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700.000 votos es la diferencia entre el primer y segundo puesto en el balotaje del pasado domingo

A Macri le esperan 4 años con un país dividido

Mauricio Macri, presidente electo de Argentina. Foto: AFP
Mauricio Macri, presidente electo de Argentina. Foto: AFP
24 de noviembre de 2015 - 00:00 - Marcelo Izquierdo, corresponsal en Buenos Aires

El empresario derechista Mauricio Macri, vencedor del histórico balotaje del domingo, asumirá la presidencia de Argentina el 10 de diciembre con una sociedad virtualmente dividida en dos, un congreso adverso con fuerte presencia “kirchnerista” y un giro de 180 grados en política exterior.

En lo que fue su primer gran anuncio, Macri pedirá aplicar la “cláusula democrática” del Mercosur para suspender a Venezuela, en lo que se vislumbra como un acercamiento al bloque de la Alianza del Pacífico y Estados Unidos.

“Lo vamos a hacer. Vamos a invocar la cláusula democrática del Mercosur” ante “los abusos que   hace” el gobierno de Nicolás Maduro. “Las denuncias son claras y contundentes. Lo que está pasando en Venezuela no tiene que ver con el compromiso democrático”, dijo Macri este lunes en su primera rueda de prensa como presidente electo. La noche anterior estuvo acompañado por Lilian Tintori, la esposa del dirigente opositor venezolano que guarda prisión, Leopoldo López.

Argentina entró en una nueva etapa en su joven democracia, después de un balotaje transparente, sin incidentes ni denuncias y en absoluta paz.

El giro a la derecha no solo trae temor sobre una vuelta al neoliberalismo de la década del 90, sino que abre además un tiempo de incertidumbre en torno a la gobernabilidad de un presidente que no tendrá el manejo de ninguna de las cámaras del Congreso y con mayoría de gobernadores peronistas.

El país austral entrará en una lógica menos épica de la política que dominó los últimos 12 años, con confrontaciones constantes, dando paso a una época de obligado pragmatismo en la que la derecha tendrá escaso margen para deshacer políticas sociales clave del gobierno saliente.

El “kirchnerismo” sufrió un golpe con la derrota en el balotaje más allá de la exigua diferencia de 2,8 puntos con que Macri terminó imponiéndose sobre el candidato del Frente para la Victoria (FpV), Daniel Scioli (51,40% frente a 48,60%), unos 700.000 votos de diferencia sobre un padrón total de 32 millones. Sin embargo, en sus primeras declaraciones, el jefe de gabinete, Aníbal Fernández, rechazó cualquier esbozo de autocrítica. “Salimos casi empatados”, indicó.

Por lo pronto, la mandataria saliente, Cristina Fernández de Kirchner, recibirá a Macri hoy en la tarde en la Residencia Presidencial de Olivos, en la periferia norte de Buenos Aires, para comenzar a administrar la transición.

El país quedó virtualmente dividido en dos. “El “kirchnerismo” se enfila como un árbitro clave en esta nueva estructura de poder que tendrá a la derecha de regreso a la Casa Rosada, sede del gobierno, por primera vez desde 1999, cuando el exmandatario peronista Carlos Menem dejaba atrás una década de capitalismo salvaje, recesión y un tendal de pobres y desempleados como antesala de la peor crisis social y económica que estallaría en diciembre de 2001.

Pero hay un dato contundente: más allá de los regímenes dictatoriales, Macri será el primer presidente ajeno a los dos partidos tradicionales, el peronismo y la Unión Cívica Radical (UCR), en los últimos 100 años, desde el conservador Victorino de la Plaza, en 1916.

Macri deberá construir gobernabilidad a través de un delicado equilibrio de alianzas con sus socios que lo llevaron a la presidencia, en especial con la centenaria UCR, pero sin dejar de lado el peronismo renovador encarnado por el excandidato presidencial Sergio Massa, quien aparece como uno de los dirigentes con más peso en la nueva estructura de poder. “Así como vamos a apoyar todas las medidas que sirvan para que nuestros trabajadores y jubilados vivan mejor y para que tengamos una mejor calidad educativa, vamos a levantar la voz cuando veamos que hay un camino que no lleva a buen puerto”, advirtió Massa, quien quedó tercero en la primera vuelta.

