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En las últimas tres décadas los centros comerciales han cobrado fuerza

En las últimas tres décadas los centros comerciales han cobrado fuerza
23 de julio de 2011 - 00:00

Treinta y dos centros  comerciales han sido edificados en Guayaquil  desde 1970 hasta la actualidad, de acuerdo con un recorrido realizado por este diario.  

En septiembre  serán treinta y tres, cuando se inaugure el City Mall, que estará ubicado en la ciudadela Alborada, al norte de la urbe.
De los 32 existentes, 16 están ubicados en la citada parte del cantón, dos funcionan en el sur, cuatro en el centro, dos en los Ceibos y otro en la vía a Daule. A estos se suman, por su zona de influencia, siete de Samborondón,

Solo los   Malls del Sur y del Sol, los cuatro  Riocentros,  tres “Piazzas” de Samborondón y los Ceibos reciben diariamente la visita de  196.455  personas.

Entre los cientos de miles que ingresan a estas construcciones está Gabriela Guzmán, una joven universitaria que visita diariamente los centros comerciales cuando sale de clases. Estaciona su automóvil y se prepara para ver las novedades. “Me gustan las vitrinas y las cosas bonitas que aquí se venden”, dice.

Realiza compras de utilería para la vida diaria (ropa y zapatos) cada tres meses. “Normalmente vengo a pasear y veo lo que me voy a comprar después”, confiesa.

Otras personas con  menos tiempo libre, como Johana Pérez, maestra secundaria, visitan los centros comerciales para llenar sus alacenas de alimentos. “Entro a lo que necesito y me voy, prefiero comprar aquí (Policentro), porque las agencias bancarias están adentro y no me expongo a un robo”, explica Pérez.

En la última década también han aparecido las “Piazzas” (plazas en italiano), que son  locales independientes al aire libre. Aventura Plaza (Urdesa), creada en  2003, es uno de esos lugares.   Le siguen la Piazza de Samborondón, edificada en  2004,  y la de Los Ceibos, levantada cinco años después. 

Carlos Cabanilla, director comercial de las “Piazzas” de Samborondón y Ceibos, dice que  estos centros responden a una necesidad del mercado. “La idea es aproximar la oferta de bienes y servicios a la comunidad”, manifiesta. 

En estas plazas también funcionan discotecas y bares. Hace pocos días  representantes del Municipio de Samborondón, cuenta Cabanilla, se reunieron con los administradores de estos locales para notificarles   la existencia de una ordenanza que limita el número de establecimientos que pueden existir en cada “piazza”. “Pedimos que nos indiquen en qué fecha fue publicada esa ordenanza y hasta la presente  no tenemos respuesta”, indica el funcionario.

Comodidad, consumo y espacio público

Rosa Edith Rada, decana de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Católica, elogia el concepto de los centros comerciales porque reúnen múltiples servicios en un solo lugar. “Evitando los desplazamientos se reduce la contaminación y se tiene más tiempo para dedicarlo a otras actividades personales”, destaca la arquitecta.

Observa  que estas edificaciones se han propagado mayormente en el norte  de la ciudad porque sigue la expansión urbanística del cantón. En el sur, indicó,    se podría construir en el Guasmo.

La decana, en términos arquitectónicos,  considera que el diseño de los centros comerciales a nivel general es pobre, pues los describe como  “grandes galpones decorados por fuera”.

De las “piazzas”  rescata que, por estar conformadas por locales separados, no se  ciñen a los límites que da una edificación: “Podrían tener más áreas verdes”, sugiere.

Tina Zerega, directora del Departamento  de Investigación en Comunicación y Cultura de la Universidad Casa Grande;  y María Isabel Fuentes, arquitecta, coinciden en que los centros comerciales han reemplazado al espacio público.
Tina  atribuye este hecho a que los espacios públicos, es decir el parque, la calle y los otros que habitan en ellos,  resultan atemorizantes a las personas.

Para María Isabel, el pasar el tiempo libre en un mall desemboca en que la gente deje de usar la urbe. “La ciudad se convierte en un montón de calles donde la gente se desplaza, se va perdiendo su sentido”.

Considera que la gente va a pasar el fin de semana en estos centros para alejarse del calor (por el aire acondicionado), pero cambian su relación con la naturaleza por un ambiente artificial, señala.

Opina que ninguno de los centros comerciales que existe en la ciudad es un buen ejemplo de diseño.
“Son como elefantes blancos en medio de las ciudadelas”, indica.
Aunque no comparte el diseño de Plaza Lago,  en Samborondón, resalta como positivo el uso de soportales: “Han rescatado un elemento típico del centro de la urbe, los portales”.

Los negocios de Plaza Lago están cubiertos por portales , estos cubren las peatonales,  precisa.

Oferta variada

Cada centro comercial tiene sus principales atractivos, o “anclas”, como les llaman sus administradores.
Las tiendas de ropa, electrodomésticos y servicios bancarios son los más visitados en los Riocentros, dice Vicente Utreras, del área de Publicidad.

Compradores como Ana García y Vicente Toala visitan  San Marino por la oferta de marcas extranjeras que ahí se venden. “Tienen  tiendas como MNG, que trae modelos hermosos traídos desde España”, expresa Ana.
Los centros comerciales, cuya construcción data de los años 80 y 90, como el Garzocentro, Albán Borja y Plaza Mayor, reciben la visita de clientes fijos.

Actualmente, los corredores y otros espacios  de los malls son frecuentados por  comunidades   como los “pumpers” (jóvenes que bailan y compiten  en máquinas pump), los “emos” y “floggers”, así como  grupos de adultos mayores que se reúnen a conversar en las cafeterías y pasillos de estos lugares.

En San Marino, Mall del Sol y Policentro se observa la presencia de estos grupos urbanos.

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