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Sobre la feria del libro, un homenaje y otras historias estrambóticas

Sobre la feria del libro, un homenaje y otras historias estrambóticas
22 de julio de 2012 - 00:00

En Guayaquil, una ciudad en la que muy pocos de sus habitantes leen, todo el mundo vocifera contra la Feria del Libro.

-Este año está peor que nunca- dice cualquier hijo de vecino; lo llamo así por no mentarle a la madre, que seguramente es una santa, pero no habrá leído ni Los tres chanchitos.
Y tenemos la primera historia estrambótica, es decir, extraña, fuera de lo normal, extravagante porque ¿qué puede saber alguien que no  lee y cree que los libros muerden, sobre la buena o mala calidad de una feria de libros?

Nada, por supuesto, pero rebuznan tremebundamente.

Jaime Rull, organizador de la Feria del Libro de Guayaquil, nos cuenta que en Barcelona nació la idea de crearla, cuando se hermanó a las dos ciudades por su posición frente al poder central oponiéndole su autonomía económica, subrayando que Guayaquil es a Quito (el que  quita) lo que Barcelona es a Madrid (la madrastra).

Pero Guayaquil no tiene a Gaudi –el parque Guell, La Pedrera, la Casa Batló…)- ni su movimiento editorial, su barrio gótico, su cultura musical… pero sí al ídolo del astillero, el Barcelona, club de fútbol fundado por catalanes.

Es estrambótico también que en la Feria del Libro se le rinda homenaje a un escritor más conocido que leído, mejor dicho, conocido pero no leído.

Y ahí estoy yo, hecho el bobo (¿o el vivo?) frente a un público  que va a oír hablar sobre un fulano o sutano, hasta mengano, ¡qué más da!, que no saben qué ha escrito, Sapito sapón (el meón) o El cuarteto de Alejandría, Los pollitos dicen o Bajo el volcán.

Los gacetilleros, léase periodistas, se sienten a veces ingeniosos y hacen pronunciamientos estrambóticos. Por ejemplo, sale un fulano que dice: Carlos Fuentes se fue (se murió), Gabo tiene demencia senil, Vargas Llosa anda gueveando (léase se derechizó), casi todos los demás han muerto. ¿Qué ha quedado del boom?
Nada.

¡Cómo hablan boludeces!

¿Y los libros?

Basta con nombrar Cien años de soledad, Rayuela, La región más transparente, Coronación, El astillero, La ciudad y los perros y La muerte de Artemio Cruz, para taparles el hocico.

Pero aún hay más, como decía Raúl del Asco en su programa de la Tv mexicana.

Veamos, dijo el ciego, y yo le dije vamos respetando su ceguera. Vamos a ver, insistió el no vidente, haciendo una brillante e inobjetable síntesis. Yo me rendí ante su sapiencia y fui.
Vi entonces a Borges consolando a Sábato e indicándole que librara a Alejandra del sobrante e inútil Informe para ciegos.

Sábato se refugió en El túnel cuando el espejito de la madrastra de la Cenicienta, tras la muerte de Borges, respondió a su anhelante pregunta, que el mejor escritor argentino era Cortázar.
Pobre don Ernesto, y pensar que Alejandra es muy superior a  la Maga.

Voy a finalizar esta nota con algo nada estrambótico: la mención de cuatro títulos del Programa Editorial del Municipio de Guayaquil, que son de sumo interés: Al encuentro de la Fragua de Vulcano, de Enrico Bonfanti Habze; Historia del Cuerpo de Bomberos  de Guayaquil, de Modesto Chávez Franco; Honorable Vicente Rocafuerte: Legislador de la República del Ecuador, de Alberto Cordero Aroca; más Obras selectas de Pedro Carbo; y uno del Consejo Nacional de Cultura: Guayaquil/Fotografías de Ricardo Bohórquez, volumen bellamente editado que es un verdadero homenaje al gran puerto del Pacífico Sur.

Aplausos (merecidísimos).

Nada más. Y punto. Final.

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