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El público guayaquileño vivió una jornada performática

”Pisémonos de una vez por todas” fue la instalación-performance propuesta por la docente Cristina Morales y sus alumnos, quien invitó a la gente a participar.
”Pisémonos de una vez por todas” fue la instalación-performance propuesta por la docente Cristina Morales y sus alumnos, quien invitó a la gente a participar.
Foto: Miguel Castro / EL TELÉGRAFO
06 de abril de 2019 - 00:00 - Redacción Cultura

Desde la segunda década del siglo XX la performática ha sido el canal de los artistas para afectar a otros con diferentes mensajes.

Usaron su propio cuerpo no solo como tema sino también como materia prima y objeto artístico para hacer públicas sus preocupaciones  en diversas manifestaciones.

Hace 10 años, Amalina Bomnin, docente cubana de la Universidad de las Artes (Uartes), investiga este arte en relación con el impacto y desarrollo que ha tenido en Ecuador desde 2000 a 2015.

Esta semana, Bomnin puso en escena la investigación que es parte de su tesis doctoral (del 2 al 4 de abril) con el programa “Cuando las actitudes devienen performance”.

El encuentro homenajeó el 50 aniversario de la inauguración de la muestra “Live in your head: when attitudes become form” (22 marzo 1969), curada por Harald Szeemann.

La iniciativa, a más de reunir  memorias  de artistas y docentes en varios conversatorios, exhibió trabajos de la comunidad universitaria.

“En Ecuador este arte —el performance— ha sido un género con un pronunciamiento un poco underground; no ha sido un género-arte de acción que la institucionalidad ha acompañado”, señala la curadora.

El martes, en la Biblioteca de la Uartes, se inauguró la I Jornada Performance e iconoclasia: pedagogías, creatividades y redes de trabajo social, en la que expuso la italiana Sara Baranzoni.

 Esta docente de la Uartes repasó la teoría de Richard Schechner, uno de los fundadores del análisis del performance, que decía que el eje de estudio era la acción corporalizada y debía entendérsela como una práctica artística-intelectual activa.

Entre otros referentes, Baranzoni también habló del artista alemán Joseph Beuys, quien entendía este arte y lo expresaba como un escultor social. Decenas de sus trabajos afectaron al público por la crudeza de sus montajes en la vía pública.

Al igual que Baranzoni, el  ecuatoriano Carlos Vaca destacó su proyecto “Cartografías personales”, con el cual investiga hace 10 años en centros comunales, museos y cárceles del país.

Su trabajo pone énfasis en la privación de la libertad que recae en lo corpóreo: sus síntomas, expresividades, memoria y existencia encaminadas a las áreas del arte.

Los trabajos hechos con los reclusos del correccional de menores de Guayaquil conmovieron al público. Lo mismo otros que hizo en la cárcel de Cuenca en Turi.

Del primero mostró “Fronteras de mar”, un experimento que consistió en que presos de  entre 12 a 14 años redactaran la situación y percepción de sus vidas.

“Estos procesos resultaron en 120 hojas con historias que se convirtieron en barcos. La gente interactuaba en este proceso, las cogían y abrían del otro lado de la reja”, contó el artista plástico.

El taller hecho en Turi fue  “Huella dactilar, cuerpo, nombre y existencia”.

En esta dinámica solicitó, mediante procesos de sensibilización de los sentidos, un escrito para expresar y redescubrir el cuerpo a través de los efectos que repercuten en sus vidas y la visión que tienen de su entorno.

“Como no podían firmar consideré usar la huella dactilar, porque hay presidiarios que no sabían leer ni escribir. Me interesó como representación corporal, por no poder usar el rostro, ni cuerpo”, expresó Vaca.

A medida que iba pasando las diapositivas de su taller, los escritos y dibujos de los reos develaron la cosmovisión de su entorno.

El consumo de marihuana, el uso de armas, la presencia de ángeles y demonios, entre otros simbolismos.

Cuerpos pisados
Destacada visibilidad tuvo  la instalación-performance “Pisémonos pero de una vez por todas”, desarrollado en medio del Pasaje Illingworth, en los interiores de la universidad.

Estuivo basado en la técnica de llevar la metáfora a la literalidad expresando el inconsciente de la dominación. En este caso se logró que quienes deseaban podían ingresar a la instalación para vivir la experiencia de pisarse los unos a los otros.

Esta propuesta le pertenece a la docente española Cristina Morales, quien junto con sus pupilos, llevó a otro nivel este proyecto artístico que trabaja la poesía y sus posibilidades de expansión hacia la instalación, la performática o el sonido.

La mecánica consistió en invitar al público a participar en tres fases bajo un contrato. Una vez firmado, el interesado tomaba una máscara negra que lo ubicaba como  espectador.

Si este deseaba experimentar el “cuerpo pisado”, debía tomar una máscara blanca para pasar a ser performer y así explorar la sensación de ser pisado o experimentar la posición de ser el que pisa.

“Este proyecto abrió la experiencia performática al público para que la viva desde lo artístico, estético y con el mensaje de reflexión que lleva un elemento de peso como esta  instalación”, indicó la investigadora Morales.

La jornada de tres días generó diversas reacciones a los transeúntes respecto a diversos temas sociales. (I)

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