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Revolucionario Ernesto Cardenal vuelve a celebrar sacramentos

Revolucionario Ernesto Cardenal vuelve a celebrar sacramentos
20 de febrero de 2019 - 00:00 - Redacción Cultura

En marzo de 1983, Juan Pablo II llegó a Nicaragua. Cuando arribó al calor de Centroamérica en invierno, en el aeropuerto de Managua, se encontró con un cartel que decía: “Bienvenido a la Nicaragua libre, gracias a Dios y a la revolución”.

El Papa, que había manifestado su rechazo a la idea de la Iglesia de los Pobres, bajó del avión y saludó uno a uno a soldados vestidos de verde oliva hasta que llegó a un hombre canoso, vestido de blanco. Era Ernesto Cardenal, el poeta y uno de los miembros del Frente Sandinista de la Liberación Nacional que depuso al dictador Anastasio Somoza y en ese momento estaba a cargo del Ministerio de Cultura.

Cardenal dobló una rodilla e intentó tomar la mano del polaco Karol Wojtyla para besarla, pero el máximo representante de la Iglesia católica se la quitó para reprenderlo con gritos mientras movía a rabiar su dedo índice.

Cardenal le pidió su bendición y Juan Pablo II le dijo: “Primero tienes que reconciliarte con Dios”.

Tras la escena, el Pontífice de la Iglesia católica suspendió a divinis a Cardenal la posibilidad de administrar los sacramentos para los cuales fue ordenado como sacerdote en 1965.

Juan Arias, corresponsal de El País, estuvo junto a Cardenal en ese momento. Él sostiene que para Juan Pablo II, que había vivido en Polonia la dureza del comunismo soviético, “se le hacía difícil entender que la revolución sandinista fuese entonces del brazo de la parte más abierta y social de la Iglesia”.

Cardenal mantuvo su actividad social y se dedicó a la poesía. Acusó a Juan Pablo II y a Benedicto XVI de dedicarse “a desmantelar toda la renovación de la Iglesia de Juan XXIII”.

Además, el autor de Hora Cero fue enfático al declarar que Juan Pablo II, quien lo condenó a apartarse de su actividad pastoral, “protegió a un monstruo”, al clérigo mexicano Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo y separado, finalmente, del sacerdocio por el papa Benedicto XVI por acusaciones de pederastia.

Francisco, el argentino Jorge Mario Bergoglio, asumió el mando de la Iglesia en 2013. Un año después recibió una carta del sacerdote y exministro de Exteriores de Nicaragua Miguel D’Escoto, de 81 años, quien, poco antes de morir, pidió la absolución de la misma condena que se le impuso a Cardenal. Francisco accedió.

En 2016, Cardenal le envió un libro de su poesía, dedicado, y una carta al papa Francisco, con quien ha dicho que se identifica. En un vuelo aéreo, uno de los corresponsales de prensa en el Vaticano le entregó el libro.

El sábado 2 de febrero, el nuncio Stanislaw Waldemar visitó a Cardenal en su casa de Managua para darle un mensaje del papa Francisco.

Conversaron a solas por media hora y, tras despedirse, el nicaragüense dictó a su secretaria un mensaje de contestación al Vaticano.

Hace dos semanas Cardenal fue ingresado a una clínica por una infección renal severa, de la cual es imposible operarlo por su edad. Entre tanques de oxígeno y un pronóstico de muerte cercano, el jueves 14, el nuncio apostólico recibió la respuesta del Papa.

“El padre Cardenal ha estado 35 años bajo suspensión del ejercicio del ministerio debido a su militancia política. El religioso aceptó la pena canónica (...). Además, había abandonado hace muchos años todo compromiso político”, manifiesta en un comunicado la Nunciatura Apostólica.

“Lo siento, pero es bastante cruel que esperaran hasta que el poeta estuviera de 94 años y enfermo”, dijo la poeta Gioconda Belli, muy cercana a Cardenal.

El jueves que Cardenal recibió las noticias de Roma, el obispo auxiliar de la arquidiócesis de Managua, Silvio José Báez, se acercó al hospital donde se encuentra el poeta, se postró ante su cama y le dijo: “Le pido su bendición como sacerdote de la Iglesia católica”. Cardenal le dio la bendición que a él le fue negada.

Ernesto Cardenal celebraba misa campesina, una composición de Carlos Mejía Godoy que cambia los enunciados: la piedad, por la solidaridad y habla de un dios que suda en la calle, que hace fila para que se le pague su jornal, que ha sido visto vendiendo lotería y en las gasolinerías chequeando las llantas de un camión. (I)  

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