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Reinoso: “Todavía tengo las ganas de divertirme en el arco”

Francisco José Reinoso Reinoso, exarquero nacional y actual preparador de goleros del club El Nacional.
Francisco José Reinoso Reinoso, exarquero nacional y actual preparador de goleros del club El Nacional.
Fotos: Marco Salgado / ET
26 de mayo de 2019 - 00:00 - Andrés Granizo Morejón

“Todavía puedo volar”. El autor de esa frase es Francisco Reinoso, que le indica al autor de las fotos de esta entrevista, que lo capture en pleno vuelo. La escena se repite hasta cuatro veces, siempre con una caída perfecta.

Tiene 55 años, pero no los aparenta, pues siempre está lleno de vitalidad y energía para trabajar con los cuatro goleros de El Nacional: Johan Padilla, David Cabezas, José Cárdenas y Leodán Chalá.

Debutó a los 18 años con la camiseta de Universidad Católica y su carrera duró también 18 años. Tras su retiro, se vinculó casi de inmediato a Aucas y por poco le toca desempolvar sus guantes, porque todos los arqueros del club se lesionaron.

Lo inscribieron, pero a la final no hubo necesidad de que juegue y se quedó como parte del cuerpo técnico como preparador de arqueros, actividad en la que ya está por 14 años.

Desde 2016 se incorporó a los “criollos”, por sugerencia de Pablo Repetto a su colega Eduardo Favaro. En Independiente trabajó cuatro años con el hoy DT de Liga y su capacidad no pasó desapercibida, por lo que lo recomendó para que se incorpore al cuerpo técnico del “Lolo”.

Así puede retribuir en algo al club que le brindó sus mejores años de carrera. Ahí consiguió el recordado título de 1992, cuando derrotaron a Barcelona.

Hoy juega a veces, cuando lo invitan a disputar un encuentro de exglorias. Eso sí, dice que cuida mucho “sus herramientas” (sus extremidades) para estar al 100% cuando esté junto a sus pupilos en El Nacional.

¿Cómo vive su carrera en esta etapa de su vida con El Nacional?

Contento de esta profesión tan linda. Aparte de ser un jugador de fútbol, que Dios me dio la oportunidad, me dio talento para estar en el campo de juego, pude dejarlo y dedicarme a esta misma profesión, que defendí durante 18 años. Me preparé como entrenador de arqueros. Siempre tuve idea de que cuando me lleguen los días para retirarme, me iba preparando. Cuando uno deja el fútbol es difícil, duro y triste, pero son momentos que llegan. Hay que prepararse para seguir aquí. Hoy estoy haciendo un trabajo con Padilla, Cabezas, Cárdenas y Chalá, además de chicos en divisiones menores que también hacen un trabajo con nosotros.

¿Cómo se vinculó al club?

Tuve la oportunidad de venir acá luego de salir de la selección nacional. “Lolo” Favaro llegó acá en 2016 y él necesitaba un preparador de arqueros. Supo de mí por personas que me conocían como Pablo Repetto, con el que trabajé por cuatro años en Independiente del Valle. Así me recibió Favaro y volví a uno de los equipos que defendí y con el que además fui campeón en 1992.

¿Cómo ve la actualidad del arquero ecuatoriano?

Tengo la satisfacción de haber trabajado con arqueros que hoy son consagrados, en procesos de selección, cuando estuve en la sub-15, sub-17, sub-20 y la mayor. Ahí se empezó con arqueros que a lo mejor en ese tiempo no se daba ninguna garantía de que iban a llegar, pero lo que uno vio en esos muchachos, que nacieron con ese don, pudieron hacerlo. Ejemplos como Hamilton Piedra, Braian Heras, Gonzalo Valle, Cuero . Muchos goleros en que uno puso un granito de arena, como Marcelo Elizaga, “Pancho” Cevallos, Máximo Banguera, Edwin Villafuerte, Daniel Viteri. Es lo lindo, que después de tantos años, aprendí los secretos del arco y puedo enseñar a los demás. Hay que disfrutar siempre de esta profesión.

¿Usted también tuvo que ver en la formación de Moisés Ramírez, hoy arquero de la selección sub-20?

Con él hicimos un proceso desde los 14 años. Su madre siempre me envía mensajes y me agradece, que yo fui quien lo cambió de la “Arañita” a la “Araña”. Es un gran arquero hoy en día.

¿Qué características técnicas debe tener un arquero?

