Dilma Rousseff se muda del palacio de Brasilia a La Tristeza, como se llama el barrio donde tiene su apartamento en la ciudad sureña de Porto Alegre. Seis días después de que fue destituida por el Senado en un juicio político producto de un movimiento liderado por su exvicepresidente, Michel Temer, quien la traicionó y asumió el poder.

Dos camiones de mudanzas ingresaron ayer en la mañana al Palacio de la Alvorada, residencia presidencial, para llevar los objetos presidenciales recibidos por Rousseff desde que en 2010 asumió la presidencia.

“Dilma eligió vivir en Porto Alegre. Tendrá derecho por ley a ocho personas asignadas: cuatro agentes de seguridad, dos choferes y dos asesores”, dijo a EL TELÉGRAFO Olimpio Cruz, portavoz de la exmandataria.

En Porto Alegre, la militancia prepara actos para denunciar el ‘golpe’ contra Rousseff, quien apenas fue destituida por el Senado, que no la inhabilitó para ocupar cargos públicos. No cobrará jubilación, ni salario. Los costos de sus guardias y asesores los cubre, por ley, el Tesoro nacional y es para todos los expresidentes.

La exmandataria tiene un apartamento en el barrio La Tristeza, de Porto Alegre, capital del estado sureño de Rio Grande do Sul. En esa ciudad vive su hija con sus dos nietos. Y también su excónyuge, uno de sus mejores amigos, Carlos Araújo.

Por lo pronto, Rousseff volverá al llano luego del momento más agitado de la vida brasileña desde el regreso de la democracia: fueron más de 6 meses de puja en torno a un juicio político por maniobras contables en el presupuesto, un supuesto delito que fue la coartada de la oposición para sacarla del juego.

Dilma dejó el Palacio de la Alvorada, donde vivió desde el 12 de mayo en forma permanente, cuando fue suspendida en el cargo antes de ser sometida a la votación final del Senado. El lujoso edificio modernista de curvas y rectas imposibles diseñado por el mítico arquitecto Oscar Niemeye sirvió de base de operaciones para su resistencia y de denuncia contra el ‘golpismo’ de Michel Temer.

Allí dio su último discurso tras ser destituida el 31 de agosto: “Sufro el segundo golpe de Estado de mi vida, a través de una farsa legal que me quita del cargo por el cual fui electa por el pueblo”, dijo al comparar el proceso de destitución con su pasado de presa política víctima de torturas durante la dictadura brasileña (1964-1985).

Rousseff sostuvo que su destitución fue para proteger a Temer y sus aliados de las operaciones contra la corrupción, pero también para implementar la agenda del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), cuyos candidatos fueron derrotados en 2002, 2006, 2010 y 2014. Ahora, el PSDB es el principal aliado de Temer y le reclama ajustes neoliberales como la reforma de la jubilación y el fin de la ley laboral que rige desde 1943.

“El proyecto nacional progresista, incluyente y democrático que representó es interrumpido por una poderosa fuerza conservadora y reaccionaria, con el apoyo de la prensa partidista y corrupta. Se capturarán las instituciones del Estado para ponerlas al servicio del más radical liberalismo económico y del retroceso social”, comentó.

A qué se dedicará Rousseff es un interrogante. Ella no tiene una carrera política tradicional. Apenas se hizo conocida cuando Luiz Inácio Lula da Silva la eligió en 2009 para ser su sucesora, siendo la ministra coordinada del gobierno.

Tal vez ayude a algunos candidatos a alcaldes en las elecciones municipales del 2 de octubre, en lugares que Temer es repudiado, por ejemplo, el noreste del país. “Ella tiene alta popularidad en las ciudades importantes”, dijo Fátima Bezerra, senadora del Partido de los Trabajadores (PT), del estado de Rio Grande do Norte.

Rousseff tiene varias opciones. El viernes le dijo a periodistas que podría viajar por América Latina si la invitan a participar en actos o seminarios. También le surgieron ofertas para enseñar en instituciones de Francia y Estados Unidos, según el diario Folha de Sao Paulo que su vocero no confirmó.

Por otra parte, comandará parte de la resistencia al “golpe”, sobre todo considerando que Temer minimizó las primeras acciones al decir que eran “40, 50 personas que depredan automóviles”. La respuesta vino el domingo, cuando la izquierda reunió a 100.000 personas apenas al convocar por redes sociales, en la avenida Paulista de Sao Paulo, una marcha pacífica que fue reprimida.

Amnistía Internacional y organismos denunciaron la violencia policial contra los manifestantes el domingo en la noche,  incluso 26 jóvenes fueron detenidos antes de la marcha, acusados de asociación ilícita y de causar disturbios.

“Fue una marcha importante, pero no tanto como las que eran contra Dilma. Esto no nos hará cambiar de rumbo”, dijo el ministro de Economía, Henrique Meirelles, desde China, donde participó de la cumbre del G-20. El presidente Temer, que buscaba el reconocimiento internacional en China, regresó a Brasil sabiendo que sus reformas en el tejido social, un reclamo de los industriales que financiaron la campaña contra Rousseff, piden con celeridad bajo el argumento de reducir el costo país para atraer las inversiones.

El PT anunció que acudirá a la OEA para denunciar la violencia policial en Sao Paulo, “porque la Fiscalía no está funcionando”, según el diputado Paulo Teixeira.

Sin embargo, un juez de primera instancia, Rodrito Tellini, liberó a los detenidos y le dejó un recado al nuevo Gobierno brasileño: “Vivimos tristes días para nuestra democracia. Triste es el país en el cual los ciudadanos necesitan soportar todo con la boca cerrada”. (I)