Ecuador, 19 de Abril de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Comparte

Eduardo Smith: “Se me salió un codo el día de mi debut con Emelec”

Eduardo Smith: “Se me salió un codo el día  de mi debut con Emelec”
Foto: César Muñoz / El Telégrafo
14 de enero de 2019 - 16:38 - Elías Vinueza

La vida de Eduardo Smith cambió de manera abrupta cuando apenas tenía 10 años. El jefe de familia, su principal admirador y mentor, el que lo acompañaba a jugar índor los fines de semana entre Boyacá y Juan Montalvo, el que lo llamaba “Pelé”, falleció.

La partida de don Eduardo Hipólito dejó a cargo de los tres hijos del matrimonio solo a doña Ángela Chávez, quien no quería ver al único varón del clan jugar fútbol por miedo a que un pelotazo le golpeara en el estómago, ya que el pequeño había sufrido una apendicitis que lo tuvo al borde la muerte un año antes.

Eduardo se escapaba para jugar o ir al estadio Modelo para ver a su Barcelona querido, el equipo del cual también eran hinchas sus padres. Al mismo tiempo trabajaba, cargando paquetes afuera del comisariato o cuidando autos, para ayudar a su madre.

Y cuando vio una luz de esperanza para llegar al fútbol falsificó la firma de su representante. Luqsan fue el club que lo fichó para disputar la segunda categoría de Guayas.

La madre se enteró y apoyó a Eduardo, siempre y cuando se portara bien y ayudara en la casa. César Orquera, los hermanos Jaime y Antonio Lanata y Milton Álava, de Luqsan, incidieron mucho para su crecimiento personal.

Se probó en algunos equipos de Primera y las puertas se cerraban hasta que apareció Barcelona. En 1988, cuando tenía 21 años, un amigo de Sauces le dio una recomendación para probarse.

Y en aquella práctica tuvo inconvenientes con Lupo Quiñónez. “Yo era más rápido y me gustaba lanzarme en carretilla para sacar la pelota, por fuerza nunca le iba a ganar y me insultó porque me lanzaba así. ‘No te le cargues al pelado’, gritó uno de los  hinchas que veían la práctica en el Reed Park. Lupo se fue a enfrentarlo y todos se iban abriendo señalando a un supuesto culpable”.

Barcelona compró su pase (en 2 millones de sucres) a pedido del DT argentino Guillermo Reinoso y viajó a Playas a hacer la pretemporada.

Tu sueño se había hecho realidad. ¿Cómo fue tu reacción y la de los que te rodeaban?  
Salían fotos en los diarios y mis amigos decían: “Ese nuevo de Barcelona es igualito a ti”. “No es igualito, soy yo”, les respondía, pero no me creían. Lo mismo pasaba con mi mamá y mi abuelo materno.

-Mamá, me voy 15 días de pretemporada a la playa.
-¿Y quién te va a pagar los gastos de comida, transporte y estadía?
-Barcelona.
_¿Cuál Barcelona? ¿El que sale en los periódicos?
-Sí.
-Estás loco.

Se acabaron las dudas cuando unos periodistas me entrevistaron en la casa.

Debutaste contra Universidad Católica en Quito. ¿Qué recuerdas de aquel partido tan anhelado desde niño?
Fue muy bravo, por la altura y por la presión que se sentía al jugar por Barcelona. Lo hice bien, con confianza; jugué junto a Toninho Vieira, Joffre Sánchez y Johnny Proaño. José Gavica jugó de marcador derecho, tuvo que marcarlo a Magú y le fue bien. Él no tenía marca, pero atrás estaban Tulio (Quinteros) y (Jimmy) Montanero que lo ayudaron.

Quedas campeón con Barcelona en 1989, pero te venden a Audaz Octubrino. ¿Qué pasó?  
Vino la “Pepona” (José Omar Reinaldi) y me puso de titular, ya se había ido Toninho, jugaba con Galo Vásquez, Marcelo Hurtado, Jimmy Montanero y Janio Pinto. Pero una lesión (fractura del quinto metatarsiano en un entrenamiento) me “quemó”.

