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Hace 20 años bienes icónicos de la ciudad se mudaron a La Puntilla

Hace 20 años bienes icónicos de la ciudad se mudaron a La Puntilla
Foto: Lylibeth Coloma / El Telégrafo
16 de junio de 2019 - 00:00 - Jessica Zambrano Alvarado

Si en marzo, el cantante mexicano Luis Miguel hubiera salido del Aeropuerto se hubiera hospedado en el hospicio Corazón de Jesús, uno de los pocos edificios que sobrevivió al incendio de 1897.  

Fue reconstruido en las afueras de Guayaquil, a inicios de este siglo, con la idea de recrear una ciudad que ya no existe, en un momento en el que las familias de clase media alta también se mudaban a la vía a Samborondón.

En octubre se cumplen 20 años de la inauguración del Parque Histórico. Uno de sus propósitos fue el “rescate arquitectónico” planteado por el Banco Central, una puesta en valor con recorridos e investigaciones sobre los bienes patrimoniales de la ciudad en un lugar aislado de su origen.

Muchas de las casas que se desmontaron para rearmarse en este lugar habían sido declaradas “vetustas” y “ruinosas” por el alcalde de la época, León Febres-Cordero.

“La casa rosada apestaba”, recuerda un guía que pasaba por allí de niño, hace  más de 30 años, cuando la ciudad entera sufría de malas administraciones. El Banco Territorial estaba donde ahora hay un UPC. La Casa Lavayen Paredes fue vendida por sus dueños originales y, como muchas, se alquilaba a gente que vivía hacinada.

Las siete casas desmontadas no habían sido declaradas bienes patrimoniales, una de las condiciones para tomar su estructura, según el arquitecto Pablo Lee, quien trabajó en la parte del rescate. Y aun si hubieran sido declaradas bienes patrimoniales, desmontarlas habría hecho que perdieran esta característica.

En gran parte de los casos se rescataron al menos 30% de su condición original, aunque en el Hospicio se conservan también esculturas, el confesionario y el púlpito de madera.

En 2013, administrado por la desaparecida Empresa Pública de Parques, el sitio dejó de tener costo de ingreso y tres años más tarde  inauguró una estancia de hotel, concesionado por 25 años al Oro Verde, donde se han hospedado artistas como Shakira o Laura Pausini.

Lo mismo ocurre con Casa Julián, que fue cerrada al público a cambio de eventos que se realizan al menos una vez al mes.
Cuando se inauguró el hotel se anunció que se retomaría el antiguo proyecto de montar tres de las casas faltantes: Casa Rosada (o Aspiazu), la Castagneto y la de la Sociedad de Artesanos Amantes del Progreso.

Hasta este año 2019, “no se encuentra priorizado el proyecto de reconstrucción de casas de valor histórico y arquitectónico. Sin embargo se está analizando para el próximo año”, dijo en un correo electrónico María José Vargas, comunicadora de Inmobiliar, empresa que asumió el manejo del lugar.

Interior de la Casa Lavayen Paredes, conocida como la Casa Verde.Interior de la Casa Lavayen Paredes, conocida como la Casa Verde. Foto: Lylibeth Coloma / El Telégrafo

En mayo, después de una serie de críticas a través de redes sociales y medios de comunicación, por el descuido de los bienes que se encuentran en el Parque, la administración invirtió $ 15.000 para el “mantenimiento de pintura de fachadas exteriores de las Casas Lavayen Paredes, Banco Territorial, Casa Rosada y Casa Hacienda”, aunque requieran más que pintura para preservarse. El mantenimiento anual del lugar tiene un presupuesto de $ 75.000.

Los carteles guías siguen siendo los mismos, aún con errores de tipeo, como aquel de la Casa Aspiazu que dice: “donada al Banco Central del Ecuador por su último propietario, en el año 200”.  

Para el arquitecto Florencio Compte, el Parque ha hecho que la gente piense que el patrimonio se puede desmontar y volver a armar en una réplica como la que plantea el Municipio de Guayaquil con la antigua casa de Imbabura y Panamá, desmontada después de pasar un tiempo sin cubierta y sin ningún tipo de proyecto de intervención, como dijo el Instituto Nacional de Patrimonio que era posible. Se hará una réplica de hormigón con lo poco que quedó de la original.

El arquitecto Felipe Huerta considera que este es “un recurso forzado para desaparecer la memoria histórica de Guayaquil. Es el mismo principio de los dinosaurios, es como nuestro Jurassic Park: se los saca de su lugar de origen, se ambienta un espacio microurbano para mostrar lo que era Guayaquil”.

Para la arquitecta radicada fuera del país Ana María León, el Parque Histórico está al margen de las conversaciones sobre desafíos y alternativas frente al deterioro de edificios, en los que se habla de preservación, conservación, restauración.

“Hablamos de tratar a los edificios como animales disecados: en lugar de salvar al animal en estado de extinción (la casa viva, con uso), aquí se disecaron los cadáveres: se pusieron huesos postizos (estructuras metálicas) y nueva piel (los recubrimientos) en donde se necesitaba, y se los transportó a un sitio totalmente fuera de contexto”.

Piensa que “los animales disecados están muertos: no se los ha salvado. Lo mismo pasa con estos edificios… son un simulacro”.

En el mundo, los bienes patrimoniales se mantienen en sus sitios originales como hoteles, discotecas, escuelas y universidades. Posiblemente, si el Hospicio siguiera en la Julián Coronel, las estrellas musicales que llegan a hospedarse allí conocerían a una ciudad distinta. (I)

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