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Paracaidismo, un deporte en el que no cabe la improvisación

Paracaidismo, un deporte en el que no cabe la improvisación
29 de octubre de 2013 - 00:00

Para tener tres minutos de vértigo y adrenalina es necesaria una hora de planificación. La sensación de volar demanda paciencia, pero vale la pena y los paracaidistas que participan en el “Big Way” saben muy bien ese detalle.

Tras 20 minutos de viaje entre la pista aérea de Shell (Pastaza) y el aeropuerto Jumandy (Napo), los deportistas efectuaron el primer salto y demoraron una hora en preparar el segundo. La tarde del sábado pasado hubo un clima soleado, ideal para “pintar” el cielo amazónico con los colores de los paracaídas.

Luego de un breve descanso, el coronel en servicio pasivo Édgar Narváez, organizador del certamen, acordó con los exponentes los pasos de la siguiente incursión. Parte fundamental en esta disciplina es coordinar las acciones.

“Todos los saltos son planificados, evitamos la improvisación; acá simplemente se hace lo que estaba previsto”, resaltó el promotor.

En esta disciplina es elemental conocer en qué dirección irán las avionetas al momento de la caída de los deportistas y en esto tiene mucho que ver el curso del viento.

También se acuerda la altura a la que se elevará la nave y se observarán los obstáculos de la superficie (árboles, edificios, casas, torres…) para evitar caer sobre ellos. Los paracaidistas deben revisar el estado de las cúpulas, subir con los altímetros en cero, tener sujeto el casco y abordar con la indumentaria adecuada.

Narváez recordó que la tecnología juega un papel preponderante, ya que desde hace una década existen dispositivos que abren en forma automática el paracaídas de reserva cuando, a determinada altitud, el principal no se acciona. Esa altura es de 750 pies (228 metros) en un paracaídas individual y de 1.500 (457 metros) en un tándem (para dos personas). Estas distancias son calibradas a través de un altímetro.

“Si por alguna razón una persona desmaya mientras desciende, la cúpula principal es eyectada y la de emergencia se despliega; así se disminuye el riesgo de accidente”, aseveró el ex militar.

El motivo principal por el que se eligió Tena para el evento es la ubicación geográfica del aeropuerto Jumandy, localizado a 45 minutos de la ciudad (suroriente).

Al estar lejos de las montañas, por lo general, no hay nubosidad y eso facilita las maniobras de los exponentes. Además, la altura de Tena sobre el nivel del mar (500 metros) les permite saltar con velámenes pequeños, no como en sitios de gran altura que, debido a contar con menos oxígeno, exigen cúpulas de mayor tamaño o dimensión.

Las naves

No cualquier nave es apropiada para estos ejercicios. En el Big Way se utilizan dos avionetas Cessna 206, con certificación STC, una modificación en la máquina autorizada por la marca fabricante.

Franco Ordóñez, coronel en servicio pasivo, propietario de uno de los planeadores, dijo que el vehículo cuenta con una puerta rebatible (plegable), que funciona bajo presión de aire; también tiene un estribo que le da comodidad y seguridad al paracaidista antes de brincar. En el momento del salto, la avioneta, que es capaz de desarrollar hasta 120 millas por hora (193 kilómetros), disminuye la velocidad a 70 millas por hora (112 kilómetros).

Aunque el tiempo de caída depende de la altura del salto, de la altura a la que el exponente abra la cúpula y del peso corporal del deportista, en el Big Way las avionetas suben hasta 10.000 pies (3.048 metros), por lo que entre la salida y el aterrizaje el paracaidista demora un promedio de 3 minutos.

Por tratarse de una disciplina de riesgo, las medidas de seguridad se extreman, de modo que el responsable de la torre de control está en constante contacto con los pilotos y cada exponente cuenta con un radiotransmisor.

Los deportistas continuarán con su actividad hasta mañana. Su objetivo principal es realizar figuras en el aire antes de accionar los paracaídas. En el proyecto se preveía la presencia de 10 paracaidistas profesionales, pero hasta el domingo estaban 9, entre ellos el peruano Fernando Gallegos, miembro del grupo de paracaidistas del World Team que consta de seis récords mundiales, el último en 2006, cuando fue parte de una formación de 400 personas en Tailandia.

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