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El Telégrafo

Barrera: “Quito vive una disputa cultural intensa y mediática”

Barrera: “Quito vive una disputa cultural intensa y mediática”
04 de diciembre de 2011 - 00:00

Hace tres años, Augusto Barrera llegó a la Alcaldía de Quito. Se propuso transformar la capital. La imagina como un espacio moderno, tolerante, crítico, de debate, descentralizado y empoderado del espacio público. Su hoja de ruta fue: el 2010 poner en orden la casa, el 2011 ejecución de las obras y el 2012, el  año  de debate de las libertades y derechos de la ciudadanía. Todo esto, desde su visión, para desarrollar los cambios ideológicos y culturales, que como retos desató la consulta popular de mayo del 2011.

Y ahora, para Barrera esta capital, que ya no es una ciudad pequeña, sino un Distrito cosmopolita, es una de sus preocupaciones estresantes y estimulantes, una angustia cotidiana y un reto consigo mismo: quiere colocarla como un espacio del buen vivir, de construcción de ciudadanía plena y un espejo para el país.

¿Qué es Quito para su alcalde?

La ciudad más cosmopolita del Ecuador, con un tránsito acelerado hacia la modernidad. Quito concentra la mayor diversidad política y a su vez es homogénea, pese a las brechas sociales, en la cobertura de servicios básicos (agua, luz, teléfono, alcantarillado).

Dejó de ser una ciudad pequeña para convertirse en un distrito, solo en el período intercensal (10 años) creció cerca de 800.000 habitantes. Cada año llegaron o nacieron 80.000 personas. Este es un ritmo superior a la media y más alto que el de ciudades grandes como Guayaquil. La capital además concentra el mayor número de establecimientos económicos (más de 100.000), de estructura comercial, académica, industrial y buena parte del sector burocrático.

¿Y en esta ciudad cómo son ahora los quiteños?

Ser quiteño es más un modo de ser. Hay una controversia en el modo de ser quiteño y el ser quiteño: hay una disputa cultural. El conflicto radica porque en Quito aún existe una herencia aristocrática, franciscana y, a veces, excluyente. Desde esa perspectiva resulta que  todo Quito es un club o todo Quito son quienes viven en ciertos sectores. Esa es una visión aristocrática decadente, a la que le duele que no sea un representante de ellos quien esté en la Alcaldía, los que creen que los barrios populares son cualquier cosa.

Pero también existe  una forma más moderna, diversa y plural de ser quiteño que es la cosa creativa, solidaria, inclusiva de la ciudad. ¿Ejemplos? Miremos la estructura de barrios como San Carlos, La Villaflora, La Magdalena, La Vicentina, El Inca... Son poblaciones que  se modernizan, tienen acceso Internet, que so habitados por raperos, roqueros, poetas, que están en la universidad, que trabajan...

¿Nos está diciendo, en otras palabras, que hay gente a la que no le gusta  su alcalde por no ser un aristócrata quiteño?

Ese tema es una disputa cultural. Es ese intento de construir una lógica de apreciación de estima de la ciudad. Les encantaría que esto sea Miami o un malecón. Eso se refleja mucho en el debate mediático.

Con estas polaridades ¿cómo imagina un Quito moderno?

La modernidad se refiere a una ciudad cosmopolita, universal, crítica, que tiene unos elementos importantes de cohesión social. Que Quito  haya crecido tanto no eliminó acciones comunitarias como la  minga en los barrios, la caminata al Quinche, la reunión de los barrios. Estos son elementos interesantes de una modernidad quiteña. Es  nuestra forma de tener, en una misma carne, una visión cosmopolita y elementos de interés común. Esa es la luz  y el esplendor de la identidad quiteña.

¿Por qué si hay otra concepción de ser quiteño continúan las fiestas con tono español?

La celebración está cambiando, aunque aún existe una visión nostálgica de la celebración española, pese a que la fiesta hispana comenzó hace 50 años y se estructuró en la misma época de grandes tensiones políticas de América Latina. Ya hace 10 años el Concejo de aquella época reconoció que hay un componente milenario en Quito, que viene de personajes históricos como Rumiñahui y  Atahualpa.

A las nuevas celebraciones le queremos dar la dimensión del Quito Libertario, porque exactamente el 11 de diciembre se instaló aquí, en 1811 la reunión de todos los barrios y provincias libres que hicieron la primera Constitución de Quito. Entonces, la celebración reconoce y festeja esos hitos de la ciudad.

Ahora la celebración es diversa con  dos megaeventos en Quitumbe (sur) y La Carolina (norte). A la vez que se desconcentra con las celebraciones en las parroquias, para afirmar que Quito somos todos. En el 2010, en la Feria de Quitumbe, se reunió en cinco días a  450.000  personas, hubo bajo consumo de alcohol y no tuvimos ni un muerto.

¿El quiteño tiende a ser fiestero?

La conmemoración y la celebración  fue incorporada a manera de fiesta, pero en sí  Quito es una ciudad volcada hacia un proceso de masas, colectivo. Eso se ve desde las carreras en las cuales  participan 10.000 ó 15.000 personas o en la presentación de un “teatrero” en la calle, quien en cinco minutos tiene a 100 personas a su alrededor. Es una ciudad que tiene predisposición a construir lo público que es un valor muy importante. Lo cual es muestra de la tolerancia que tenemos.

