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“Hay que salir de esa burbuja, la del ‘boom’ del cine ecuatoriano”

“Hay que salir de esa burbuja, la del ‘boom’ del cine ecuatoriano”
30 de mayo de 2013 - 00:00

30-5-13-cultura-Juan-Martin-Cueva¿Cómo toma el nuevo encargo?
Como una inmensa responsabilidad, porque sé lo complejo que es el sector, lo gigantescos que son los retos y las grandes posibilidades de desarrollo del cine y el audiovisual en nuestro país. También con confianza, porque tengo experiencia en dos ámbitos que creo que son necesarios para asumir esta función: por un lado la realización cinematográfica y por otro la gestión cultural tanto desde lo privado como desde lo público. Creo que cuento con un elemento muy importante que es una buena relación con el conjunto del sector, de las personas, agrupaciones e instituciones que tienen que ver con el desarrollo del cine y el audiovisual en  Ecuador y en América Latina. Asimismo, tengo apertura para escuchar a todos y establecer, sin precipitaciones, un diagnóstico y un plan de trabajo, realista y ambicioso a la vez. Lo que más me impulsó a aceptar dirigir el CNCine es que realmente siento pasión por el cine como arte y como industria, como oficio y como medio, como hacedor y como espectador.

¿Cuáles serán las primeras decisiones que tomará?
Establecer un proceso de intercambio de ideas y experiencias con todos los grupos del sector, para no empezar sin tener los aportes que solo me podrán dar quienes están en el día a día de la actividad productiva y creativa del cine en el país. Hacer un balance de la situación del ente y de los proyectos iniciados, para que no haya rupturas violentas. No hay que generar la falsa ilusión de que las cosas pueden cambiar en el cine en plazos muy breves. Estos son procesos largos y hay que respetar esa dinámica, sin que ello signifique no incidir decididamente en la evolución del sector.

El apoyo al cine nacional, en el financiamiento, tiene varias miradas. Por un lado algunos de los receptores o postulantes ven trabas en los requisitos para el acceso, por ejemplo, en la póliza. ¿Qué propone?
Es inevitable que se establezcan condiciones y filtros para administrar fondos públicos. Para eso existen reglamentos que establecen convocatorias periódicas y criterios de selección, funcionamiento de comités y ciertos procedimientos para que los proyectos ganadores puedan rendir cuentas del uso de los fondos que les fueron otorgados. Imaginemos la situación opuesta llevándola al extremo: todo proyecto que se presenta se financia, más allá de sus cualidades artísticas (que son las más difíciles de evaluar, por ser de algún modo las más subjetivas) y de su factibilidad, más allá de un plan y una estructura de producción que la sostenga. Es absurdo, todo el mundo se pondría a hacer proyectos cinematográficos sin pies ni cabeza que tendrían que ser financiados, y no hay fondo que alcance. Hay que reglamentar la atribución de fondos y monitorear el uso que se hace porque es dinero público.

Algunas de las condiciones resultan difíciles para ciertos productores que no tienen mucha experiencia o habilidad administrativa o financiera. Pero hay que relativizar esto en dos sentidos. Por un lado, hay que evitar que sean financiados proyectos simplemente por tener “mejor carpeta” que otros, aunque detrás haya un contenido menos interesante desde el punto de vista cinematográfico. Por otro, hay que evitar que las exigencias administrativas o financieras no se correspondan con la lógica de la producción cinematográfica o de una realidad que muchos artistas no tienen. Un sistema de subvenciones, incentivos o estímulos económicos para fomentar la producción no debe ser confundido con un sistema de contratación pública: no es lo mismo hacer películas que construir canchas deportivas. El tema es complejo y hay que ir ajustando los mecanismos.

Yo pensaría en modificar el sistema actual para que los proyectos “comercialmente exitosos” generen un retorno que alimente el fondo. Al momento son préstamos no reembolsables. El peligro que hay que evitar es que esto termine concentrando los fondos en los proyectos más comerciales. De ese modo los proyectos más “vendibles” generan financiamiento para proyectos más riesgosos, es decir la parte más “industrial” del sector dinamiza la parte más “artesanal”.  

Los productores del conocido Cine Bajo Tierra mencionan que, más allá de postular, presentar dicha póliza supera exponencialmente la cantidad de dinero que requieren, porque las reglas de juego son iguales para todos. ¿Se deben crear escalas?
Claro, un proyecto de dos millones de dólares no se puede equiparar con uno de veinte mil. Por eso insisto en la necesidad de que el propio fondo adquiera una lógica por la cual los grandes proyectos empiecen a nutrir a los pequeños. No es malo que una película subvencionada lleve medio millón de espectadores a las salas comerciales y genere grandes utilidades, siempre y cuando eso beneficie a proyectos que tienen una vocación diferente y una posibilidad de recuperación mucho menor. Considerando al sector como un todo, entendemos que al pequeño productor underground le conviene que la película taquillera se haga y sea exitosa.