Cuando ya me sacaron el yeso aún no me recuperaba y tuve problemas con un dirigente (prefiere no dar el nombre y aclara que no fue Isidro Romero), me hizo la vida imposible. Me quería obligar a que juegue “para que pierda el miedo”, pese a que el Dr. Bosco Mendoza le informó que aún no podía.

Hay dirigentes que se molestan por pagarle a un futbolista que no juega. ¿Era tu caso?
Para colmo, no me pagaba, entonces Tulio le dijo en una práctica: “Ven para acá, ¿por qué no le pagas?”. Enfrente de él me dijo que vaya el siguiente lunes a su oficina en Molinera.

Al final del año alternaba, aunque tenía un poco de temor, y a inicios de 1990 prácticamente me regaló al Audaz Octubrino. Fuimos 4x1. Gavica y Noriega a préstamo, la “Bumba” Valencia y yo vendidos a cambio de Guillermo Jauch.

-No estás en los planes de Barcelona.
-Bueno, no hay problema.
-Te largas de aquí.
-Pero falta el valor por el premio de campeón (eran 40.000 sucres).

Me hace un papel con el cual debía cobrar en otra oficina en la misma empresa donde el comandante Silva, que se sorprendió con el valor.

-Solo 4.000 te pagan.
-No, 40.000, seguro se equivocó, ya regreso.
Me presento en la oficina del dirigente de nuevo.
-¿Qué quieres?
-Se ha equivocado.
-No te voy a dar nada más, da gracias que te doy eso.
-Cójase los 40.000, se los regalo.
-Eres malcriado.

Rompí el papel frente a él y no supe más de Barcelona. Me fui al Audaz, no me pagaban, pero me ayudaron vendiéndome a Emelec.

Un barcelonista por herencia, que hasta se autodenominaba de pequeño Altafuya, pasa a Emelec, ¿cómo fue la transición?
Debuté en la final del torneo por la reinauguración del estadio Capwell contra el Santos de Brasil, se lesionaron (Danes) Coronel y (Luis) Carrión y apenas iban 20 minutos del partido. Nito Veiga (entrenador del Emelec) me envía de marcador derecho y cuando comencé a calentar la gente gritaba: “Ese es barcelonista”.

El “profe” me dijo que no haga caso y me demuestre a mí mismo lo que sabía. Nunca había jugado en ese puesto, pero yo quería jugar. Entré, y a los 5 minutos se me salió el codo derecho. Viene el médico y yo no quería ni ver cómo estaba el brazo, me dolía bastante, gritaba. Entonces entró el doctor del Santos. “Tranquilidade, tranquilidade, olhe para trás”. Y cuando veo para otro lado, me acomoda el brazo, me dolió mucho. Me puso tensoplast y seguí jugando. Ese fue el inicio de mi historia en Emelec, ganamos 1-0 con gol de (Urlin) Cangá.

¿Y cuándo te haces emelecista?
Miguel Fellman (+), Gianni Garibaldi, Alberto Dassum y Ricardo Ponce me preguntaron antes de  comprarme si era barcelonista, respondí que sí. Sacaron una camiseta de un escritorio y me dijeron: “Te la pones y verás lo que te va a pasar”. “Te venimos siguiendo desde que jugabas en Luqsan, de aquella final juvenil contra Emelec”. Y me hice emelecista desde el partido ante el Santos, sentí un apego por la camiseta, me la llevé a la casa y no lo creía. Era como un sueño, estaba un poco incrédulo de lo que me había hecho sentir la gente. Sentí como un abrazo familiar cuando salí del estadio, aquella noche que iba con el médico a hacerme pruebas en el brazo.

¿Seguías viendo a Barcelona?
Me porté inmaduro, en la época del Audaz, estábamos en el mismo hotel con Gavica, el “Pavo” y la “Bumba” y veíamos los partidos de Barcelona en la Libertadores de 1990. Cuando hacía gol, ellos festejaban y yo ni me inmutaba, cuando hacía gol un contrario yo celebraba.

