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En Tarqui, el olor a nostalgia es muy fuerte

En Tarqui, el olor a nostalgia es muy fuerte
Foto: Wilmer Torres/ EL TELÉGRAFO
25 de abril de 2016 - 08:40 - Wilmer Torres. Manta

Tarqui está cercada. Policías y militares custodian el paso a ese sector, que resultó afectado por el movimiento telúrico. Una cinta de plástico amarillo advierte el “Peligro” del lugar. Adentro, en la “zona cero” -como le llaman los habitantes- solo caminan ingenieros, arquitectos, voluntarios, servidores públicos y fuerzas del orden.

Afuera, en las calles 106, 102 y 4 de Noviembre, por ejemplo, “turistas” recorren asombrados y observan las consecuencias del terremoto. Lo hacen a pie, en grupo y en vehículos. Sacan sus teléfonos inteligentes para obtener una imagen. Esas personas murmuran, “no puedo creer que esto haya pasado. Hace una semana esto era diferente, había mucha gente, es un sector popular”, advierte José Macías, uno de los transeúntes.
Luego de obtener una postal, dejan Tarqui. Resulta curioso que esa parroquia es una de las más visitadas de Manta -al momento-, no solo por expertos sino por curiosos, quienes visualizan perplejos la magnitud del seísmo.

Las fotos siguen, -¿usted vive aquí?- pregunta el periodista. María Zambrano contesta “no vivo aquí, solo vine a ver, ya mismo me regreso a la casa. Vivo a un costado de la vía a Jaramijó y ahí no hubo daños”. Tiene pánico, camina sigilosamente -acompañada por su tío y su esposo- por el lado donde no están los inmuebles cuarteados, resquebrajados, en ruinas y a punto de colapsar, “perdí a tres amigos y dos primos. Desde ese día no puedo dormir, el menor movimiento me despierta y eso que a veces solo es el pasar de los carros”.

Por el pavimento de las calles que resultó rajado pasan pocos taxis y motos. Las líneas de buses funcionan a medias. “Es una tragedia”, como dice el profesor Medardo Cedeño, a pesar de ello, existen vendedores informales, quienes ofrecen agua de coco, sandías, jugos naturales y más cosas.

No existen locales comerciales abiertos. Un mercado popular a dos cuadras del puente de la 4 de Noviembre funciona a medias. En los alrededores de ese centro de abastos la situación es similar: casas a punto de colapsar y escombros aún en las veredas y calles; y claro, basura que se rebosa de los contenedores municipales.

Las postales de hoteles y casas caídas sigue. Fabricio Pita está allí, llegó desde El Carmen para mirar a esta parroquia “en ruinas”. Dice que ahora reina el silencio, “había mucho movimiento. Por ratos se volvía estresante caminar por aquí. Ahora solo el sonido de los pájaros que sobrevuelan la ciudad se escucha. ¡Ñaño tengo que tomar fotos! -ya te atiendo-”, aclara.

Confusión de olores

Una parte de esos turistas y funcionarios de instituciones públicas y privadas, así como de las fuerzas del orden recorren con mascarillas y algunos con guantes. Hay olor a basura, a aguas negras, a húmedo, a cemento, a ropa vieja y a muerte. “Todavía hay personas que siguen entre los escombros y por ratos el olor es fuerte, muy fuerte”, atribuye el profesor Cedeño y agrega que “Tarqui era como ‘El Tejar’ en el centro de Quito con mucho comercio, con hoteles, restaurantes (...) y mucha, muchísima gente”.

Pedro Vallejo, dueño del tradicional -y ahora en ruinas- hotel Pacífico, dice que no hay que confundirse con los olores. “Por aquí pasa el río Burro, el cual siempre ha emanado un olor putrefacto y más allá, también hay un problema con aguas servidas”.

El manaba sabe cómo salir adelante

Vallejo perdió todo el patrimonio que construyó desde hace 50 años. A pesar de sus 70 años asegura que tiene la fuerza para pagar las deudas y volver a construir. “Tenemos que esperar hasta que haya un informe técnico por parte de las autoridades, con ello sabremos nuestro futuro. Pero los manabas somos así: sufrimos mucho, pero trabajamos y no nos dejamos vencer. Aquí nadie se quedó a llorar, asimiló las consecuencias y ya se piensa en una solución. Manabí es de gente trabajadora y luchadora”.

Vicente Villafuerte, que casi pierde la vida cuando un hotel se le vino encima, dijo que “el trabajo como recepcionista lo perdí. Pero tengo conocimientos en construcción, en pesca (...) así que no me puedo quedar con los brazos cruzados”.

En cambio, el comerciante informal Tulio González sigue asustado. Dice que no ha podido dormir con tranquilidad. “Perdí mi casa en el barrio Jocay. A pesar de ello, salí a las calles a vender cargadores de celulares”. Mientras llora indica que le da miedo este lugar, “no hay nadie”.

Huele a nostalgia

Existen malos olores que sobresalen a la temperatura promedio de Tarqui (28 grados centígrados), pero el “olor a nostalgia” es más fuerte. Eduardo Loor, un taxista mantense, quien perdió su casa, menciona que la parroquia ya no será igual. “Era llena de mercados, tiendas, centros comerciales, moteles (...). El Hotel Navarrete está en el piso, ahí llevaba a mi vieja -sonríe-”.

Ese hotel era la infraestructura más conocida de Tarqui, “era un centro comercial muy concurrido. Creo que todavía hay gente atrapada ahí”, subraya Loor.

En cambio, Alcides Gil recuerda que Tarqui fue la primera parroquia del perfil costanero de Manta. “Es muy tradicional, muy popular. Aquí encontrábamos habitaciones de hotel a $ 15, había cómo regatear en los mercados. El Malecón está desolado, el parque del Pescador está vacío”.

Ayuda a los damnificados

A pesar de que ese sector está deshabitado, a su alrededor las personas deambulan con cámara en mano -”de turismo”- y otros esperando ayuda. Agua es lo que más requieren.

Martín, dueño de un centro de cómputo, se organizó con un grupo de “panas” para recorrer -en una camioneta- esos lugares. A quienes se encuentran por allí les entrega agua embotellada. “Tenemos que hacerlo en orden porque las personas se nos abalanzan. La gente está sufriendo por agua. Hay mucha ayuda, pero creo que no está llegando de forma ordenada”.

Expertos visitan la zona cero

El sábado un grupo de ingenieros, arquitectos y estudiantes de universidades como la Espol, Guayaquil, Católica y Laica visitaron la zona para evaluar los daños.

El ingeniero Guillermo Ponce explica que hay zonas en Manta, que tienen “suelos complicados” y esa fue una de las razones de por qué hubo sectores con muchos daños y otras como que técnicamente no pasó nada. A eso, Ponce llama “efectos del suelo”, en donde una de las razones de los problemas son los “rellenos”, que “generan comportamientos diferentes en un lugar y otro”.

Todavía no tienen un balance de cuántas viviendas deberán ser demolidas en ese sector de aproximadamente 10 cuadras. “El caso de Tarqui es complejo, se ve mucha afectación aquí”, anticipa. En un informe preliminar del Cuerpo de Ingenieros del Ejército, Espol y de ESPE determinó que existen 526 edificaciones afectadas en Tarqui. (I)

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