El fútbol ha ido cambiando. Ahora ellos son un jugador más de cancha, tienen que ser técnicamente buenos con los pies, no solo ser atajadores, como era antes. Según el planteamiento del DT, deben salir jugando con los pies y así se ha visto a muchos; la mayoría se preparan así, para que no se compliquen cuando reciben el balón. Hay que mejorar en la salida por arriba y cuando reciben remates de media distancia. Se trabaja todos los días para que se vea reflejado en el fin de semana.

¿Por qué decidió ser arquero?

En Cumbayá, donde nací, mi padre siempre estuvo involucrado en el fútbol. Él tenía un equipo de fútbol, Independiente de Cumbayá, y ahí era yo la mascota. Mis hermanos también eran jugadores, Virgilio, que jugó en el Olmedo y Hugo, que también era arquero y llegó hasta la reserva de El Nacional. Había también un equipo de un sacerdote, Oswaldo Garzón. Me vio que tenía condiciones para el arco. Mi padre me vestía de corto y lo hacía como jugador de cancha, pero también como arquero. Desde niño me gustó el puesto, que se vestían diferente y desde ahí empecé. Veía lo que hacía mi hermano Hugo, que fue un gran portero.

¿Compartió mucho con sus hermanos en la cancha?
Somos nativos de Cumbayá y había un clásico en la localidad, donde yo defendía los colores del club Orellana y mis dos hermanos en Chagra Guapo. Era un partido como Liga vs. Aucas, que se jugaba a muerte y era muy lindo.

¿Cómo empezó en el profesionalismo después?

Vino Carlos Gutiérrez y yo ya estaba en la selección de Cumbayá con 13 años. Me vio y me hizo una invitación para formar parte de las categorías menores de Universidad Católica. A los 16 años ascendí al equipo de primera y a los 18 debuté en un partido contra El Nacional, que empatamos 0-0. El arquero principal era Leonel “Doble Ancho” Pérez, un uruguayo que se lesionó. Yo no sabía nada y fui llamado como tercer arquero. En el camerino fue la sorpresa cuando el DT anunció que iba como titular. Después, fui el mejor jugador de la cancha.

¿Cómo se sintió cuando se enteró de que iba a ser titular?

Cuando llegué al estadio, me senté en una esquina, con mi maleta, pero con esa satisfacción de estar a esa edad en el Atahualpa. Al principio de la charla Héctor Morales me dijo: “vas a estar nervioso, pero sé de las condiciones que tienes”. Así me sentía, hasta no entrar a la cancha y tener confianza. Él decía que en la primera jugada se decide todo y así fue, aproveché mi oportunidad.

¿Desde ahí ya se mantuvo siempre como titular?

Así fue. Luego empezó mi vida futbolística, que compartí muchos años con Carlos Enríquez. Luego él salió a otro club; yo seguí por siete años más, siempre como titular.

Estuvo por ir a Emelec mientras estuvo en Universidad Católica, ¿qué pasó?

Fui a Guayaquil, cuando tenía 19 años, pero no se concretó. No me quitó el sueño, porque estaba bien en Católica en ese tiempo. Sin embargo, era un orgullo que te consideren para otro equipo cuando se es demasiado joven.

Tuvo una lesión fuerte en la cervical en sus primeros años. ¿Es verdad que su madre quería que se retire?

Tuve un accidente jugando ante Barcelona, un choque contra Lupo Quiñónez. Salí a cortar y terminé dentro del arco, inconsciente.

Desperté en el hospital; tuve un problema en la cervical y tuve que andar seis meses con un cuello ortopédico. Mi madre me decía que tengo que retirarme del fútbol, pero le dije que no, esto es lo que me gusta. Ni eso provocó que me retire de esta profesión. Siempre fui arriesgado, por eso tuve roturas en la cabeza, dientes partidos. Como arquero fui siempre agresivo y me jugué por completo.

Su mejor rendimiento lo consiguió en su siguiente club, El Nacional.

Después de estar en Universidad Católica fui a El Nacional en el 89 con Carlos Sevilla. Me quedé hasta el 94, logré el título en el 92. Tuve el récord de imbatibilidad durante nueve partidos, cuando me dio la oportunidad el profesor Ernesto Guerra. El último partido del campeonato del 92 no pude actuar en Guayaquil, pero todo el año fui titular. También logramos el tercer lugar de la Copa Conmebol, pero no pudimos llegar a la final por circunstancias del fútbol. El club me dio todo. Ahora puedo devolverle algo desde mi actual puesto.

¿Qué recuerda de ese campeonato del 92? Barcelona ya se daba como campeón.

