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El Telégrafo
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Los lugareños exigen la reparación de las calles y demandan mayor atención de parte del municipio de guayaquil

El aislamiento de Puná se siente en las calles

Los pobladores de la isla aseguran que la ayuda municipal es nula y que viven olvidados, a pesar de pertenecer a Guayaquil. Foto: José Luis Plúas / ULVR
Los pobladores de la isla aseguran que la ayuda municipal es nula y que viven olvidados, a pesar de pertenecer a Guayaquil. Foto: José Luis Plúas / ULVR
19 de diciembre de 2015 - 00:00 - Julio Jiménez y Christian Noriega. Estudiantes de la ULVR

La falta de servicios básicos en la isla Puná es la principal queja de los lugareños. Esas necesidades que no han satisfecho las autoridades municipales (la isla pertenece a Guayaquil) contrasta con el adecentamiento que tienen dos calles del pueblo, que están regeneradas, aunque el resto de vías permanece polvoriento en verano y lleno de fango en invierno.

Los moradores de la isla  viven en medio de muchas necesidades y enfrentan serias dificultades para realizar sus actividades.

La situación más crítica para los isleños es la falta de movilización. Si bien cuentan con el servicio de lanchas rápidas, estas solo lo hacen con horario restringido y, además, solo de ida, sin regreso a la isla.

Para poder viajar de Guayaquil a la isla el pasajero debe estar a tiempo para obtener el boleto que se vende de 08:00 a 08:30, pero la travesía con destino a la isla inicia a las 13:00. El precio es de 6 dólares y el retorno se lo hace al siguiente día.

Quienes pierden la lancha rápida deben utilizar las que sirven para la transportación de cangrejos que descargan en el mercado Caraguay. Estas embarcaciones son más lentas y el tiempo se extiende de una hora y media a 3 horas.

El problema del transporte lo tienen desde hace varios años. En caso de presentarse una emergencia, como un alumbramiento, los familiares deben alquilar una lancha para llegar a Guayaquil el precio del flete supera los 150 dólares.

Las grandes necesidades

Para tratar de maquillar esta realidad, en donde la mayoría de calles no tiene ni lastrado, mucho menos asfalto, se adoquinaron dos tramos de las consideradas calles principales. “Quisiéramos que la famosa regeneración urbana llegue también a los sectores en donde se tiene que caminar en el lodo o en el polvo, dice un comerciante del sector.

Pero uno de los mayores problemas que afronta la comuna es la falta de agua potable.

Julio Roca Ortiz, habitante de la parroquia Puná, expresó su descontento e impotencia frente a la crítica situación que envuelve a la isla, especialmente por la falta de líquido vital, ya que, a más de ser escaso, no es potable. El agua que sale de las tuberías es salobre, lo que obliga a la población a comprar agua embotellada proveniente de Guayaquil.

“Si una persona ingiere esa agua puede sufrir severos problemas de salud, en especial los niños. El agua llega por tubería, pero no es potable. Es una obra que demandamos hace varios años, pero no hemos obtenido respuesta a pesar de las solicitudes que se han hecho”.

Una fundación estadounidense que llegó a Puná hace varios años observó la necesidad del líquido vital y donó un purificador de agua de gran tamaño para que los habitantes puedan consumir agua en mejor estado. El dispensador fue entregado a una familia de la zona.

Otro gran problema que tienen es la falta de un dispensario médico adecuado para los 13.000 habitantes. Existe un subcentro de salud que no tiene los implementos necesarios para solucionar cualquier emergencia dentro de la comuna.

Debido a ello, cuando se presenta una emergencia, los habitantes optan por alquilar lanchas rápidas para trasladar al enfermo a Guayaquil y eso genera gastos adicionales. Cuando una mujer va a alumbrar, los médicos le sugieren viajar a Guayaquil con 15 días de anticipación para que en caso de una emergencia la persona esté en un hospital equipado.

Como medida preventiva, algunos habitantes se han endeudado para adquirir una lancha rápida. Han vendido sus objetos personales para comprarlas. El precio de este medio de transporte varía entre 3.000 y 10.000 dólares.

La insalubridad también es un problema que no han resuelto las autoridades municipales de Guayaquil. En diversos sectores se puede apreciar basura acumulada debido a la falta de un adecuado sistema de recolección. Dos jóvenes son los encargados de recolectar los desperdicios en toda la isla. Ellos utilizan una carretilla para llevar la basura a un terreno apartado donde proceden a enterrarla. El trabajo lo hacen sin las debidas medidas de protección.

Un cementerio seguro es otra de las demandas de los habitantes. Isabel Bonotiza, de 39 años, vive junto al camposanto. Desde su casa ha visto cómo el lugar se ha deteriorado con el pasar de los años. La falta de un cerramiento hace que los animales ingresen al lugar.  

“Nuestra situación es muy grave, pero el Municipio de Guayaquil no realiza las obras que requerimos. No tenemos ni agua ni pavimento y eso desespera”. (I)

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