El frío y la llovizna que cae sobre el norte de Quito, no son impedimento para el trabajo diario de María, quien desde hace cerca de 12 años recoge cartones, papel, botellas y plástico, para luego venderlos a los grandes recicladores.

Es martes, 07:00, protegida de una gorra y un plástico, María llega a uno de los contenedores de basura en busca del material que le permite tener el sustento diario. Deposita en el piso un par de costales y mete la mitad de su cuerpo al contenedor. Mueve la basura y comienza su tarea de rescatar cartones, papel y todo lo que sea plástico.

La tarea es repetida en los contenedores que encuentra en su trayecto. Dos horas más tarde ha concluido con esta labor y con tres costales casi llenos toma un corto descanso, ya que es la hora de visitar puerta a puerta almacenes, empresas y locales, a fin de continuar el reciclaje.

Los moradores de la Belisario, Las Casas y la Granja, al norte de Quito, ya conocen a María, quien está por cumplir 76 años y no solo que le guardan el material, sino que hasta le ofrecen café.

Pasado el mediodía entrega lo obtenido a los grandes recicladores y a cambio recibe la paga. “A diario son ocho dólares, aunque a veces llego hasta 10 dólares”, dice María, quien con ese dinero hace algunas compritas y va a su casita ubicada en las faldas del Pichincha.

Cuenta que allí tiene dos pequeños cuartos donde vive con uno de sus cinco hijos. De los otros, tres son casados y una soltera está en España. “El que vive conmigo me ha salido mala cabeza, es amiguero, no trabaja y hasta me roba mis cositas y también las gallinitas”.

Su hija de España, a través de una amiga, ha conseguido que María saque pasaporte y visa. “Me quiere llevar a España y si me enseño, que me quede, pero se me hace duro por mi hijo, aunque tiene 39 años y también por mis cositas”.

De no haber inconveniente, a comienzos de junio María realizaría su primer viaje en avión y su ausencia se sentirá en la zona donde recorre a diario. (0)