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El monigote de aserrín, una costumbre que se niega a morir en el país

En las calles América y Mariana de Jesús, en Quito, los monigotes de aserrín se resisten a desaparecer, sobre todo por sus bajos costos.
En las calles América y Mariana de Jesús, en Quito, los monigotes de aserrín se resisten a desaparecer, sobre todo por sus bajos costos.
Foto: Mario Egas / El Telégrafo
31 de diciembre de 2018 - 00:00 - Redacción Cultura

En una esquina de la calle Guaranda, frente al parque Forestal de Guayaquil hay más de 100 cuerpos amontonados, uno encima de otro, con una madera que sobresale de su torso, sin cabeza. Las caretas están metidas en un saco en el que Spiderman y el abuelo con bigotes blancos y fina barba son iguales.

La gente que pasa en carros elige el suyo desde $ 6. “Los que más compran son los que trabajan en empresas”, dice Máximo Édison Santana, un albañil que dedica sus diciembres a lo mismo que hacían su padre y su abuelo: rellenar cuerpos con aserrín, ponerles una careta y venderlos desde el Día de los Inocentes, el 28 de diciembre, hasta que casi se termine el año.

Alrededor del parque Forestal, desde la calle El Oro hasta la Seis de Marzo, las esquinas están repletas de cuerpos de monigotes, una de las opciones más económicas -pero también una de las más contaminantes- para quemar el año.

Quienes los elaboran compran la ropa en un mercado del suburbio, empezaron con la producción como una herencia y tienen entre sus opciones uno que otro muñeco de cartón en tamaño pequeño y precios módicos.

En la calle El Oro, en Guayaquil, se reúnen algunos vendedores tradicionales de monigotes de aserrín. Se venden desde $ 6.En la calle El Oro, en Guayaquil, se reúnen algunos vendedores tradicionales de monigotes de aserrín. Se venden desde $ 6. Foto: José Morán / El Telégrafo

“Cada quien mira y escoge el muñeco que le gusta”, dice Fanny, una vendedora de monigotes de aserrín que ayuda a su esposo cada fin de año desde hace dos diciembres, luego de que un amigo les propuso meterse en el negocio en el que toda la familia está involucrada.

La mayoría de las caretas no representan a nadie, pero también hay spidermans con cuerpo de aserrín, así como personajes políticos, superhéroes y “Guacho”, el guerrillero que acribilló, hace poco, el Ejército colombiano.

Entre $ 6 y $ 15 cuesta un monigote de aserrín, mientras que uno más elaborado y de cartón bordea los $ 25; su valor se eleva según su tamaño.Entre $ 6 y $ 15 cuesta un monigote de aserrín, mientras que uno más elaborado y de cartón bordea los $ 25; su valor se eleva según su tamaño. Foto: José Morán / El Telégrafo

En Quito, los monigotes de aserrín son anónimos, pero no sus fabricantes. Uno de ellos, Jorge Basantes, tiene 30 años en la actividad que inició en su adolescencia. Ahora los vende en la av. América y Mariana de Jesús de la capital.  

“Los hago desde octubre, para tener listos entre 70 y 80 muñecos. Los llenamos de aserrín y viruta”. Los valores varían según su tamaño, desde los $ 3, $ 5, $ 9 y $ 12.

Pocos metros más adelante, Susana Vela recibe la ayuda de seis miembros de su familia en la elaboración de los “viejos” y los rellena con papel periódico. “En la  mejor época se vendían hasta 180”, recordó con nostalgia. La oferta también incluye máscaras, y pelucas para las “viudas” del sector.

En cambio, otros prefieren el “viejo majestuoso”, como Fabián Herrera, que este año preparó un “caballo de Troya” gigante en el sector de Carapungo, donde la gente podrá tomarse fotos por las celebraciones. (I)

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