Anotaba en su propuesta electoral que se dirige a la conquista de una “soberanía cultural” a través del cine. ¿Cómo no caer en un discurso  nacionalista?
No me refiero a direccionar los contenidos hacia determinado color o signo, sino a la generación de contenidos propios y a la urgencia de que esos contenidos ocupen un espacio mayor en el paisaje audiovisual de los ciudadanos. No se ha superado una situación en la que los contenidos audiovisuales nacionales y latinoamericanos están completamente marginados en los circuitos convencionales de circulación audiovisual. En el circuito de salas la proporción es absurda, hay aproximadamente un 98% de las pantallas ocupadas por grandes producciones de Hollywood. Es un circuito funcional para la industria del entretenimiento estadounidense y para nada pensado como parte de un universo cultural en el que se forma nuestro imaginario, desde niños. No creo que hay que cerrar las salas que ponen películas de Hollywood o algo por el estilo, pero sí creo que hay que buscar mecanismos para que se vaya ampliando el espacio de nuestras imágenes y de nuestras voces. En el plano puramente financiero, me parece que parte de los impuestos que generan los 14 millones de boletos que se compran anualmente en el Ecuador debería destinarse a consolidar la producción audiovisual en el país.

¿De qué forma instrumentalizará, según el actual marco legal, el camino hacia una industria cultural desde el cine? Más que todo por el giro en la matriz productiva que se pretende dar en el actual Gobierno...
Todo esto entra en la misma lógica: generar más producción, ampliar los públicos (es decir los mercados), profesionalizar el sector, imaginar estímulos o incentivos para inversión privada en la actividad cinematográfica, mejorar las condiciones de trabajo de los profesionales del audiovisual... Hace poco era impensable que una empleada doméstica o una ama de casa esté afiliada al IESS, que un campesino tenga seguridad social. Asimismo, es inimaginable que un escenógrafo goce de vacaciones pagadas anuales o un vestuarista cobre una pensión de jubilación, que una sonidista tenga un permiso de maternidad o que un editor pueda atenderse en el sistema de salud pública. Solo una industria que tenga estas características  podrá empezar a producir en mucho mayor escala, de manera sistemática, para conquistar nuevos mercados e incluso exportar.

¿Cómo afianzará la exhibición, por ejemplo, en la TV nacional, si vemos que el 1x1, propuesto en el Proyecto de Ley de Comunicación no se aprueba aún?
No tiene sentido decretar que la mitad de lo que se emita sea nacional y creer que al día siguiente eso será una realidad. Pero sí se pueden plantear metas más progresivas que van en la dirección de ampliar los espacios de TV para nuestra producción. Y hay que pensar en el tratamiento que se le da a un producto audiovisual frente a uno cualquiera de importación. Debo informarme mejor, pero creo que actualmente un comercial hecho en el extranjero entra al país sin pagar un centavo en impuestos, tasas aduaneras, etc... y eso hace que la industria local pierda una gran parte del mercado potencial.

En los planes que hacía como candidato decía: "apoyar al cine sin tener que instrumentalizarlo" y a partir de esto que ingrese en los mercados aupado por la producción misma. ¿Cómo ve el cine nacional reciente, cuál es su lectura y qué agregaría en su gestión para que su presencia siga en festivales, encuentros...?
Hay que salir de esa burbuja que nos hace pensar que ya se ha dado un “boom” del cine ecuatoriano. Si pensamos así, ya solo podemos tratar de mantener las cosas como están o evitar que declinen. Si vemos las cosas con un poco más de distancia, al cine ecuatoriano le falta mucho camino por recorrer. Yo no quisiera hacer una evaluación poniendo títulos y criterios subjetivos de cómo valoro tal o cual película. Me parece que todas las películas que se hacen son legítimas y necesarias para el cine ecuatoriano, y que sería buenísimo encontrar la manera de que el éxito de las unas garantice la existencia de las otras. Sebastián Cordero decía en algún momento que debemos criticar más lo que hacemos y menos lo que vemos. Nos falta autocrítica y creo que reflexión y discusión sobre lo que hacemos.

DATOS

El CNCine nació en 2008 para  fortalecer la industria cinematográfica y audiovisual del país. Para ello debe liderar procesos de desarrollo en este campo y hacer circular los productos dentro y fuera del Ecuador.

La institución tiene
objetivos estratégicos que fueron planteados para cumplirse en el período entre 2011 y 2013.

