Ecuador, 19 de Abril de 2024
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El Telégrafo
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Crónicas a pie

La Plaza Roja y el mausoleo de Vladimir Ilich Uliánov o Lenín

Me bajé de la estación del Metro Teatrálnaya para ir al corazón de Moscú, la capital de Rusia. Hice una larguísima fila entre cientos de turistas para entrar allí y pasé por un detector de armas. Me quedé asombrada al ver el complejo del Kremlin, la casa de Gobierno, que significa fortaleza, con sus edificios y museos.

Al lado de esa inmensa muralla, de color rojo, está la Plaza Roja, de 300 metros, uno de los lugares más emblemáticos y famosos de esa ciudad, de 12 millones de habitantes. Esta fue creada por el zar Alejandro II, en el siglo XIX.

Me impactó el rojo de esas construcciones, del monumento a los héroes del levantamiento soviético contra la invasión de Polonia, Minin y Pozharsky, que está al pie de la Catedral de San Basilio. Esa obra pedida por Iván el Terrible y construida entre 1555 y 1561.

Ese templo ortodoxo está compuesto por nueve capillas, conectadas entre sí con pasadizos, parecidos a los laberintos. Tiene cúpulas multicolores en forma de bulbos (planta). Al interior, la capilla central está cubierta de oro y llena de imágenes religiosas, es como un paraíso iconoclasta.

En mi recorrido por esa Plaza de la Revolución lo que más se quedó grabado en mi mente fue el mausoleo de Vladimir Ilich Uliánov o Lenín, considerado el padre de la patria soviética. De granito rojo, edificado en 1924, está junto a los muros del Kremlin. Hay una larga fila para entrar, pero la visita es corta. Bajé un piso y vi guardias de honor, vestidos con chaqueta azul, gorra y guantes blancos, que cuidaban al líder histórico de ese país.

Después subí unos escalones y llegué hasta una sala oscura, alumbrada por cirios. Allí estaba Lenín, dormido, en un féretro de vidrio, con luz propia, el techo de mármol y puertas de bronce. Lenín fue embalsamado al tercer día de su muerte, el 23 de abril de 1924.

Me sorprendió constatar que no era alto como imaginé en mis lecturas sobre la ex Unión Soviética, sino pequeño y delgado. Tenía la piel blanca, la frente ancha y calva y su bigote al estilo candado, un rasgo característico de su apariencia. Me quedé observando y pensando en mi breve encuentro con la historia. (I)

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