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Hemingway y La Habana, un lazo extendido

Hemingway y La Habana, un lazo extendido
02 de julio de 2013 - 00:00

La Habana, Cuba.- La estancia por más de dos décadas del escritor Ernest Hemingway en La Habana constituye aún un enigma para los seguidores de su obra en la isla y en todo el mundo.

Su casa ubicada en Finca Vigía, los lugares en los cuales dejó huellas como el restaurante bar Floridita donde solía disfrutar de su daiquirí, los torneos de la pesca de la aguja en la costera norteña Cojímar, resguardan su paso por Cuba.

De ahí que investigadores de todas latitudes se acerquen al Coloquio Internacional dedicado a su vida y obra, que cada dos años auspicia la casa museo, en San Francisco de Paula.

A este, recién concluido, llegaron un centenar de estudiosos, conservadores, artistas, apasionados todos de su impronta literaria, para seguir las últimas rutas, los pasos del autor de El viejo y el mar por esta ciudad.

Más allá de los foros, los debates teóricos y las charlas sobre  temas como la preservación del inmueble donde se asentó en La Habana desde 1940, las pasiones por la caza, su paso por África, la correspondencia con amigos y colegas, el encuentro convocó a un grupo de imitadores, ganadores de un concurso de personas parecidas a “Papa”, como le llamaban sus allegados.

Todos rebasaban las seis décadas, con porte robusto, pelo y barbas canosas. “Por las calles nos confunden, la gente nos mira asombrados, unos nos gritan ¡Hemingway!, otros ¡Papa!”, comentaban algunos en los pasillos del Palacio O’Farril, donde se desarrollaron las jornadas teóricas.

Imagen reciente de la Finca Vigía, la residencia de Hemingway en La Habana. Foto: Tomada de www.davidlansing.com

Y es que la cita fue además un homenaje a este narrador desde todas las manifestaciones artísticas. Una puesta teatral, La Habana caliente de Hemingway, trajo al canadiense Brian Gordon Sinclair, otro apasionado, también con una minuciosa caracterización física, quien confundía a todos en escena, con sus anécdotas y pasajes trascendentales del Nobel de Literatura.

En el amplio programa teórico desplegado se disertó sobre los primeros pasos de Hemingway como escritor, así como de su epistolario.

En esta misma cuerda de la correspondencia estuvo Susan Wrynn, quien dedicó su charla sobre las cartas cruzadas entre el novelista y el italiano Gianfranco Ivanovich, hermano de Adriana, una de los amores fugaces del autor de obras como Por quién doblan las campanas.

Sobre sus pasiones por la pesca, en especial la aguja, abundó el escritor cubano Ismael León, mientras el académico estadounidense Michael Connor exploró en los valores arquitectónicos y la actual preservación de Finca Vigía. Es auténtica, subrayó el especialista.

La casa en la actualidad mantiene el mismo ambiente de entonces, cuando el escritor vivía en ella y escribió siete de sus libros, entre ellos El viejo y el mar, que le valió el premio Pulitzer en 1953. “El inmueble, su preservación actual, evoca a Hemingway. Es como si estuviera aún por allí”, dijo Connor.

El académico ofreció un recorrido en imágenes por la casa museo. Con fotos pertenecientes a los fondos de esa institución, hizo un paralelo entre imágenes antiguas y actuales y destacó, por ejemplo, la conservación del mobiliario, elaborado con caoba cubana a partir de los diseños de Mary Welsh (1908-1986), su cuarta y última esposa.

Exhibió además otras imágenes, varias de ellas del creador de Las nieves del Kilimanjaro en la sala de su casa, rodeado de recuerdos como las cabezas disecadas de los animales cazados en safaris en África.

También de algunos momentos de estancia en su biblioteca, un espacio del inmueble de particular significación. En algunos momentos, señaló, Hemingway trabajaba de pie, y de esta manera escribía, relató.

Su selección incluyó otras fotografías. En unas el escritor estaba acompañado de varias de sus mascotas, como su perro Black y su gato Éxtasis, así como de sus hijos Patrick y Gregorich, quienes pasaban largas estancias en la isla con su padre.

El coloquio fue una oportunidad única para adentrarnos una vez más en el apasionante mundo del escritor, ese que decidió estar en Cuba una parte de su vida para autodefinirse como un “cubano sato”.

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