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El Telégrafo
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La maquinaria del gobierno provincial de Manabí fue enviada a la zona para las tareas de limpieza

El día del terremoto, María Oswaldina se refugió en la iglesia de Calceta

Los pedazos de cemento, bloques, hierros y otros materiales que quedaron de las viviendas en Calceta son llevadas a una explanada.
Los pedazos de cemento, bloques, hierros y otros materiales que quedaron de las viviendas en Calceta son llevadas a una explanada.
Foto: William Orellana / El Telégrafo
22 de abril de 2016 - 00:00 - Karla Naranjo Álvarez

Desde Calceta, Manabí.-

Felipe Macías está parado junto al pilar en que se refugió en el terremoto del 16 de abril. No sabe cómo llegó a pararse ahí, pero cuenta que si se detenía unos cuantos centímetros atrás, moría. El edificio de 4 pisos en Calceta, cabecera cantonal de Bolívar (Manabí), donde tenía su negocio de venta de ropa se desplomó por completo. “El mismo movimiento del suelo me llevó hasta allí. Tuve un ángel de la guarda, pero ahora necesito ayuda sicológica y sé que muchos otros también”.

Una mujer que había terminado de comprarle una prenda de vestir murió aplastada por la estructura, que se levantaba en una esquina frente a la Plaza Cívica Bolívar, en el centro de la ciudad. Ella fue una de las 9 víctimas recuperadas por elementos del Cuerpo de Bomberos de Bolívar, hasta ahora.

De los escombros hoy queda muy poco, pues operadores de maquinarias del Gobierno Provincial y de voluntarios llegaron con volquetas y se ha limpiado el sitio.

Los pedazos de cemento, los bloques, el hierro y lo que haya quedado entre los materiales se transporta hasta una explanada tan grande como una cancha de fútbol. situada a la salida de la parroquia Calceta.

Decenas de personas, sobre todo jóvenes, llegan al sitio para separar los elementos. Gregorio Napa es uno de ellos. “Apoyo desde las 5 de la mañana hasta las 7 de la noche, pero así me aseguro comida”, sostiene el hombre cuyo cuerpo y ropa están cubiertos de polvo.

La vivienda de Gregorio no se cayó, pero está consciente de que no soportaría una réplica similar a la magnitud del movimiento telúrico del fin de semana, el cual llegó a los 7.8 grados.

Muy cerca de él, otras maquinarias recogen los restos de la vivienda de 2 plantas de Patricio Moreno, quien solo puede movilizarse apoyado de una caminadora.

El día que tembló la tierra en Manabí y gran parte de Ecuador, él logró ubicarse bajo el marco de la puerta principal y vio cómo el balcón se desmoronó muy cerca de su rostro. Patricio vive en la calle Portoviejo, donde, según cuenta, nació Calceta.

El reloj público, frente al parque principal y la iglesia central, era la principal referencia para llegar al domicilio de Patricio. Hoy queda muy poco. Incluso este ícono arquitectónico de Calceta se derrumbó y fue sacado ya de la calle.

María Oswaldina Vera habita a menos de 100 metros de allí. La mujer estaba en la iglesia cuando sintió el temblor. Cuenta que se acostó en el suelo con los brazos extendidos en forma de cruz, luego gateó hasta el parque.

Para mostrar la veracidad de su relato enseña las heridas de sus piernas, pues por momentos hasta se arrastró. Ella no acostumbraba a ir a la iglesia los sábados, pero “así es Dios de misterioso, simplemente es Él. Si me quedaba en casa moría aplastada por una pared. Todas las divisiones internas de la vivienda se cayeron”, cuenta la señora. Luego María corrió hasta la loma más alta cuando “empezaron los rumores de que la represa iba a colapsar y podía ocasionar más desaparecidos”.

Las casas son señaladas

Manolo Alvarado y Juan Cava son bomberos voluntarios de Perú, quienes por iniciativa propia y la ayuda de una empresa privada llegaron a Calceta para ayudar tras el sismo. Su misión principal es rescatar víctimas y remover escombros, pero en Calceta cumplen otro deber, no menos importante.

Junto a otros 9 compañeros recorren las casas y verifican si están en condiciones para ser habitables.En caso de que no lo sean, se toma la medida de demolerlas y para ello las señalan con un marcador rojo. Las que están en buenas condiciones se pintan de azul.

Los voluntarios extranjeros y locales se reúnen en el Cuerpo de Bomberos de Calceta, antes de iniciar su labor. Ahí funciona también un centro de acopio, hasta donde llegan los habitantes a pedir kits alimenticios, ropa y en especial agua. Quienes administran el lugar indican que muchos ciudadanos, ante la desesperación, ingresan más de una vez con la excusa de que no les han entregado nada.

Los voluntarios reconocen que hay zonas conflictivas, afectadas por el terremoto, donde los lugareños rodean a los carros con donaciones y se llevan los víveres u otros artículos. Para evitar este tipo de hechos, militares bolivianos apoyan en la logística. (I)

DATOS

Calceta, cabecera cantonal de Bolívar, tiene al menos 17.600 habitantes. La historia cuenta que en sus montañas vivió el pueblo Caras, que influyó en otras culturas.

La zona es conocida por sus dulces y su potencial agrícola. Debido a esto el proyecto de riego Carrizal-Chone tiene a esta población como eje central. El terremoto no afectó esta infraestructura.

Uno de los edificios afectados en Calceta es su antigua biblioteca de Madera, que contiene libros históricos y actas antiguas. La infraestructura está cerca del reloj público, también dañado por el sismo.

Las casas que no están en condiciones de ser habitadas se marcan con color rojo. Bomberos voluntarios de Perú cooperan en la tarea. Foto: William Orellana / El Telégrafo

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