“Qué, ¿no eres ecuatoriano?”, me decían, pero después me di cuenta de que Barcelona no me hizo daño, sino un dirigente. Debo estar agradecido porque me catapultó al profesionalismo.

Entre 1992 y 1994 Emelec armó un gran equipo, fuiste parte de él pero no eras titular. ¿Era muy difícil competir con Enrique Verduga, Kléber Fajardo, Marcelo el “Pepo” Morales...?
Capitano encontró referentes del sistema que él quería interpretar. Verduga, Fajardo, Fernández y Coronel jugaban de memoria. Entre el 92 y 93 el equipo era una máquina, mientras para el 94 ya hubo cambios. Casi salgo de Emelec, tuve una pubalgia, jugaba y me lesionaba. Me recuperé y le hice un gol a Liga en el Atahualpa, pero después del remate como que algo se abrió de nuevo.

Tuve un mes de para, fue más severo. Comencé a subir de peso, no podía entrenar y de ahí vino el apelativo de “Redondo”. Llegué tarde a un entrenamiento y me acerco a Capitano:
-Deje entrenar a Redondo, por favor.
-¿Cuál Redondo?.
-Yo, ¿no ve la barrigota que tengo?

Fue la primera vez que hice reír al “profe”, que era parco. Solo Miguel Banguera lo lograba. Mejoró la relación con él, porque antes, en el 92, me relegó 16 fechas. En la final de la Copa del Pacífico, contra Millonarios, fallé un penal y ellos quedaron campeones; desde ahí ni a la banca.

¿Y cómo jugaste de nuevo?
Para un partido en Cuenca solo había 15 jugadores disponibles por lesiones y sanciones. “El único que queda es Smith”, le dijeron. “Ya pues, metélo (con acento argentino)”. Llevó a un juvenil y completamos 17, pero antes del partido resulta que a mí me mandaron a la tribuna y no al juvenil.

Después vi a (Rubén) Cicapolli como que buscaba a alguien en la tribuna, me levanté y le hice de la mano. “Ven”, me gritó, y me explicó que un jugador estaba mal del estómago. Fui a la banca y después de ir perdiendo 2-0 el primer tiempo, Capitano me envió a la cancha. “Vas de 5, recuperas y habilitas, no te desordenes ni te vayas”.

A los cinco minutos  recuperé una pelota y le pegué de afuera, gol. Después igualamos 2-2, pero al final Xavier Medina nos marcó el 3-2 y perdimos. Capitano me felicitó. “Buen partido, así quiero que juegues”.

Y para 1994 la dirigencia no quiso renovarte...
Viendo Copa (el programa de Telesistema, en esa época) me entero de que Emelec nos enviaba a Jorge Batallas, Luis el “Diablo” Castillo y a mí a Deportivo Cuenca a cambio de Bustamante.

Al siguiente día le pregunto a Capitano por qué nos sacaba y me dijo que él no sabía nada, que si venía Maradona a cambio de tres jugadores. Hablamos con el gerente y nos informó que Fernando Aspiazu (presidente del club) nos podía mantener, siempre y cuando aceptemos el mismo sueldo del 93, pese a ser campeones. Aceptamos.

En una semana arrancó el torneo y justamente los tres fuimos de titulares porque algunos jugadores no habían arreglado aún sus contratos. Le ganamos al Aucas. Hice un golazo, mientras “Batallitas” y Castillo jugaron un partidazo. Cuando subimos al bus el Dr. Aspiazu estaba en primera fila y nos felicitó a todos, especialmente a los tres. “Batallitas” y yo lo tomamos muy bien, sin resentimiento.