El “kirchnerismo” mantendrá desde el 10 de diciembre mayoría en el Senado y será la primera minoría en la Cámara Baja de Diputados, donde habrá 117 legisladores sumando propios y aliados, frente a los 91 de la alianza derechista Cambiemos (41 de Propuesta Republicana, el partido de Macri y el resto de la UCR y la Coalición Cívica de Elisa Carrió)  y 36 del peronismo no “kirchnerista”. El quórum es de 129 diputados.

Macri será el primer presidente democrático argentino que asumirá sin contar con la mayoría de diputados. Para aprobar cualquier proyecto su gobierno necesitará llevar adelante políticas de consenso, no solo para mantener unida a su propia coalición sino para sumar el apoyo del peronismo renovador. En el Senado la situación es distinta: allí el “kirchnerismo” tiene quórum propio y Macri no tendrá más remedio que sentarse a negociar con él.

Por ello, el principal problema que se le avecina a Macri es crear “gobernabilidad” contraponiéndose a un “kirchnerismo” que perdió el balotaje pero sigue manteniendo una importante cuota de poder en el Parlamento y en las gobernaciones provinciales. La diferencia de puntos entre Macri y Scioli solo fue de 2,8 puntos. En las filas de Cambiemos soñaban con un margen de entre 8 y 10 puntos para entrar con fuerza en el gobierno.

Macri deberá  también poner un ojo en el sindicalismo tradicionalmente peronista y hoy sumamente dividido. Tiene el respaldo del sector oficial de la Confederación General  del Trabajo (CGT), que lidera el camionero Hugo Moyano, un exférreo referente “kirchnerista”.

Pero Moyano fue también un reconocido opositor al neoliberalismo en la década del 90, lo que abre un fuerte interrogante sobre sus posturas futuras. El sindicalismo comenzará ahora un proceso en el que buscará la unidad de las tres centrales obreras peronistas divididas entre el sector de Moyano, el “kirchnerista” del metalúrgico Antonio Caló y la “massista”, encarnada por el gastronómico Luis Barrionuevo.

El objetivo es ir hacia la unidad en el mediano plazo, en especial para actuar como un dique de contención ante un eventual avance de la derecha macrista contra los derechos sociales alcanzados en los últimos años.

Mientras tanto, el presidente electo deberá enfrentarse a las presiones de sus aliados mediáticos más reaccionarios. Este lunes el diario conservador La Nación le pidió implícitamente en un editorial terminar con la revisión del pasado en los juicios a represores afirmando que “las ansias de venganza deben quedar sepultadas de una vez para siempre”.

En el plano económico, Macri prometió corregir asuntos como la restricción cambiaria y la desconfianza en las estadísticas oficiales, sobre todo las referentes a la inflación.

En Argentina rigen restricciones a la compra de divisas desde 2011. “El cepo (control cambiario) es un error, el no tener un Banco Central independiente es un error, son cosas que vamos a corregir”, indicó el mandatario electo visiblemente cansado.

En el mercado cambiario oficial la moneda local cotizaba a 9,68 pesos por dólar estadounidense, dos centavos más que el viernes.

En el mercado informal la moneda local se vendía a 15,05 pesos por dólar, dos centavos menos que el último día hábil antes del balotaje. El FpV advirtió que una de las primeras medidas de Macri sería una devaluación del peso.

A poco de comenzar la rueda de prensa de Macri, el índice Merval de la bolsa de Buenos Aires ganaba 2,56%, y medios especializados indicaron que subían los bonos públicos hasta 3% en promedio.

Las acciones que lideraban la suba generalizada eran la siderúrgica Siderar (+5,33%), la petrolera estatal YPF (+5%) y el Banco Macro (+4,58%).

En el mercado de bonos de la deuda pública las subas promediaban el 3%, mientras el riesgo país caía a niveles similares a los registrados en 2011, según la prensa especializada. (I)

Festejos en Buenos Aires, la noche del domingo, por la victoria del derechista Mauricio Macri en los comicios. Foto: AFP

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