Dos Clásicos fueron determinantes  en la campaña exitosa del campeón 2016. El 5-0 del 15 de mayo en el Monumental y el 0-1 del 26 de octubre en el Capwell.

Un domingo de mayo, cuatro días después de caer 2-1 ante Emelec en el estadio Modelo, el cuadro amarillo se tomó la revancha con holgura. Tal cual sucedió en 2012 se impuso 5-0 en el Monumental y aquello olió a presagio. La perfecta demostración de fútbol ante su rival de barrio marcó un antes y un después en el funcionamiento y estabilidad del plantel. La dirigencia comenzó a convencerse de ratificar al DT uruguayo Guillermo Almada, que venía de caer también ante Liga en Casa Blanca y el equipo cogió alto vuelo.

Era la segunda vez en el año en que el cuadro amarillo vencía por la misma cantidad de goles a un equipo grande, Liga (Q) fue el primero en ser despedido ‘con una mano’ del Coloso del Salado.

La directiva se tranquilizó con el triunfo que desató la fiesta, los jugadores se motivaron más que nunca y Almada encontró distintos premios por su trabajo.

El estratega sintió la confianza de los directivos y de una gran cantidad de hinchas que tenían dudas de su capacidad. Y la familia barcelonista se unificó más que nunca. Empezó la etapa del equipo imparable salvo una que otra derrota -contra Universidad Católica en Quito o Independiente en Sangolquí- que preocuparon poco.

“Siempre digo que la continuidad del entrenador es importante, además a mí me gustan los procesos largos, como los he vivido en los clubes anteriores, eso fortifica el cumplimiento de los objetivos y el desarrollo”, analizó el DT alejado de las emociones después de la victoria abultada sobre Emelec.

Almada anticipó que el techo de rendimiento de Barcelona, “por más que hemos hecho partidos espectaculares como el 5-0 ante Emelec”, estaba muy lejos.

El primer acierto de Almada fue detectar que la plantilla de 2015 era limitada en calidad y cantidad. “Descubrimos que el plantel no tenía la categoría para defender a un club como Barcelona, que debe ser protagonista de todos los campeonatos, así que tomamos la decisión de ascender a muchos juveniles”, señaló a El TELÉGRAFO en mayo.

“Por ejemplo nos faltaba una característica que en el fútbol de hoy es primordial: la técnica en velocidad. Tito Valencia era el único jugador con esas cualidades”. Este año, además de Valencia, contó con Cristhian Penilla, Marcos Caicedo, Wacho Vera y Ely Esterilla con esas cualidades que hacían falta.

Así, el 4-2-3-1 que implantó en el equipo funcionó como él se planteó. Máximo Banguera mantuvo un rendimiento equilibrado y Damián Lanza respondió positivamente cada vez que le tocó jugar. Pedro Pablo Velasco, Mario Pineida y Tito Valencia cumplieron su mejor temporada desde que debutaron en el profesionalismo. Darío Aimar y Anderson Ordóñez se asentaron como dupla central tras reemplazar a Luis Checa y Gabriel Marques.

Almada encontró en el brasileño-uruguayo al mejor acompañante de Matías Oyola por encima de Segundo Castillo, Richard Calderón y Oswaldo Minda. El regreso del ‘Pony’, tras una larga lesión, también fue clave en el funcionamiento del Ídolo. Y los grandes beneficiados de todo ese andamiaje entre el arco, la zaga y el mediocampo, fueron los integrantes del ataque, figuras indiscutibles del éxito.

Damián Díaz, Ely Esterilla, Wacho Vera, Érick Castillo, Jonathan Álvez, Cristhian Alemán, Cristian Suárez y Marcos Caicedo -en primera instancia fue Cristhian Penilla, fichado por el Morelia-, formaron, unos con mayor regularidad que otros, el rombo ofensivo de 4 jugadores que desbarató las defensas rivales. Entre ellos aportaron con 65 de los 90 goles que marcó el campeón, siendo Alemán el único que no anotó. Y pese a que Velasco es miembro natural de la zaga, fue un atacante más al punto de colaborar con 5 tantos. (I)