“La mujer no sabía lo que hacía su esposo en todo el día; pero cuando alguna vez lo siguió se llevó una gran sorpresa que nunca imaginó”, contaba  la narradora en tiempo real frente a una audiencia conformado por niños.   

El público infantil la escuchaba atentamente como si estuvieran hipnotizados por un instante -algunos en completo silencio-,  pues el relato tenía tintes de cuento mágico y fantasioso.

Ciertamente  lo era. La historia que se contaba era del “El pájaro Tzococó”, incluido en el libro infantil La leyenda del Arupo. Y la narradora era una mujer que lo conocía a la perfección, pues era su misma escritora, Edna Iturralde.

La escena ocurrió en el Palacio de Cristal del Itchimbía en Quito, durante la  XII Maratón del Cuento, una jornada de ocho horas ininterrumpidas de lectura a los visitantes del evento.   

El sitio resultó en un encuentro entre la cultura y el negocio literario, pues alrededor de la maratón se ubicaban pabellones con librerías de toda clase. Y también actividades lúdicas.

El público asistió en la búsqueda de alternativas diferentes de distracción en familia y con la finalidad de motivar costumbres en contrapeso  a la cultura visual, que propaga la tecnología.

Durante los relatos en vivo a los niños, y realizados por distintos personajes, incluso el alcalde capitalino Mauricio Rodas se animó un buen rato a fungir de narrador. El público asistente volvió a lo más básico, escuchar.

Como si tuvieran una radio sin imágenes, pero con la posibilidad de adquirir el texto original, y luego leer la historia con comodidad. Algunos confesaron que asistieron con sus hijos solo para el fomento a la lectura en su hogar. Y otros como soporte a su profesión, como los docentes de escuela que fueron a buscar novedades.

En el caso de la narración del “Pájaro Tzococó”, generó tanta expectativa que el final del cuento develó un misterio de la identidad nacional. Los niños que lo escucharon nunca lo olvidarán. (O)