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El Telégrafo
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La semana de la colada morada no llega, pero aquí se vende a diario

La semana de la colada morada no llega, pero aquí se vende a diario
26 de febrero de 2018 - 00:00 - Néstor Espinosa

En la esquina de Boyacá y Sucre, a dos cuadras del Parque Seminario y de la Catedral, a media cuadra del Grand Hotel Guayaquil, a dos de la Caja del Seguro y diagonal al viejo edificio de El Telégrafo, hay un símil de la teoría de la selección natural, en este caso no de especies animales sino de olores. El más fuerte se impone y domina.

El aroma del chancho hornado inunda el ambiente, llega desde Olmedo y Boyacá, donde embebidos en grasa se exhiben los bolones de chicharrón, también sale desde la panadería de Silvio Santander, quien en una vitrina puesta sobre un frigorífico de vidrio exhibe la pierna y los cueros de chancho para los sánduches. La cebolla curtida se hace notar. Aquí todo se entremezcla, hay olores de buen chocolate que salen desde la Galleta Pecosa, de especies orientales del restaurante chino y, sobre todo, de las hierbas andinas usadas para la colada morada que vende Zoila Urgilés.

Doña Zoila tiene 50 años y desde hace 20 se instaló en esta esquina. En el piso alto reside y en bajo ofrece colada morada con pan caliente todos los días del año. “En principio solo vendía en Semana Santa, pero noté que la gente la compraba siempre, así que ahora vendo todos los días”, comenta sin dejar de atender a los clientes que no le dan respiro.

Zoila llegó desde Cojitambo, provincia de Cañar, mientras que su esposo Silvio es de Chambo, Chimborazo, pero ambos viven enamorados del centro de Guayaquil. “Siempre estoy ocupada, cuando tengo un minuto de descanso disfruto ver a la gente pasar”.

Su negocio, una panadería y pastelería, está repleto de otros productos, colas, jugos, yogurt, sánduches de chancho y claro, vasos y más vasos de colada morada que dejan escapar el olor característico del mortiño, la mora, la piña y del ishpingo. Zoila se siente orgullosa porque los turistas que llegan al Grand Hotel Guayaquil, extranjeros o nacionales, consumen su producto, aunque algunos no saben qué es. (I)

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