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Luis Caicedo: “El fútbol ha sido injusto conmigo”

Luis Andrés Caicedo De la Cruz. Profesión: Futbolista. Nacionalidad: Ecuatoriana. Fecha de nacimiento: 12 de mayo de 1979. Edad: 34 años. Estado civil: Casado. Foto: Miguel Castro.
Luis Andrés Caicedo De la Cruz. Profesión: Futbolista. Nacionalidad: Ecuatoriana. Fecha de nacimiento: 12 de mayo de 1979. Edad: 34 años. Estado civil: Casado. Foto: Miguel Castro.
Foto: José Morán / EL TELÉGRAFO
04 de mayo de 2014 - 00:00 - Luis Cheme

Luis Caicedo acaba de despertar. Ha dormido cuatro horas consecutivas después del entrenamiento. La siesta para él es un ritual ineludible. Dice que le permite recuperar las energías que pierde durante las prácticas, por eso, si sale de la cama antes de las 17:00, siente que no ha descansado lo necesario.

Para rendir físicamente en la cancha no hay mejor entrenamiento que el descanso. Así lo exige el fútbol. Lionel Messi, el mejor jugador del mundo, acostumbra a dormir todas las tardes en un sillón instalado en la sala de su casa, ubicada en el lujoso sector de Castelldefels (Barcelona), junto al mar Mediterráneo. Cristiano Ronaldo hace la siesta durante no menos de tres horas y si lo despiertan puede explotar en ira, según lo reveló él mismo en una entrevista con el portal de la FIFA. Pelé, el mejor futbolista brasileño de todos los tiempos, solía dormir hasta 12 horas consecutivas y a Franz Beckenbauer, campeón del mundo con Alemania en 1974, había que despertarlo para que desayunara y fuera a los entrenamientos.

Luis Caicedo no puede dormir cuando pierde o ha jugado un mal partido. La incompetencia lo desvela. Puede pasar horas dando vueltas de derecha a izquierda -y viceversa- sobre la cama. A veces enciende y apaga el televisor una, dos tres, cuatro, cinco veces buscando un catalizador de sueño. Cuando parece que su cerebro se ha relajado, se despierta de nuevo. El sentimiento de culpa en él actúa como un inquisidor despiadado. Por ahora, Luis Caicedo está despierto.

A menudo repite que el fútbol ha sido injusto con usted. ¿A qué se refiere particularmente?

El ejemplo más claro fue lo que ocurrió en 2006 en la selección nacional. Yo había participado en todo el proceso de eliminatorias junto al técnico colombiano Luis Fernando Suárez. Había jugado incluso los amistosos y estaba haciendo goles en Olmedo. Me sentía ilusionado con jugar un mundial por primera vez en mi carrera. Ya había sacado la visa, la Ecuafútbol ya me había tomado las medidas para el traje que iba a utilizar la delegación, pero cuando el estratega dio la nómina definitiva yo no estaba entre los escogidos. En mi lugar fue llamado Patricio Urrutia, que había jugado menos partidos que yo. Después fui convocado para la Copa América de 2007, pero una lesión muscular me impidió jugar. Triunfar con la selección siempre fue un sueño. No pierdo las esperanzas de cumplirlo, aunque el fútbol haya sido injusto conmigo.

¿Considera que ese ha sido el momento más complicado de su carrera futbolística?

Definitivamente. Creo que ese fue el ‘empujón’ que le faltó a mi carrera. Si hubiera podido jugar el Mundial de Alemania, quizá habría logrado fichar por algún club en el exterior. Tenía lo necesario para triunfar internacionalmente. Esa mala experiencia trastocó mi futuro deportivo. Pero quizá si eso hubiera pasado no estaría ahora en Barcelona y la gente no podría disfrutar mis goles.

Sus celebraciones son muy peculiares. Corre, grita, no deja que nadie se le acerque y hasta intenta romperse la camiseta. ¿Qué trata de liberar con cada gol que marca?

Las injusticias. He merecido más oportunidades, principalmente en la selección. Pero de eso se trata el fútbol. Esta profesión me ha enseñado a ser paciente.

¿Y cuán paciente es?

En Barcelona lo he sido mucho. He aceptado las decisiones de todos los técnicos que he tenido. Soy una persona muy reservada desde que era niño. Si hay algo que me incomoda o me preocupa lo resuelvo por mis propios medios. No me gusta recurrir a otras personas. Solo mi familia interviene, pero cuando es realmente necesario.

Usted llegó a Barcelona en 2011 después de firmar un contrato de $ 5.000 mensuales y un préstamo de $ 20.000. Lo trajo Rubén Insúa para reforzar el medio campo, pero no fue titular. Cuando se fue Insúa y asumió el cargo Álex Aguinaga, tampoco tuvo espacio en el equipo principal. Fue Luis Zubeldía quien le permitió acumular minutos de juego. ¿Cómo sobrevive emocionalmente un futbolista en la banca de suplentes?

