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El Telégrafo
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La calle Alajuela, reducto de los informales

La calle Alajuela en el centro de Portoviejo se convirtió en reducto de los comerciantes informales de la capital manabita, hay más de 700.
La calle Alajuela en el centro de Portoviejo se convirtió en reducto de los comerciantes informales de la capital manabita, hay más de 700.
Foto: Rodolfo Párraga / El Telégrafo
16 de abril de 2018 - 00:00 - Patricio Ramos y Vivian Zambrano

Después del terremoto del 16 de abril (16-A) de 2016,  los comerciantes informales, que se ubicaban en la calle Chile, centro de Portoviejo, encontraron en la arteria conocida como Alajuela la alternativa para seguir con sus negocios. Tras dos años del sismo, la Alajuela se ha convertido en el hogar de los informales.

Los 400 metros de longitud de la calle están ubicados frente a la catedral, sobre la Avenida Universitaria. Ahí fueron construidos los módulos con recursos propios, cuenta el comerciante Freddy Toapanta. No podíamos quedarnos de brazos cruzados, había que activarse, tardamos más de dos meses, pero al fin lo hicimos.

Cuando los clientes ingresan a este paseo comercial improvisado después de la tragedia, sus ojos quedan prendados en la variedad de artículos que se ofertan. Desde ropa, calzado, productos electrónicos, hierbas medicinales hasta alimentos preparados.

Yordy Suárez, vendedor de accesorios para celulares, sabe lo que significa pasar necesidades. No le gusta recordar las escenas desgarradoras del 16-A, pero sabe lo que es no tener dinero para hacer compras y llevar alimentos a su hogar. Por eso, cuando pudo acceder a un puesto en la calle Alajuela, dijo que era como volver a nacer, pues su negocio empezó de la nada.

Cuando el sol arrecia el calor es sofocante en pleno callejón. Los comerciantes son tan creativos que ubicaron toldas de tela y plásticos para aplacar su intensidad. En esta época de venta de uniformes escolares, la presencia de clientes es nutrida.

Los 700 comerciantes están agrupados en ocho asociaciones. José Martínez es uno de los dirigentes de los vendedores. Afirma que el Municipio, a través del alcalde Agustín Casanova, facilitó la instalación de los componentes de las ocho agremiaciones. La Corporación Nacional de Electrificación (CNEL) los ayudó con la instalación de transformadores y líneas de conducción de electricidad.

Al fondo de la calle Alajuela que desemboca en el mercado de la parroquia San Pablo, un contenedor fue adecuado para ubicar baños. Los comerciantes y clientes utilizan esos servicios cuando necesitan hacer sus necesidades biológicas. Para algunos de los vendedores, el lugar es estratégico. Está cerca a la Avenida Universitaria, a pocos metros del estadio Reales Tamarindos y frente a la Catedral. Alfredo López Loor, lleva 25 años como comerciante informal.

Antes del terremoto su sitio de trabajo estaba en la calle Coronel Sabando. Vende ropa, negocio que dominada el 70% de la actividad  en este paseo comercial. Un día bueno antes del terremoto le representaba entre $ 80 y $ 250. Ahora supera esa cifras, especialmente en días feriados, cuando gana hasta $ 400. Por ejemplo, el ingreso de los escolares es bueno, afirma.

Los comerciantes, además, utilizaron dos pequeñas transversales para completar una especie de cruz. Había que hacerlo, asegura Wilson Álava, nos podrán decir que estamos muchas personas, pero nosotros nos acomodamos. “No nos queda de otra, hay que seguir. Después de dos años del terremoto, la lección es que, pese a que la situación fue muy drástica, salimos adelante”. (I)

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