El Festival de Cine de San Sebastián se desarrollaba ahora con “servicios mínimos” debido a una huelga general convocada en la región contra las medidas de austeridad, en un día en que el “glamour” corría a cargo de la actriz italiana Monica Bellucci.

“Se proyectarán únicamente las películas a competición en las diferentes secciones, y solo se organizarán aquellos actos que no puedan ser suprimidos o cambiados de día”, informaron los organizadores del certamen fílmico.

“Asimismo, el festival suspenderá sus actividades previstas fuera del Palacio de Congresos Kursaal (sede principal del certamen), cerrando todas sus instalaciones y servicios exteriores”, precisaron.

Así, frente a las más de 70 películas que se proyectan cada día, ayer solo se vieron siete, entre ellas, las dos de la sección oficial: “All apologies” de la directora china Emily Tang, y “Rhino Season” del director iraní Bahman Ghobadi, que cuenta con la actuación de Bellucci, la estrella del día en San Sebastián.

Los puestos de información y de venta de recuerdos del festival permanecían cerrados, al igual que la mayoría de los locales de San Sebastián, siguiendo el llamado a la huelga general lanzado por los sindicatos nacionalistas vascos ELA y LAB en protesta por los recortes presupuestarios y los “ataques a los derechos laborales”.

Pequeños piquetes informativos se pasearon por la entrada del centro Kursaal, sin que se produjera ningún incidente  ni impidieran el paso de las personas a la sede del festival.

El encuentro de San Sebastián ya había visto perturbado su funcionamiento por culpa de una huelga en 2003 cuando se produjo un paro de los trabajadores del lujoso hotel María Cristina, donde se alojan las estrellas que acuden al certamen. La huelga general ayer estaba convocada en el País Vasco y Navarra sin que haya grandes incidentes por el momento.

“El último Elvis”

El cineasta Armando Bo, que llegó al mundo del cine con 17 años y a los 30 firmó el guión de “Biutiful” con Alejandro González Iñárritu, presentó en San Sebastián su ópera prima, “El último Elvis”, donde indaga en los problemas de la falta de personalidad. “Para mí era importante hablar de esto, saber por qué alguien querría ser otra persona o tener ganas de hacerse famoso”, indicó el director.

Carlos Gutiérrez es un trabajador de una fábrica que toda su vida ha creído que es Elvis Presley; además, Dios le dio el “don” de su voz, que le permite ganarse un poco mejor la vida haciendo imitaciones del artista, pero está a punto de cumplir la edad que Elvis tenía cuando murió y no sabe qué hacer con su futuro.

Por medio, ocurre algo que le obliga a acercarse más a su hijita, que vive con su mujer. Así que toma una decisión drástica y viaja a Graceland. “Reconstruimos en decorados el interior de la casa de Presley, y los exteriores ayudándonos del 3D; esto, y comprar los derechos de las canciones que interpreta McInerny, se llevó más del 40% del presupuesto de la película (1,5 millones de dólares), dice.

La música, explica, era imprescindible no solo como banda sonora necesaria, sino porque “balancea su doble vida: sentirse uno más en el mundo y único en el escenario”.

Nicolás Giacobone, coguionista habitual de Iñárritu, también colabora con Bo, de la que el director mexicano es productor asociado, al igual que su padre, Víctor Bo.