Después sube Castillo, por algo le decían “Diablo”, y Aspiazu lo felicita. Él agradece, pero cuando llega al asiento en la última fila del bus dice en corto: “Y así nos querías botar, viejo hijue...”. Sorprendentemente el Dr. se levantó de su asiento.
-¿Qué pasó Castillo? No me insulte.
-Dr., yo no he dicho nada.
-Hasta acá lo escuché que dijo viejo hijue...
-Disculpe Dr., es la emoción del triunfo.
-Tranquilo Castillo, ya pasó.
Castillo se me acerca más y dice más bajito, casi al oído. “Qué bestia, ¿cómo me escuchó ese viejo hijue...?”.
Y el Dr. se vuelve a levantar.
-¡Otra vez Castillo, ya pues!
-¿Qué cosa Dr.?
-Que no sabe cómo escuchó ese viejo hijue...
-Disculpe Dr. Se me salió de nuevo por la emoción.
-Ya, ya, tranquilo, pero ya no me insulte.

¿Qué compañeros que tuviste consideras cracks?
Toninho, aprendí mucho de él. Fajardo, era muy técnico y rápido. Y el “Pepo”, le dabas la pelota y te arreglaba una situación, las pedía todas, jugaba rápido, tenía unos guantes en los pies, le pegaba muy bien a la pelota, hizo unos golazos, me impresionó mucho. Lo llevamos al Guasmo a jugar una liga barrial apenas nos retiramos. También iban Fajardo, Verduga, (Vidal) Pachito y Fraijó, teníamos un equipazo, se jugaba los viernes por la Playita, en un parque grande. Llegábamos y se repletaba. El “Pepo” se mandó un gol de arco a arco... y eso que la cancha era grande. Pisaba la pelota, hacía unos túneles, tenía a la gente en el bolsillo.

¿Fue difícil abandonar Emelec?
Caí en depresión en 1999 tras mi salida. Omar Quintana me dijo que no estaba en los planes del club y le dije que mi deseo era retirarme en el equipo.

Hubo un incidente con él la primera vez que le ganamos (3-1) a Liga en Casa Blanca (30 de agosto de 1998). Hice un autogol y luego del partido, entra Quintana a decir que cómo un jugador de selección, de experiencia, marca un autogol. Pensé que era broma y le respondí: “Ya ganamos”. “No, no, estás equivocado, un jugador como tú no puede hacer eso”. Se fue molesto y hablando más cosas.

En la segunda etapa del torneo no jugué, entonces le pregunté a (Carlos) Sevilla por qué no jugaba y me señaló que era para darle espacio a los “extraterrestres”. Solo contra Panamá, por la liguilla del no descenso, me puso, resulta que fue mi último partido en Emelec. Un día se me acercó Luis Grimaldi y me dijo que no entendía por qué Sevilla no me alineaba, que con él sería titular.

Justo Sevilla se fue a la selección y asumió Grimaldi, quien en su primera práctica dijo que ya estaba la lista de convocados para el siguiente partido. Fui al pizarrón y no estaba, entonces lo viré y me vio Grimaldi.

-¿Qué hacés?
-Buscándome, ¿no ve que usted me dijo que jugaría si tomaba el equipo?
-Es que estás falto de físico.
-¡En una semana perdí el estado físico!

Vino luego Jorge Lasso y me anunció que con él jugaría, pero después me preguntó si tenía algún problema con Quintana. “No, tal vez él conmigo”. Tampoco jugué. La final del 7-0 la vi en casa. Hice pretemporada en 1999, pero una semana antes de que empezara el torneo, me convocó a su oficina para las ocho de la noche y me dio el pase a la una de la mañana. Sin embargo en 2003 Quintana se portó muy bien ayudándonos a hacer el partido de despedida de Verduga, Pachito y mío. Nos prestó el Capwell, nos concentramos y obtuvimos la recaudación.  

Y aparece Barcelona nuevamente en tu vida.
Después de ganar 2-1 con goles de (Gerardo ) Traverso, Rubén Insúa nos pidió que vayamos a agradecer a los hinchas que nos apoyaron en el Capwell, vi que se iba por un lado y me fui al camerino, entonces los hinchas de Emelec me preguntaron desde las gradas por qué no iba a celebrar. Les contesté: “Porque esa no es mi camiseta, mi camiseta es la que tienen puesta ustedes”. Me puse a firmárselas y me fui a bañar, cuando estaba terminando de cambiarme llegó Insúa y me vio ahí solo.