Estos objetivos
tienen tres líneas matrices: Fomento a la producción cinematográfica, Ciudadanía audiovisual y formación de públicos, y Protección, rescate y salvaguarda del patrimonio fílmico y audiovisual nacional.
No somos muy dados a escuchar a un espectador, a un colega o a un crítico y tratar de repensar nuestras obras aprovechando esos aportes. Cada película que hacemos todavía la vemos como la obra cumbre o el hijo predilecto, y a todo aquel que la critique como un enemigo. Lo que sí veo es que se está diversificando el cine ecuatoriano en sus temáticas, formatos, estilos e intereses, en sus intenciones, sus búsquedas, sus preguntas. Es importante tratar de apoyar esa diversidad. A eso me refería con no instrumentalizar el cine que se fomenta, no homogeneizarlo, no formatearlo, no establecer un canon desde lo que es una producción industrial, comercial, nacional, popular o cualquier criterio de ese tipo. Creo que es importante que se hagan películas populares y otras destinadas a los festivales más sofisticados o a públicos muy especializados. Pero que todas tengan mejores condiciones de producción y una mayor posibilidad de acceder a su público. Eso nos da visibilidad, oficio, profesionalización, legitimidad y sobre todo experiencia para entrar a competir en todos los mercados, que son muy distintos los unos de los otros, pero todos muy competitivos.

¿Cómo no caer en las lógicas de Hollywood?
Para la lógica de Hollywood no somos productores sino meros espectadores. Ni siquiera eso: consumidores. No caer en la lógica de Hollywood significa simplemente ver más allá del mall, vernos como sujetos de interés y como generadores de narraciones propias, y tener la confianza de que ese relato va a interesar a otros espectadores. Volvemos al tema de la soberanía: de eso estamos hablando, de generar un paisaje audiovisual propio. En ese proceso es importante que intervenga el Estado, porque no es algo que se va a dar por la perseverancia y la genialidad de un grupo de cineastas y productores; ni va a suceder de la noche a la mañana. Son procesos largos y complejos y que no se pueden resolver simplemente sometiéndose a las leyes del mercado. Ha tomado décadas este proceso por el cual Hollywood ha copado nuestras pantallas, nuestro horizonte, nuestros imaginarios, nuestro universo simbólico. Eso se resiste en el largo plazo y en el esfuerzo colectivo incluso más allá del espacio ecuatoriano: hay que pensar en América Latina.

¿Cómo pretender que la producción  ecuatoriana sea requerida por los mercados extranjeros si en el mercado nacional aún la circulación y exhibición están en ciernes?
El problema de la circulación y exhibición es justamente un tema fundamental sobre el cual hay que trabajar. Va de la mano con el de la producción, pero quizás hemos fallado al creer que resolviendo la producción lo otro vendría solo, y eso no es así, por todo lo que expliqué antes.

¿Cómo articular a la empresa privada en las lógicas de apoyo?
No se puede imponer una especie de obligación patriótica de apoyar al cine nacional. Ni al espectador se le puede empujar a ver películas porque son nacionales, ni al sector privado a invertir en el cine por ser nacional. Hay que establecer incentivos y estímulos a los capitales privados para que les resulte interesante invertir en cine, a las salas de cine para que les resulte provechoso exhibir producción nacional, e incluso al espectador para que vea cine nacional, para que consuma cultura nacional. Brasil implementó hace poco un bono de consumo cultural que se  paga junto al salario a todos los servidores públicos, por ejemplo. Es una idea muy ambiciosa, creativa e interesante que habría que estudiar. En Colombia hay incentivos fiscales para quienes inviertan en producción cinematográfica, hay que estudiar todos esos mecanismos.

¿Qué critica usted de la anterior administración?
Yo no me atrevo a criticar a la dirección anterior por dos razones: primero porque he estado lejos los dos últimos años, y segundo porque me parece que armar una institución a partir de cero no es tarea fácil. No me atrevo tampoco a proponer cambios en el modelo de gestión mientras no esté sentado ahí y en base a un proceso de diálogos con el sector tenga un diagnóstico más preciso. Pienso que en seis años cualquier gestión se desgasta. Creo que no se logró aumentar el monto del fondo y se pudo haber sido más creativo e insistente para incidir en ese sentido. Sin embargo, las fuentes de financiamiento del fondo son un problema que sabíamos que estuvo siempre en la ley. La ley se la construyó de manera colectiva básicamente entre los propios cineastas, y tenía y tiene problemas técnicos que hay que resolver. Yo veo un CNCine que existe, autónomo, que tiene autoridad y legitimidad, que tiene una relación estrecha con el sector, que ha visibilizado nuestro cine a nivel internacional y que ha dinamizado la producción nacional.

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