Al quiteño le gusta construir el espacio público, pese a las complicaciones desde el punto de vista de la seguridad, lo que buscamos en la ciudad es la apropiación de ese espacio público y que experiencias como la de la Plaza Foch en el sector de La Mariscal  (centro norte) se replique en espacios como el “bulevar” de la 24 de Mayo, del parque  La Carolina. Por eso es primordial construir condiciones materiales para que la ciudadanía se reencuentre así mismo. Son esos  elementos los  que le dan a la ciudad esa característica internacional.

¿El quiteño es rebelde, irreverente, forajido?

¡Sin duda! Esta ciudad  tiene esas características. Que la sociedad sea crítica y exigente es bueno para todos. Sería terrible una ciudad dormida, subordinada. Pero la extrapolación de una hipercriticidad puede ser grave porque termina bloqueando los caminos y proyectos.

Una ciudad para poder desarrollarse debe contar con el nivel de criticidad y conflicto para que camine, pero no puede hacer que se autoconsuma afectándose a si misma. En este último período creo que hay una responsabilidad enorme en los medios sobre el tema. Hay unas formas de tratamiento de la ciudad  que son increíbles. Si en Quito se incendia un páramo o una casa es culpa del Alcalde.

Hay que hacer una pedagogía de valores de criticidad y participación. Hay una lógica construida de vaciar los elementos positivos del orgullo y dignidad quiteña. Hay una responsabilidad brutal y malvada de la construcción de la cultura. Tenemos líderes de opinión pública que nunca encuentran un criterio positivo de la ciudad. Todo para ellos es malo.

El problema fundamental de la ciudad es cultural, en el sentido de la crítica a que todo está mal. Si uno leería la ciudad a partir de algunos medios creería que uno está viviendo en el infierno y que todo lo que quieren los ciudadanos es arrastrar al Alcalde como a Eloy Alfaro. Las encuestas dicen que tenemos un promedio de aceptación del 65% hasta el 68%. Evidentemente  hay una lectura que no está reflejada.

¿Esta ciudad  consolidará y profundizará la Revolución Ciudadana en sus valores más políticos o esta tiene que mirar a la ciudad y mirarse en ella?

Es indispensable que la Revolución Ciudadana mire con detenimiento la ciudad. En determinado momento se hizo abstracción de la particularidad y la importancia que tiene Quito para el proceso. Está claro que son necesarias las inversiones, desde el Gobierno y la Municipalidad. Es una demanda legítima que bien canalizada va a permitir que la ciudad dé un salto. Lo que no voy a hacer es un uso politiquero a los pedidos que se hagan al Gobierno. Este ayudará al financiamiento de la ciudad como es su obligación.

El segundo tema es más político. Algo cambió a partir de la consulta popular (mayo 2011) y eso lo veo con mucha preocupación. Se modificó la sintonía, de gran parte de la ciudad, con el proyecto de Revolución Ciudadana, fundamentalmente a partir de una mala lectura de la defensa de las libertades. Algunas de las preguntas eran tremendamente importantes y creo que otras se plantearon inadecuadamente en relación a que se estaban restringiendo las libertades y el quiteño es un liberal por excelencia, en el uso de sus derechos.

¿A qué se refiere con una mala lectura  de las libertades?

Por ejemplo: ¿Cuántas personas han ido a los toros? El aforo de la plaza es 10.000. La ciudad tiene más de 2 millones de habitantes, es un evento  que tiene una cierta implicación social  pero ese tema termina convirtiéndose en un debate sobre la libertad y los derechos.

En este sentido me parece que es indispensable  reafirmar que un  proceso democrático como el que estamos viviendo, toda la vida se hizo y es desde  la izquierda, la que ha defendido las libertades. Es decir la defensa de los derechos civiles, sociales y políticos siempre ha sido una construcción desde la izquierda y el pésimo planteamiento de algunos temas en la consulta hizo que ese espíritu libertario se vea afectado.

¿Los resultados de la consulta afectaron el proyecto del Alcalde?

Afectaron porque la Alcaldía quedó en la mitad de fuegos cruzados. Hay  lecturas  importantes  tras la consulta que no se toman en cuenta y no se debaten. Un caso es el de los sectores productivos quiteños los cuales al  conocer los resultados del mandato popular construyeron un sentido más democrático o legal en la ciudad. Por ejemplo: en el tema de pago de impuestos, de afiliación a la seguridad social a los empleados y a la entrega justa de utilidades.

La lectura tras la consulta es que probablemente la falta de sintonía entre el humor de la ciudad y el humor de la política nacional, ahora implica concertar e incorporar, con una orientación clara, a todos los sectores para valorar la libertad.

¿Para cumplir con los proyectos es necesaria la reelección?

Un período no es suficiente para concluir con todo este proyecto. Creo que en sí, independientemente si soy yo o no, el proyecto de cambio debe tener un seguimiento o una continuidad en pro de la ciudad. Hay cuestiones clave: concienciar sobre la necesidad de lograr cambios, que las transformaciones en democracia tengan la continuidad y la contundencia de los ciclos.

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