-¿Qué hacés acá? Se nota que eres azul. Mirá la camiseta que tenés.
-¿Pero si sabe de qué equipo es? (Era la de Vélez Sarsfield).
Ya no me hizo jugar, solo me llevaba a la banca. Y en 2001 me fui a Santa Rita.
Recuérdanos el encuentro en el que Chilavert te regaló el buzo.
Después del partido que perdimos con Paraguay (1-0) me acerqué a (José Luis) Chilavert y lo saludé.
-Te felicito por el triunfo. Te admiro.
-Yo también te admiro, por lo que es Ecuador. No mereció perder. Te felicito y también a tus compañeros.
-¿Quieres un obsequio?
-Bueno.
Se sacó el buzo y yo le quise dar mi camiseta.
-No, tú no me dijiste que cambiemos. No es porque no la quiero, pero no porque te doy la mía me debes dar la tuya.

Cuando vino en 2003 con Peñarol lo visité con mi familia en el hotel Oro Verde y conversamos bastante.

¿Dónde está el buzo?
Mi hija cayó enferma en 2002, cuando tenía 8 años, nos asustamos porque quedó flaquita y en esa época no me pagaba Santa Rita. Y un amigo me dijo que Cristhian Wuth (+), gerente del Gold’s Gym, quería comprarme unas camisetas. Yo no quería venderlas, tenía una colección de 600, pero fui a su casa porque también me invitaba a jugar fútbol.

Me terminó convenciendo y le vendí 15 camisetas en $ 2.500 y unos días después me preguntó cuánto quería por el buzo de Chilavert y le pedí $ 3.000. Abrió la chequera y me lo pagó sin chistar ni regatear. (I)

Para estar siempre al día con lo último en noticias, suscríbete a nuestro Canal de WhatsApp.

Contenido externo patrocinado

Ecuador TV

En vivo

Pública FM

Noticias relacionadas

La “Pantera”, goleador histórico del torneo nacional de fútbol (191 goles), defendió a El Nacional, Barcelona, Liga de Quito, Green Cross y Liga de Portoviejo. En su barrio de Esmeraldas rodaron la cerveza y la comida cuando el “Ídolo” compró sus derechos en 100 millones de sucres.

El futbolista quiteño repasa su carrera y recuerda cuando estuvieron cerca de acceder al primer Mundial de Ecuador, con uno de los mejores equipos que ha tenido la “Tri”. Su fútbol marcó una época en Liga de Quito y en varios elencos de la capital; como DT destacó su paso por Liga-Q en 1990, con el recordado título en el Atahualpa.

La carrera del jugador con perfil zurdo se desarrolló en medio de triunfos importantes como el título de la Copa Libertadores, dos Recopas Sudamericanas y una Sudamericana. Empezó como volante ofensivo y sin saber defender lo pusieron como lateral. Además del elenco “blanco” actuó en Rosario Central de Argentina y Cerro Porteño de Paraguay. Está felizmente casado con Silvia Pardo y es padre de cuatro niños: un varón y tres mujeres.

El exjugador guayaquileño de 41 años repasa los momentos de alegría y dolor que vivió durante sus 17 años de carrera. Se formó futbolísticamente en Panamá, su mejor temporada la vivió en Emelec y su primer y único título nacional lo consiguió con Deportivo Quito. El “Ídolo” lo tentó, pero no aceptó por lealtad a los clubes donde estaba.

Tuvo en 1991 su mejor año en el balompié ecuatoriano, tras ganar el título de campeón nacional con Barcelona, con él como figura. Inició en el fútbol en su natal Manabí y llegó al equipo “torero” tras un canje, por una deuda que Liga de Portoviejo mantenía con el conjunto guayaquileño. Uno de sus mayores anhelos es abrazar otra vez a su hijo Víctor, guardameta del “Ídolo”.

Social media