Ecuador, 25 de Abril de 2024
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El Telégrafo
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Crónicas a pie

Juan aspira un polvo amarillento y sigue su jornada en la calle

En el lado norte de la esquina, tras un muro terracota, están las lujosas oficinas de la cementera multinacional Holcim. Al sur, 80 niños se quitan el calor en los chorros de un parque acuático; hacia el oeste están los modernos laboratorios de criminalística de la Policía, es la intersección de las avenidas Barcelona, Rodríguez Bonín y Portete, el sitio es un hormiguero de vendedores ambulantes que se mueven al ritmo de la música que sale del parque acuático. La canción Guayaquileño Madera de Guerrero suena una y otra vez, en todas las versiones posibles, incluso en reggaeton.

Al pie del semáforo a 13 vendedores, entre hombres y mujeres, les brilla la piel por el sudor causado por las carreras en medio del tráfico. Este es un mercado: cebolla paiteña, limones, reinaclaudias, manzanas, agua y jugo de coco, cocada, maní tostado y, por supuesto, tajadas de coco. Precisamente, tajadas de coco es lo que vende Juan (nombre protegido). El muchacho alto, de piel tostada, aún no cumple 16 años. Trabaja limpio y bien peinado, con el cabello cortado con la raya pronunciada como está de moda.

Hoy, Juan viste enteramente de gris: Un pantalón cargo corto y una camiseta polo gastada por el sol. Se toca los bolsillos, se los vuelve a tocar, se alisa el cabello, se retira el canguro en el que guarda las monedas, se lo pone de nuevo, sacude las monedas, mira hacia los lados y saca una diminuta funda.

Camina unos metros torcido y en el tambaleo se soba con otro vendedor, de avanzada edad, subido de peso y descamisado que con un cigarrillo en la boca lo mira de mala forma. Juan se arrima a dos postes pegados, ubicados en la entrada de la Holcim, otros dos vendedores se acercan y le hablan, Juan les dice no sin abrir la boca, entonces lo cubren y Juan abre la pequeña funda, con una moneda saca el contenido y aspira una sustancia amarillenta.

Guarda la funda y se queda inmóvil por un minuto, los otros vendedores corren tras un bus. Juan medio se recupera y regresa a la calle con su pesado “ramillete” de fundas con tajadas de coco que cuelgan de su brazo izquierdo. Los movimientos de Juan son los mismos de otra docena de jóvenes vendedores que recorren el sector. (I)

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