Crónicas a pie
El traslado en camilla de un herido va más allá de la resistencia
El espeso y maloliente lodo que había debajo de una profunda poza, donde 73 periodistas y cronistas gráficos se introdujeron para atravesar 1.000 metros hasta la orilla, atascó los zapatos deportivos, lonas y alpargatas.
Algunos perdieron las suelas de sus calzados y otros las medias cuando intentaron quitárselas para cruzar la poza en el curso internacional de reporteros rescatistas de catástrofes y fenómenos naturales, organizado por el Grupo Especial de Ayuda Humanitaria-GEAH Boinas Azules.
La fuerza de mujeres y hombres se desvanecía por el peso de la camilla en la que cargaron a uno de sus compañeros que representaba a un herido. Los impuntuales y los lentos portaron por cuatro horas una cruz de madera de 100 libras que no pudieron perder de vista, de lo contrario habría penitencias.
Empapados y con hedor a agua putrefacta volvieron a pisar tierra. Respiraron, se hidrataron y compartieron sus sensaciones tras completar la última prueba de resistencia durante la jornada en la que un grupo evidenció mejor estado físico que otro. Antes de iniciar el curso aprendieron a reconocer los signos vitales y los tipos de desastres que existen.
En el camino pedregoso, guiado por 20 instructores y comandantes de Boinas Azules, los comunicadores, formados en cuatro equipos (dos de mujeres y dos de hombres), obedecieron las órdenes de los hombres de trajes anaranjados y, sin abandonar al ‘herido’ se arrastraron por el fango y tuvieron que atravesar por un túnel de metal y correr por charcos rodeados de vegetación.
Ellos también treparon por una estrecha resbaladera cerrada (coloridos juegos infantiles) similar a un túnel.
Los equipos avanzaron agazapados por un puente, tomaron una rampa y volvieron a bajar la camilla. El ejercicio puso a prueba las habilidades físicas y sus reacciones para atender todo tipo de emergencias. (O)
María Fernanda Arreaga
Periodista