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El Telégrafo
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Pese a los logros de la Revolución Liberal, los diarios mostraron su afán por destruir lo conseguido

Alfaro sufrió ofensas, infamias y deshonras por parte de los medios

Alfaro sufrió ofensas, infamias y deshonras por parte de los medios
29 de enero de 2015 - 00:00 - Nelson Coral Dueñas, especial para EL TELÉGRAFO

Son ya 103 años de la masacre en el ex-Penal García Moreno (28 de enero de 1912) y del posterior arrastre de los caudillos liberales ‘provocado’ por varios medios de comunicación escritos de aquellos tiempos.

Esta persecución se inicia antes de la Revolución Liberal en 1894 y continúa desde su proclama en junio de 1895, luego se torna más tendenciosa con artículos llenos de odio, mentiras, difamaciones y caricaturas que torcían la verdad de lo que sucedía.

Circularon innumerables sarcasmos y artículos sin argumentos, se utilizaba un tono burlesco y fuera de contexto, se estableció el odio plasmado en letras y dibujos que, poco a poco, fueron consiguiendo en las personas el aborrecimiento de varios personajes liberales hasta conseguir su asesinato.

Tomo parte de un editorial de un diario de la época que circulaba en Quito a pocos meses de la Revolución Liberal (El Clarín: año 1, número 1, agosto 2 de 1895):

“Pero ha sonado para el Ecuador la hora en la cual ‘todo cristiano, según la expresión de Gratry, debe ser trabajador o combatiente’ la revolución radical ha tenido la insolencia de retarnos, de exigir nuestro sometimiento y de amenazarnos con la pluma y la espada: las proposiciones de conciliación, buenas hechas a estúpidos y para aceptadas por imbéciles o viles, han sido digna, y patrióticamente rechazadas por cuantos ciudadanos estiman en algo la dignidad propia por cuantos pueden formar siquiera mediano concepto de los elevados intereses públicos y privados que serían heridos de muerte con el predominio del radicalismo, por cuantos han adquirido alguna noción, por superficial que sea, de lo mucho que valen y significan los principios católicos en el seno de las naciones y lo que valen y significan las promesas de la pérfida radical, encaminadas a obtener por la superchería y el engaño lo que no ve fácil alcanzar en el campo del honor y por la prepotencia del valor de las armas”.

Y así, poco a poco fueron incitando a la población año tras año, con caricaturas grotescas en las que se expresaba una repulsión tenaz.

Todo lo logrado no les servía, era solo un estorbo para sus mezquinas pretensiones de poder. Querían desaparecerlos. Esto concluyó con los asesinatos de los Alfaro (Eloy, Medardo y Flavio), Luciano Coral, Ulpiano Páez y Manuel Serrano, macabramente descrito por varios testigos.

Mientras, en la Asamblea Constituyente, en la Carta Liberal de 1906, se dictaban normativas para la educación, el Código Penal, la declaración de la libertad de conciencia -mientras no sea contraria a la moral y orden público-, esto con referencia al Título VI, de las garantías individuales y políticas destinadas a los medios de comunicación y libertad de pensamiento. Sobre las ofensas, infamias y deshonras emitidas por los medios de comunicación podían ser incriminados en forma y modo determinados por las leyes.

Se consignaba también el derecho a expresarse libremente y que toda opinión fuera aceptada, toda vez que no perjudicara a las personas, caso contrario, se tendría que someter a lo que la ley demande sobre este tema.

Asimismo se penaba a quienes realizaban estafas, la violencia durante las elecciones, la compra de votos, la corrupción, la violación de correspondencia. Se dictó una nueva Ley de División territorial, la ley de “manos muertas” en la que se confiscaban todos los bienes inmuebles del clero para la beneficencia de la asistencia pública, etc.

El tren, los caminos, el progreso, la educación gratuita y laica, la separación de la Iglesia del Estado, la derogación de la pena de muerte, la igualdad de todos ante la ley, fueron insignias de la Revolución Liberal y pese a esto seguían saliendo artículos en los periódicos que demostraban el afán por destruir lo conseguido. Para los detractores nada estaba bien.  

La culminación de esas burlescas críticas llegó en enero 28 de 1912, hecho que todos los años se recuerda. Es otro año más y la visita continúa, las declamaciones, los discursos repetidos, las bandas, las palabras, los familiares, amigos y partidarios como siempre en el mismo lugar donde los incineraron: el parque El Ejido, donde fue la “fiesta del fuego” para sus homicidas, cómplices y encubridores.

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