jorge Videla murió en una cárcel común.

Se sancionaron la Ley de Matrimonio Igualitario, pionera en América Latina, y una Ley de Identidad de Género.

El gobierno argentino dejó de dar estadísticas de pobreza. Desempleo de casi 20% al iniciarse el kirchnerismo bajó al 6%. La economía crecía a 8% anual y ahora está estancada.  

Se estatizó la empresa de petróleo YPF, Aerolíneas Argentinas, Correo y Ferrocarriles, cuando todas eran deficitarias.
Kirchner tomó las riendas del país sin respaldo popular, debilitado de entrada y en medio de la peor crisis social y económica de la historia del país tras el estallido de diciembre del 2001 que acabó con el gobierno de Fernando de la Rúa. En ese entonces analistas de turno vaticinaban que Kirchner, un ignoto gobernador de la patagónica provincia de Santa Cruz, no duraría más de un año.

Pero ese año se convirtió en cuatro y luego en otros ocho en manos de su esposa. Kirchner dejó su gobierno con una popularidad que superaba el 70 por ciento y ahora su sucesora tiene una aprobación que ronda los 50 puntos, según distintos sondeos. Una cifra más que aceptable después de 12 años de gobierno.

Pero en el medio, año tras año, la oposición anunció con bombos y platillos el “fin del ciclo kirchnerista”.

Ocurrió en el 2008, en pleno “lock out” patronal de las entidades rurales que paralizó el campo en protesta contra la política oficial de retenciones de granos, cuando el respaldo al gobierno cayó por debajo del 30 por ciento. O un año después, cuando el propio Kirchner, como primer candidato a diputado nacional por la estratégica provincia de Buenos Aires, perdió las elecciones de medio término, un baldazo de agua fría para el proyecto oficial. Pero dos años después, en el 2011, Cristina Fernández ganó la reelección con el 54 por ciento de los votos.  

Este sube y baja que hizo añicos cualquier análisis político volvió a repetirse en las legislativas del 2013. La oposición salió victoriosa y la imposibilidad constitucional de Cristina Kirchner para optar por un tercer mandato consecutivo hizo renacer los anuncios de un “fin de ciclo”.

El periodista y escritor Horacio Verbitzky, analista del diario progresista Página/12, definió muy bien este fenómeno: “Pese a las contrariedades de la economía y a la imposibilidad constitucional de un nuevo mandato, CFK (las siglas de la mandataria) retiene una centralidad política y cultural que enerva a la oposición política y mediática”.

Y agregó: “Esto se debe a la desazón de percibir que todos sus esfuerzos son insuficientes para acabar con un proyecto político al que dieron por concluido con regularidad desde 2003, cuando vaticinaron que Néstor Kirchner no duraría más de un año porque no aceptó el pliego de condiciones que le presentaron”.

Con los sondeos en contra y la palpable posibilidad de un nuevo gobierno “kirchnerista”, ahora el “fin de ciclo” es anunciado por la salida del apellido Kirchner del gobierno, más allá de que triunfe el oficialismo o la oposición. “Si gana (el candidato oficialista Daniel) Scioli no habrá más kirchnerismo”, interpretó la postulante del frente Progresistas, la socialdemócrata Margarita Stolbizer.

Y argumentó: “El peronismo es una construcción muy vertical donde gobierna el que tiene la chequera y la lapicera”. Hoy, paradójicamente, las mayores esperanzas de la oposición para acabar con el “kirchnerismo” están puestas en Daniel Scioli, tanto que hasta el legislador Francisco de Narváez, un exponente de la derecha peronista que venció a Kirchner en los comicios legislativos del 2009, anunció que votará en las elecciones de este domingo al candidato oficialista. Porque, como la historia se ha encargado de demostrar, el peronismo no es de derecha ni de izquierda, sino todo lo contrario. (I)

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