La selección de Bélgica aún se relame de esos segundos de inspiración que en el instante final del partido ante Japón sellaron automáticamente la clasificación para los cuartos de final de Rusia 2018.

Poco tiene que ver la pizarra en una acción de ese calado, fulgurante e irremediable para el rival. Es un acto casi reflejo y de intuición. Un contraataque de manual.

El gol de Nacer Chadli fue una inspiración coral que llegó en el momento oportuno. La pelota fue de una portería a otra en apenas segundos. Una exhibición ordenada de talento.

El giro al duelo había sido antes, a media hora pendiente para su final, con la derrota cercana y la clasificación improbable. Roberto Martínez dio un golpe de timón.

En pleno vaivén de rumores el técnico de Balaguer (Lérida), de 44 años, casi siempre parece al margen. Acreditado de sobra en el fútbol internacional su nombre suele pasar por alto para los clubes de España.

Martínez pertenece a esa avanzadilla de emigrantes que en su día puso tierra de por medio sin un horizonte claro. Veinte años después ya no es Roberto en Inglaterra. Es Bob, un hombre de banquillo graduado en la escuela de las islas.

Él sabe que su golpe de efecto estaba ahí, plasmado sobre el césped. A los 60’ de un partido imposible, el seleccionador belga entró en escena. Miró al banco y propinó a su once un lavado de imagen. Marouane Fellaini y Nacer Chadli, dos secundarios, actores de reparto, entraron al campo por orden de su entrenador.

No quiere Roberto Martínez ampliar la leyenda negra de los “diablos rojos”, a cuyo barco se subió en agosto del 2016.

El técnico leridano había forjado su trayectoria en Gran Bretaña, a donde llegó para jugar al fútbol con veinte años después de ver el devenir oscuro en el Balaguer y el Zaragoza, con el que llegó a debutar en primera división.

No tuvo dudas para unirse a Jesús Seba e Isidro Díaz, con los que coincidió en el Zaragoza B para marchar a Inglaterra. La terna se unió al  Wigan, en el que se asentó durante seis años y con el que escaló unas cuantas categorías. Es aún uno de los futbolistas más emblemáticos de la historia de ese club. Bob fue a Escocia (Motherwell) y Gales (Swansea) antes de colgar sus botas en el Chester.

Hace 11 años, ya que el club galés lo volvió a reclamar para compatibilizar el banquillo con el césped.

Fue el trasvase natural hacia su vocación de entrenador de forma definitiva.

Quedó a un paso de llevar al club a la Premier, en donde desembarcó después, para dirigir al Wigan. Tras Juande Ramos y Rafael Benítez fue el tercer español en un banco en el primer nivel inglés.

A finales de 2016, Martínez se convirtió en la apuesta de la Federación de Bélgica para sacar el lustre a la mejor generación de la historia, en su recta final y sin el rendimiento esperado.

Roberto Martínez cambió de un plumazo la pinta de los “diablos rojos”. Instauró el gusto por el balón y una actitud dominante en el juego.

En el plano mundial, Bob Martínez ya ha dejado su impronta. A la menor ocasión, cuando fue necesario. A pesar de que el agónico triunfo de su selección fuera un golpe de inspiración y ahora jugará con Brasil. (I)