Crónicas a pie
Los Martes Locos hasta el perro disfruta del cine
Es martes y las salas de cine de uno de los principales centros comerciales de Guayaquil están a reventar. Es que hay promoción, la entrada está a $ 1.99 y los combos de palomitas y cola también vienen con descuento. La cantidad de gente esperando su función ahoga el ambiente y las filas para ingresar -pese a que los asientos están numerados y no necesitas asegurar un buen espacio- llegan hasta afuera.
A las 21:30 comienzan a ingresar quienes verán Black Panther (Pantera Negra) -el último éxito de Marvel- y los reclamos empiezan a escucharse. “No se metan”, “respeten la fila” gritan algunos, pero como es de esperar, la ley del más sabido prevalece.
Una vez en la sala, la pantalla se enciende y empieza la publicidad, esto marca el inicio de la “comilona”. Pese a que en el bar solo se venden gaseosas, palomitas, hotdog y nachos, en algunas manos se pueden observar hamburguesas, humitas y hasta tarrinas del chifa. “come rápido que ya mismo apagan la luz y no vas a ver dónde estás metiendo el cucharazo”, susurra un grupo de jóvenes que comparten una bandeja que parece estar llena con comida casera.
Pasan unos minutos y finalmente se apagan las luces, esto -en cambio- marca el inicio del llanto de los bebés. “Saquen al niño de la sala y cálmenlo, por favor”, reclama alguien que se atrevió a decir lo que muchos estaban pensando “para qué traen a un niño tan chiquito al cine”.
El bebé no deja de llorar y el malestar toma forma. Una segunda persona pierde la paciencia y también se manifiesta: “oiga respete a los demás, calme al niño o llamo a los encargados”, amenazaba. Justo en ese momento -cuando la gente comenzaba a envalentonarse- un sonido atípico silenció la sala. “Guau... grrr, guau”, se escuchó y de un momento a otro la cólera se convirtió en incredulidad y risas.
El niño siguió llorando durante toda la película, pero ya nadie dijo nada, pues hay que aceptar que en Martes Locos hasta el perro disfruta del cine. (I)