Mi primer recuerdo es cargándolo al profesor Guerra en el Monumental. Para mí es uno de los mejores títulos del club, con el respeto que se merecen los “bitri” campeones. Haber ganado a Barcelona, porque preparó todo para celebrar: puso como 10 tarimas en Guayaquil. Llegó un equipo con mucha sencillez y humildad. Taparon todo el camerino, lo pintaron ese día, así que nos cambiamos en el corredor. Al salir a la cancha nos arrojaron de todo, pero nunca nos bajó la moral. Al final del primer tiempo no entramos al camerino, sino que nos quedamos en la cancha. Nunca perdimos la esperanza de conseguir el campeonato.

¿Cómo era el profesor Guerra como entrenador?

Exigente. Siempre le gustaba las cosas correctas y exigía mucho a sus jugadores. Me dio la oportunidad y confianza. Él buscó que los jugadores nos llenemos de gloria, incluso siendo un sicólogo con nosotros. Bravo, molesto, pero cuando tenía que ser alegre, lo era. Siempre era enérgico por su temperamento, era temerario con los jugadores, que a veces le tenían miedo. En el 92 llegó muy exigente, pero su temperamento cambió un poco. Nunca tuve un choque con él; siempre que lo veo le doy un abrazo.

¿Recuerda algún partido en particular por un detalle?

A veces se cometen fallas. Para llegar a ser grande hay errores que te tocan como arquero. En un remate de larga distancia, por muy confiado, la pelota se me fue entre las piernas contra América. También tenía una rivalidad por el invicto que mantenía y un amigo Rodney Mantilla, cuando estaba por completar nueve partidos y medio, él me convirtió el gol, cuando él estaba en Liga (Q).

¿Qué pasaba por su cabeza en sus últimos años como profesional?

Fue duro. Yo tenía un negocio en Cumbayá que me ayudaba a estar ocupado. Mi esposa, María Dolores Guerrero, fue uno de mis pilares en esos momentos. Sufrió con lo de las concentraciones, viajes; se encargó de formar a mis hijas. Son un apoyo grande. Me fui donde mis hermanos que viven en Estados Unidos por dos meses, a ver nuevas cosas, pero la familia estaba primero. Me dieron la oportunidad de ser preparador de arqueros y eso fue lindo para mí. A mis 55 años seguir con esa actitud y juventud. Todavía tengo esas ganas de seguir atajando y divirtiéndome en el arco.

¿Cómo se vinculó a la selección?

La primera a la que me sumé fue a las formativas, cuando vino Lorenzo Carrabs en 2005. Ahí compartí con él. Él fue llamado con el profesor Luis Fernando Suárez a la selección. Ahí le preguntaron por alguien para las formativas y dio mi nombre. Así llegué a la selección sub-15, luego pasé a la sub-17, sub-20 y la mayor. Fue lindo la confianza que tuvieron Lorenzo y los dirigentes en mí. Pude dejar algo en la selección.

Siempre con Sixto Vizuete

Siempre con él. En las juveniles, campeones Panamericanos incluso (en Río de Janeiro 2007), también logramos la clasificación al Mundial sub-20. Todo llega en su momento y en 2016 me retiré de la selección, pero sé que las puertas quedaron abiertas. Espero retornar en algún momento.

¿Qué tal fue esa experiencia con la selección mayor?

Lindo. Se demostró como profesional ecuatoriano. Por circunstancias del fútbol, en el partido contra Uruguay, que tuvo que ver el arbitraje, nos quedamos fuera. Son cosas del fútbol y uno debe tomarlo como algo exitoso, como una experiencia para seguir creciendo. Llegamos a las instancias finales, pero por un solo punto no fuimos al Mundial de Sudáfrica 2010. Luego tuve el gusto de compartir con el profesor Reinaldo Rueda, trabajé con Pedro Zape en la preparación de los arqueros de aquel ciclo y logramos la clasificación a Brasil 2014. Hay que seguir aprendiendo en la vida, he podido trabajar con grandes profesionales del mundo del fútbol, de ellos he sacado mucho. (I)

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Dejó el fútbol en 2012 decepcionado porque le pidieron coimas para asegurarle contratos tras su salida de Emelec. Compartió entrenamientos en el Ajax de Holanda junto con Wesley Sneijder, Frenkie de Jong, Maarten Stekelenburg y Rafael van der Vaart. Afirma que Andrés Quiñónez es su mellizo y que nunca adulteró ni su edad ni su identidad.

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