Es una tarea difícil. Cuando llegué a Barcelona estaba Daniel Mina, en quien Insúa confiaba mucho. Zubeldía me permitió consolidar mi juego en Barcelona. Es difícil cuando no se juega, es una verdadera prueba de paciencia que se debe soportar con mucha responsabilidad. Este año, por ejemplo, pensé en dejar el equipo por la cantidad de volantes de marca que contrató la dirigencia. Sentía que no iba a tener las oportunidades de jugar que esperaba. Me sentía decaído anímicamente. Cuando llegó Luis Fernando Saritama me sentí peor, un seleccionado nacional no podía llegar a Barcelona para ser suplente, reflexionaba. Yo sentí la predilección, en el buen sentido de la palabra, del técnico hacia los nuevos jugadores que habían llegado al club. Me sentía mal, aunque no lo dejaba notar. Así soy yo. Una semana antes de que iniciara el torneo pensé en dejar el equipo y empecé a buscar otras alternativas. Buscaba un club que me garantizara continuidad.

Pero Ischia le había dicho que contaba con su aporte...

Una tarde conversé con Carlos Ischia después de una práctica en el Monumental. No aguantaba más la incertidumbre por saber si iba o no a tener espacio en el equipo. El entrenamiento había finalizado. Decidí acercármele sin que mis compañeros advirtieran que me sentía incómodo. Le pregunté directamente si iba a poder jugar. Él me respondió que el problema era mío, que yo me estaba metiendo cosas en la cabeza y que él quería tenerme en el equipo como una alternativa. Su respuesta me tranquilizó y me motivó para seguir luchando por un espacio en el equipo titular. Si salía del equipo jamás me lo hubiera perdonado. Ahora estoy disfrutando de todo el cariño que me brinda la hinchada.

En las últimas semanas se ha escuchado que Barcelona ya no gana a lo Barcelona, sino a lo ‘Gordo Lucho’. ¿Siente que la hinchada empieza a identificarlo como un héroe?

No había escuchado eso. Siempre aspiro a hacer lo mejor durante los partidos. Hay días en que tengo una buena tarde, pero los triunfos son mérito de todo el equipo. Me ha tocado marcar algunos goles, antes fue el turno de Federico Nieto y Christian Penilla. Quizá podríamos estar mejor ubicados en la tabla de posiciones, los partidos que hemos perdido de visitantes nos han afectado mucho.

¿Qué le dicen los hinchas en la calle? Hay quienes ya lo han elevado a la categoría de ‘ídolo’…

El lunes fui al Mall del Sol y un niño de 11 años me sorprendió mientras caminaba con mi familia. Me pidió que me tomara una foto con él y después sacó su teléfono celular para mostrarme un video. Era el video del gol que le había marcado la tarde anterior al Deportivo Quito. Los dos volvimos a gritarlo y la gente se detuvo a mirarnos. Nos avergonzamos un poco, pero sentí como si recién lo hubiera marcado. Me emocionó mucho ese gesto. Es la primera vez que me pasa algo así.

¿Qué le dijo el técnico Carlos Ischia después de marcar ese tanto? ¿Lo felicitó?

Sí, lo hizo. Me dijo que tenía que mantener ese nivel. Que mientras siga así nadie me va a sacar del equipo titular. La felicitación fue también para todo el equipo.

¿Cómo lo ayudó emocionalmente ese gol?

Me motiva para seguir entrenando con responsabilidad. Los últimos triunfos nos han ayudado a ganar seguridad. El profesor y el grupo pueden trabajar más tranquilos, sin la presión que implica tener que conseguir resultados.

¿Es cierto que le molesta que le digan ‘Gordo Lucho’? ¿Cuál es la historia de ese sobrenombre?

Es mentira, siempre me han dicho así. No tiene por qué molestarme. Me cuenta mi mamá que cuando estaba pequeño me enfermé y un vecino llegó a la casa preguntando qué le pasaba al ‘Gordo Lucho’. Desde ese momento todos en el barrio Nuevos Horizontes, de Esmeraldas, empezaron a decirme así.

¿Y por qué lo de gordo?

Era gordito. Pero eso no me impedía jugar pelota. Lo hacía todos los días. Fue Carlos Luis Morales quien se encargó de popularizar ese apelativo. Fuimos compañeros en Espoli y ahí escuchó que me decían así. Cuando se hizo periodista empezó a llamarme así públicamente.

¿Era propenso a engordar?

Sí, y aún lo soy. Las vacaciones para mí son fatales. Debo mantener el mismo ritmo de entrenamiento para no engordar. Debo cuidarme mucho en lo que como. Lo más difícil es superar las tentaciones. Siempre he sido ‘buen diente’. Cuando estaba en Riobamba, por ejemplo, comía mucho hornado con mote y arroz. Podía comerme hasta dos platos. Ahora me controlo.

¿Cuánto es lo máximo que ha llegado a pesar?

95 kilos (209 libras), cuando estaba en Olmedo. Fue durante la paralización del torneo.

Usted empezó como delantero, pero el DT Segundo Montaño lo convirtió en volante de marca. ¿Por qué no fue un goleador?

Yo empecé a jugar fútbol en la selección provincial de Chimborazo, pese a que soy esmeraldeño. Tenía 15 años. Yo no tuve una formación futbolística en divisiones inferiores como ocurre con algunos jugadores. Pero mi experiencia en ese equipo me ayudó mucho a encaminar mi carrera. Me costó mucho jugar en la altura y como delantero me iba muy mal. Estaba a punto de dejar el equipo por bajo rendimiento, pero Montaño me puso a jugar como volante de marca.

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