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Crónicas / Guayaquil a pie

La guerra de resistencia que ganaron las iguanas del Parque Seminario

La guerra de resistencia que ganaron las iguanas del Parque Seminario
15 de agosto de 2016 - 00:00 - Ángela Portilla

Es un hecho indiscutible que las iguanas del parque Seminario son las reinas del lugar. Ni siquiera la figura del Libertador Simón Bolívar, que resalta en el parque montado en su caballo de bronce, ha podido competir con la popularidad de estos animales, que cuando no están encaramados en las ramas de los añosos árboles, toman baños de sol acostados sobre el irregular empedrado de este parque. Este espacio verde tiene salida a cuatro calles: Chile, Chimborazo, Clemente Ballén y 10 de Agosto, en pleno centro de Guayaquil.

Mansas como corderitos, las iguanas del parque Seminario han aprendido a convivir con el ruido, la gente y las luces de una urbe generalmente bulliciosa hasta que llega la noche. No tienen miedo a los humanos. Como si jugaran a estrellas de cine, con sus gordos y largos cuerpos (los machos llegan a medir hasta dos metros, de la cabeza a la cola), posan para los turistas que lanzan flashes entusiasmados.

El biógrafo Rodolfo Pérez Pimentel sostiene que el parque está emplazado en lo que originalmente fue la plaza matriz colonial, que luego tomó el nombre de Plaza Bolívar, en homenaje a la escultura ecuestre del Libertador, ubicada en su centro desde 1889. Sin embargo, a partir de 1895 comenzó a ser conocido como Parque Seminario, por la familia que donó el dinero para su adecuación y la confección, en París, de la verja perimetral de hierro forjado y el quiosco que aún existe.      

Nadie sabe con certeza desde cuándo este parque se convirtió en el hogar estable de estos reptiles, aunque es probable que hayan estado allí desde siempre, ya que la iguana verde (cuyo nombre científico es iguana iguana) es una especie propia de Guayaquil y de toda la Costa ecuatoriana.

Actualmente el Municipio porteño se encarga de alimentarlas, pero no siempre fue así. A juzgar por la guerra de resistencia que libraron, allá, hacia los años 80 del siglo pasado, con una conocida cafetería guayaquileña.

En efecto, frente al parque, por la puerta de la calle Chile, se sitúa La Canoa, uno de los restaurantes pioneros que trasladó al centro de Guayaquil, desde las fondas de los barrios periféricos, el humilde arroz con menestra y carne asada -entre otros platillos de la cocina guayaquileña-, hasta convertirlo en un plato con pedigrí.

Probablemente nunca se sepa cómo, pero el caso es que las iguanas aprendieron que solo debían recorrer unos pocos metros y atravesar la transitada calle Chile, para encontrar comida segura.

Félix García, quien trabajó en La Canoa desde su apertura (1974) hasta su jubilación (2009), da fe de ello: “Las iguanas llegaban todos los días en grupo. Creo que el olor de la comida las atraía”. García todavía no se explica cómo esquivaban los carros, “porque nunca las atropellaban”. Luego él y sus compañeros de trabajo tenían que llevarlas de regreso al parque. “Nosotros -recuerda este hombre de duro trajinar- las arreábamos al parque, sumando otro oficio a nuestras tareas diarias”.

La visita de estos clientes no deseados continuó por mucho tiempo, hasta que un día, Emilio Bruzzone, gerente de operaciones –y uno de los dueños del negocio-, decidió que a partir de ese momento La Canoa abastecería de alimentos a las iguanas del Parque Seminario. De este modo, la silenciosa guerra de resistencia de las iguanas había dado resultado, habían vencido por cansancio de sus vecinos. Así lo recuerda García, que con sus 70 años a cuestas, ha vuelto a su antiguo trabajo para laborar como mesero por horas: “Don Emilio le dijo a los empleados de la cocina que todos los días le entreguen a los encargados del parque todas las sobras de los vegetales... para ver si así ya no vienen”.

En definitiva, por largo tiempo, La Canoa proveyó de alimento a las iguanas, hasta que en la década de los 90 el Municipio porteño tomó la posta del restaurante.

Luis Ángel Sácido, de la compañía encargada de la limpieza del parque, explica que la comida de las iguanas se consigue ahora en el Mercado Central.  “Todos los días, a las diez de la mañana, traemos de la plaza suficiente lechuga para alimentarlas”. Sácido informa también que las iguanas, así como los otros animales que viven en el Parque Seminario (tortugas y ardillas), están debidamente controlados por un médico veterinario que visita el parque dos veces por semana.

Con comida y salud aseguradas, las iguanas del parque Seminario dedican ahora su tiempo a posar para los visitantes y a aparearse, en un ciclo que dura 6 meses. “El apareamiento comienza a principios de agosto; para noviembre ponen los huevos y en enero nacen las iguanitas”, explica con autoridad don Luis Sácido. (I)

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